Capítulo 15. Especial Pablo

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CAPÍTULO 15

NARRA PABLO

Mis pies ya no podían dar ni un solo paso más.

En cuanto Marizza saltó el muro del colegio, la seguridad del colegio, preceptores y Dunnof me encerraron en el despacho. Creían que yo había sido cómplice al verme junto a ella unos instantes antes de que saltara. Fue Sonia la que rompió el interrogatorio al que me tenía sometido. Ella atisbó en mí el miedo y la impotencia y me cogió la mano en señal de apoyo, gesto que le agradecí con una media sonrisa. Al poco tiempo, apareció mi mamá preocupada porque el director la había llamado comunicándole que su hijo era cómplice de una fugitiva. Dunnof y sus exageraciones.

Estuve toda la tarde encerrado en el despacho. Sonia y mi madre entraban y salían, pero a mí no se me permitía salir. No entendí el por qué y no iba a quedarme de brazos cruzados en esas cuatro paredes. Decidí escaparme por la ventana del despacho, pero mi madre entró en el momento en el que lo intentaba. Le pedí y supliqué que me dejara salir. Necesitaba buscarla. Ella aceptó, pero no dejó que fuese solo. Mis amigos me acompañarían. Creía que la encontraría, pero me equivoqué. Estaba amaneciendo, Guido y Tomás estaban cansados y yo... Yo estaba desesperado. Les dije que volviesen al colegio, que dijeran que iría a un par de sitios más y volvía. Me conocían y sabían que no iba a volver hasta encontrarla.

Ahora estaba sentando en el banco de un parque sin saber dónde ir. Había caminado durante toda la noche intentando buscarla en cualquier rincón, en todos los lugares que habíamos visitado de la ciudad. No había un solo rastro de ella. Parecía que la tierra la había engullido. Y esa sensación me angustiaba.

Mi mente intentaba repasar cada movimiento, palabra o gesto de ella. Algo que me diera la pista de su paradero. Pero me olvidaba que era Marizza, la chica impulsiva e imprevista. Seguramente toda esta huida ha sido producto de su impulsividad, de su carácter fuerte. Ese carácter que me hacía estar aquí. Que engancha y a la vez me aleja. No soy suficiente para ella. No era lo suficientemente fuerte. Lo suficientemente valiente.

- Tarado, no pienses en eso ahora – me dije en voz alta a mí mismo.

Me levanté y miré a mi alrededor. La gente comenzaba el nuevo día con su rutina y en cambio yo parecía que el día de ayer no había llegado a su fin. Y no lo iba a llegar hasta encontrarla.

Cogí fuerza y comencé a caminar sin rumbo. Tuve que parar para cruzar la carretera y, en ese instante, un autobús pasó con tanta velocidad que me dio un golpe de realidad. La estación de autobuses. No perdía nada por ir allí. Sería descabellado que Marizza hiciera algo así pero no me parecía mala idea conociéndola.

Me apresuré y corrí por las calles. Estaba cerca del lugar y en una carrera podría llegar. Me olvidé del dolor de pies y del cansancio. Giré la esquina de la calle y entré en la estación de autobuses.

Era el comienzo del día y la estación de autobuses estaba abarrotada de personas que iban y venían. Si estaba aquí, iba a ser imposible encontrarla entre tanta marabunta. Divagué por las diferentes líneas de los autobuses y no había ningún indicio de ella. Cuando mis esperanzas iban a desvanecerse, diviso a lo lejos a una chica parecida a Marizza que subía un autobús.

Sin pensarlo, echo a correr en su busca dispuesto a subir a ese autobús.

Dispuesto a encontrarla

Dispuesto a jugármela por ella. 

Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora