Prólogo: "¿El fin?"

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Los enormes edificios desgastados eran tumbas sin nombre en un enorme cementerio olvidado por los vivos, los helicópteros sobrevolaban la ciudad como las moscas los muertos. Todo tenía un tono cálido y terroso que daba una sensación sofocante bajo ese enorme cielo rojo como la sangre, con nubles púrpuras y amarillas. Me quedé hipnotizado con la vista. Y por un momento, me detuve a replantearme cada aspecto de mi existencia, mientras el mundo a mi alrededor parecía venirse abajo.

No tenía mucho que el zumbido había desaparecido de mis oídos; ya podía escuchar los gritos y las explosiones que abarrotaban la ciudad...o al menos, las calles aledañas al enorme edificio sobre el que me encontraba. Cuando por fin logré ponerme de pie con un intensó dolor recorriendo mi espalda, el mundo de pronto se veía más grande de lo que jamás había sido. Me acerqué con paso cojo a la orilla de la azotea para apreciar mejor la ciudad, y por más que lo intentará, no aún no podía entender cómo había llegado allí.

Es decir, claro que sabía cómo había llegado ahí, pero no lo entendía. Recordaba cada aspecto del traumático suceso que seguramente no me dejaría dormir en semanas: recordaba el fuego absorbiéndolo todo, sus fríos ojos mirándome con odio, a ruido que hizo el cuerpo de mi amigo al caer muerto al suelo, recordaba cuando la vi quizás por última vez, cuando entramos al edificio en un principio, cuando antes de eso enterré a quién en algún momento había jurado proteger, cuando hacía unos días aún no era el fin del mundo...recordaba a la perfección el primer día, el Día de la Infección...

Pero me costaba entender, cómo era posible que siguiera de pie a pesar de todo ello. Las personas que conocí...ahora son cadáveres si tuvieron suerte. ¿Porqué es que yo me libré toda esa muerte? ¿Cómo es que, de miles, yo seguía con vida? ¿Qué me hacía tan especial? Observé una vez más la ciudad, preguntándome si ese era realmente el fin. En serio lo esperaba, quería que todo terminara de una buena vez y que lo hiciera en serio, no como en aquellas veces anteriores.

Estaba tan distraído en mis reflexiones que no pude evitar sobresaltarme cando alguien sostuvo mi hombro. El chico logró tranquilizarme antes de que por inercia lo arrojara al vacío.

- ¡Eres un hueso duro de roer! Eh, ¡Tranquilo, viejo! –exclamó-. Vayas, no creí que siguieras con vida luego de...de todo eso... ¿estás bien?

- No lo creo...aunque eso no me ha detenido antes.

- Así se habla.

- ¿Crees que este el fin? ¿Realmente se acabó? ¿Es todo?

El chico miró al suelo incómodo.

- No lo sé amigo...supongo que lo averiguaremos pronto.

Miré la ciudad una última vez, pensando en lo hermosa que se veía antes de todo. Pensé en lo hermoso que había sido todo antes de aquel día, el día en el que toda mi vida se vino abajo. 

Virus Letal I: La InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora