Capítulo 19. "La llegada"

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Al inicio del amanecer, el autobús hizo su parada final en la Terminal de Ómnibus de San Carlos de Bariloche. Los pasajeros bajaban de a uno exhaustados del largo viaje. Como último pasajero, Pablo bajaba del vehículo derrotado con la única idea de volver a Buenos Aires.

Había perdido. Ni tan siquiera era capaz de encontrar a aquella chica que había compartido tanto con ella. No quería torturarse más. No tenía sentido.

Salió de la terminal, después de haber hablado con Mora y que ésta le indicara las instrucciones a seguir para encontrarse con la amiga de ésta que lo devolvería de nuevo a Buenos Aires. Le indicó una cervecería que estaba cerca de la terminal, a tan solo 9 minutos en auto, allí le esperaría Mariela. Echó mano a su bolsillo y solo encontró un par de monedas, no suficientes para coger un remix. Decidió ir andando, no le quedaba otra.


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Los alumnos del Elite Way School despertaron con los primeros rayos de sol que se colaban entre las ventanas del aula de quinto año. Habían permanecido toda la noche, allá en el aula. A la hora de la cena, los preceptores habían tenido el buen gesto de repartir comida a todos no sin antes preguntar de nuevo ¿Dónde estaba Marizza? El alumnado asqueado de la seguridad de cuarta del Elite permanecía impasible a la vez que recogían su comida.

- Llevan toda la noche allá Señor Dunnof – informó Matias. – Si supieran algo ya habrían hablado.

Marcel lo miró arrepentido mientras mantenían su escondite detrás de una de las columnas del pasillo.

- ¡Por favor Matías! Estos chicos saben muy bien lo que se hacen – espetó Pablo Heredia – Estos chicos siempre se salen con la suya. No tienen límites. Hay que esperar. Hablaran

- ¿Te parece Señor Heredia? – dudaba Marcel – Por ahí no saben nada y los tenemos allá encerrados como animales. ¡Podrían venir los padres! Y... Y a mí me degüellan.

- Marcel, confía en mí – le tranquilizo el preceptor. – Van a hablar. Y la primera que lo hará será la señorita Linares.


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Después de una caminata de más de quince minutos, Pablo llegó a la Cervecería Manush. Un lugar pintoresco, abarrotado de personas a pesar de ser el inicio de un nuevo dia. El olor a cerveza inundaba todo el establecimiento. ¿Por qué este sitio? Había dejado de beber desde cortó con Marizza, ya que es. No le hacía bien estar allá y uno de los motivos de su ruptura fue ese. Y su madre le había metido allá.

Se dirigió a una mesa libre al final del establecimiento. Se sentó y apoyó sus manos en la mesa. Se limpió las manos al notar que la mesa no estaba limpia y llamó a una camarera para que lo atendiera.

- Buenos días guapo ¿Qué deseas? – le preguntó coqueta la mujer de no más de treinta años.

- Una birra – le pidió. La mujer asintió. – Esperá – la llamó. – Mejor agua. – modificó a la vez que la mujer asentía.

Comenzó a dar pequeños toques con sus dedos en la mesa. Sus piernas no paraban de moverse. Quería salir de allá. Se sentía un estúpido por haber hecho semejante locura. Recordó las palabras de Marizza antes de saltar el muro. Era inútil hacerse a la idea que volverían. De jugársela. Todo esto no le había servido para nada. Era una señal de que había llegado la hora de dejarla ir. Que no estaban el uno para el otro.

Una mujer de avanzada edad lo sacó de sus pensamientos. Se sentó frente a él con una sonrisa en los labios.

- Hola Pablo, ¡pero que grande estas!

- ¿Mariela?

- Si – afirmó. – Es lógico que no te acuerdes de mi. Yo era tu mucama cuando vos eras muy chiquito. Esos ojos azules son difíciles de olvidar – le cogió la mano con ternura

- Lo siento, no me acuerdo...

- No te preocupes muchacho, me hace muy feliz verte pero vaya susto que le diste a Mora. ¿Y tus hermanos? ¿cómo andan?

- En el exterior, con sus laburos... supongo – agachó la cabeza avergonzado.

Cuando Sergio ingresó en prisión, sus hermanos culparon a su mamá y a él por enloquecer a su padre. Ellos siempre habían tenido como modelo a su papá y tachaban de escoria a ellos dos por ir en contra. Por ser los obstáculos de la familia Bustamante.

- Estas guapísimo mi niño – lo miraba admirada. – Acá tengo tus pasajes... En cuanto me llamó tu mamá no lo pude creer...

La voz de la mujer comenzó a sentirse lejana pues lo que Pablo vio a lo lejos lo dejó sin aliento. 


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Espero que os guste. 

Este capitulo viene tarde ya que tuve algunos problemas con el Internet

Muchas gracias. 

Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora