Capítulo 32. " Límite"

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- ¡Nunca pensé que mi hija acabaría con su novio y sus amigos en la prisión una noche de viernes! – exclamó Franco enfadado ante la mirada triste de su hija y los presentes

- Calma Franco – le pidió Sonia

- ¡¿Cómo quieres que me calme?! – gritó levantando las manos al aire. – Mia no sos una chiquilina, sos lo suficiente mayor para que andes metiéndote en peleas.

- Daddy – sollozó Mia. – Esas chicas... - señaló a un grupo de chicas y chicos que se encontraban al otro extremo de la habitación. – Se metieron conmigo y yo quise defenderme

- ¡ A bofetadas y tirones de pelo! – exclamó con los ojos desorbitados. – Te pasaste Mia. Cruzaste el límite. Y lo mismo te digo a vos Manuel. – dijo Franco esta vez dirigiéndose a Manuel. – A trompadas con unos pibes... ¿Manuel?

- Franco yo...

- No Manuel. Que tu madre no esté acá no significa que podes hacer lo que quieras... Estas muy equivocado. Hablare con tu madre y tomaremos medidas con vos también. – dijo Franco molesto. – Y a los demás – se dirigió a los alumnos del Elite Way. – Esta es la última vez que os saco de un quilombo como este y, por supuesto, Dunnof se hará eco de lo que ha pasado hoy. Luján, Mia y Manuel nos marchamos a casa – les ordenó.

Franco saludó con un leve movimiento de cabeza a los agentes y salió de comisaría seguido de Sonia y los tres adolescentes.




Un nuevo día amanece. En Bariloche, Martín preparaba el desayuno en la cocina. "Unas tostadas y un buen café para afrontar el nuevo día" pensó él.

El día anterior, había escuchado la conversación de Pablo y su hija. Suspiró tan solo recordarlo. Verdaderamente estaba preocupado por Marizza. Su actitud era diferente, extraña. Ella no solía comportarse así. Era una chica que siempre iba de frente y siempre decía lo que sentía. Pero esos vaivenes en su actitud, lo preocupaban. Parecía que algo la frenaba. No sabía el qué, pero lo que estaba totalmente seguro que Marizza escondía algo más.

- Martín, las tostadas se queman – apareció Pablo en el marco de la puerta aun somnoliento.

- Gracias Pablito, estaba en otra

- Ya te veo.

- ¿Café? – preguntó Martín y el chico asintió. Cogió una taza y comenzó a prepararle la bebida. - ¿Qué tal has dormido? Te levantaste temprano

- Bien. Necesitaba descansar y estoy como nuevo. – hizo una pausa. – Martín – lo llamó y el hombre lo miró. – Voy a irme de acá. Quiero regresar a Buenos Aires.

- Pablito ...

- No pinto nada acá Martín – rebatió. – No entiendo a tu hija. Intento entenderla, juro que quiero entenderla, pero... - hizo una pausa para coger aire. – No puedo. No sé lo que le pasa, no sé lo que quiere... Y me mata sentirme así. – se sinceró. – Lo he pasado mal, muy mal. He hecho lo que pude, pero necesito pensar en mí y no estoy bien acá.

- Ya sé – se sentó Martín junto a él. – Viste... Yo estoy igual. He hablado poco con ella porque vos sabes que me gusta observarla y después actuar... Siempre ha sido así mi modus operandi con ella – rió de manera amarga – Pero esta vez... No consigo entender que le puede pasar... Fíjate que la cabeza da muchas vueltas y pensé cosas que bah... Boludeces...

- ¿Qué cosas? – preguntó a la vez que comía una galleta mojada en el café

- No sé... Que haya algo más.

- ¿Algo más? – preguntó sin entender

- Algo que... Algo que no puede manejar... Que no tenga el control...

- Que no tenga el control – repitió Pablo pensando en aquellas palabras. – No sé Martín... Es re difícil "leer" a tu hija.

- Si por eso te necesito. – pidió Martín. – Entiendo perfectamente que este cansado de los desplantes de mi hija, pero esta vez te lo voy a pedir yo... Quedate hasta el lunes. Por favor, necesito que me ayudes. – le rogó Martín.

Ambos se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro. Unos pasos les avisaron que alguien se dirigía a la cocina. Marizza aparecía por el umbral de la puerta. Se sentó al lado de su padre y con la cabeza baja comenzó a hablar.

- Lo siento Pablo – comenzó a hablar. – Por lo de ayer, anteayer... Y todos estos días. Lo siento y si te queres ir de aca no te voy a retener.

- No me voy a ir – habló Pablo y la muchacha alzó su mirada hasta encontrarse con esa mirada azul. – Martín me debe una masterclass de imitaciones y bueno... Es buen plan para un fin de semana ¿no?

- Obvio – sonrió Martín.

- ¿Qué hacemos hoy? – preguntó Pablo

- Yo trabajo... - dijo Martín. – Pero Marizza podría hacerte un tour guiado por acá. Conoce sitios muy interesantes...

- Buah... Papá tampoco es para tanto. – le restó importancia la chica - ¿Querés?- preguntó a Pablo.

- Por supuesto... - sonrió él. 

Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora