Capítulo 68 "Libre"

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CAPÍTULO 68


Una semana más tarde...

Un grupo de periodistas esperaban a las puertas del complejo penitenciario.

El acontecimiento que se iba a producir iba a ser histórico y todos los profesionales esperaban tras horas para captar aquella imagen que todo Buenos Aires esperaba.

El murmullo de los periodistas cesó en el momento que las grandes puertas de la prisión comenzaron a abrirse. Como si todo estuviera premeditado y orquestado, apareció un auto de gama alta con los cristales tintados. De él bajó Felipe Bustamante vestido con un impoluto traje azul. Esperó junto al auto hasta que la imagen de su padre hizo acto de presencia.

El click de las cámaras y el griterío de los periodistas colapsaban ese gran momento.

Sergio salía con una sonrisa triunfal del centro penitenciario. Vestía un pantalón negro y una camisa blanca. Se había afeitado por lo que brindaba una imagen limpia y sana, a pesar de la evidente pérdida de peso.

Felipe se aproximó a su padre y ambos se estrecharon en un gran abrazo. Sergio miró orgulloso a su hijo y se aproximó hacia el grupo de periodistas. Éstos preguntaban a la vez ansiosos de obtener unas primeras declaraciones. Sergio señaló a una chica rubia de ojos verdes, corresponsal de la televisión nacional, para darle el turno de palabra.

- ¿Cómo se siente Señor Bustamante?

- Feliz – sonrió. – Feliz porque se ha hecho justicia, gracias a mi hijo y su partido que la han peleado. – le dio unas palmadas en la espalda a su hijo que se situaba a su lado.

- ¿Nos puede explicar este giro de acontecimientos?

- Como intendente he tenido muchos enemigos... Pero la justicia es sabia y pone a cada uno en su lugar.

- Al hablar de enemigos, ¿se refiere a su hijo menor, Pablo Bustamante?

- No – negó enérgico. – Mi hijo fue la marioneta de unos rebeldes que pretendían hundirme para llegar al poder... Como he dicho, tenemos la suerte de contar con un buen sistema de justicia y estoy libre porque soy inocente. Gracias – agradeció a modo de despedida.

Sergio subió al auto con su hijo. Al fin, era libre.


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- ¡No! – gritó Marizza.

El sudor corría por su rostro. De nuevo, otra pesadilla. La misma de siempre. Estaba en aquel lugar húmedo y maloliente maniatada de pies a manos. En frente, Pablo estaba atado con cadenas formado una cruz. Su cuerpo magullado se entremezclaba con la sangre seca de su cara. Una sensación de ahogo la invadía. La oscuridad y el agua era la protagonista de un dolor infinito.

No. No era una pesadilla. Era su propio recuerdo. Un recuerdo que se instalaba una y otra vez en su mente cada vez que intentaba dormir y que se hacía dueño de sus sueños.

Había pasado tres días desde su rescate. Un rescate angustioso y muy doloroso. No sabía muy bien cómo ni cuándo, pero la dejaron en una plaza de un lugar a las afueras de la capital. Según su madre, los secuestradores les dieron unas coordenadas y, con ayuda de la policía, pudieron encontrarla maniatada en el obelisco de aquella plaza de un lugar fantasma. Estaba inconsciente y cuando abrió los ojos, estaba en el hospital rodeada por su familia.

Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora