Capítulo 63. "Tres no son multitud (III)"

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CAPÍTULO 63 (III)

Narra Marizza

- Así que Lorenzo es el novio de tu mamá... - interrumpí a Pablo. Estábamos en la estancia de mandos y me explicaba el manejo y funcionamiento del barco.

- Sí – asintió. – Es un buen hombre. Quiere a mi vieja y a mí me trata bien.

- ¡Qué bueno! – me alegré por él. - ¿Por qué no me contaste de él?

- Lo conocí en el verano y, al principio, no le presté mucha atención. Recién vos y yo la habíamos cortado y no estaba muy receptivo. – agachó la mirada y yo, al igual que él, también lo hice. – Me hizo bastante el aguante, a pesar de mi comportamiento.

- Me alegro mucho por tu mamá. Se merece a una persona que la quiera de verdad – dije. – Además, no todo el mundo tiene un barco con su nombre – bromeé para animar el ambiente.

- ¿Lo viste? A mí me pareció demasiado... - se encogió de hombros.

- Y... Cada cual demuestra su amor de diferente manera. Él le dio su nombre al barco... - dije. – Vos y yo nos matamos a broncas. Es otra manera de querer, ¿no?

Pablo sonrió.

No podía negar que lo quería y no podía negar que una parte de mí estaba cansada de estar escondiendo mis sentimientos. Pablo sabía toda la verdad y no tenía sentido seguir escondiéndonos. No quería. Lo echaba de menos. Además, necesitaba estar con él.

Desde que apareció Paula me sentía insegura. Hacía mucho tiempo que Pablo y ella no se veían y tenía miedo que Pablo aún sintiera cosas por ella. Aunque me doliese, lo que sintió Pablo por Paula fue muy groso.  Su presencia y la ligera idea de que estuviera detrás de todo lo que me sucedía, me hacía desconfiar aún más de ella. Si se había prestado a este juego de amenazas sería a cambio de algo y ese "algo" era Pablo. Ella amó, a su manera, a Pablo y seguramente volvió para reconquistarlo y yo, como una idiota, se lo estaba dejando en bandeja.

Por eso, hoy no iba a perder esta oportunidad.

- Puede ser – contestó Pablo. – Pero lo nuestro se volvió muy complicado.

Y no le faltaba razón. La situación era complicada y sabía que él estaba muy preocupado. Yo lo estaría si mi familia fuera una basura. Se sentía culpable. Lo conocía y sabía que él no pararía hasta solucionarlo.

- Ya... Pero, hoy no hay nada que nos detenga para disfrutar. – le sugerí. – Olvidémonos de todo e intentemos disfrutar del día, ¿te parece?

- Marizza, debo de contarte...

Le interrumpí.

Como dije, no quería desaprovechar la oportunidad.

No quería saber nada de nuestros problemas. Al menos hoy. No quería saber nada que tiñera ese día que presagiaba que iba a ser muy bueno. Un día que podíamos aprovechar para estar juntos. Pasarla bien. Como en Bariloche. Sin "Paulas" ni "Javieres" ni "hermanos sin corazón" que nos arruinara nuestras vidas.

Y le interrumpí de la mejor manera que sabía hacer.

Le partí la boca.

Me mandé de una.

Sentí su sorpresa y su impulso inicial para separarse de mí, gesto que en un rinconcito de mi corazón dolió. Pero no quise dar marcha atrás, bastantes veces lo hice y le dañé. Pegué mi cuerpo al suyo para evitarlo y rodeé su cuello con mis brazos. Pablo comenzó a dejarse llevar y nuestro beso comenzó a intensificarse.

Un beso que había comenzado con timidez y miedo para ambos, se tornó a uno más apasionado y ansiado. La calidez de su boca con la mía era una fantasía y el tacto de sus labios me hacían delirar.

Había echado tanto de menos sus besos y su sabor que no quería que ese encuentro finalizara. Quería que el tiempo y nuestro alrededor se congelasen. Solo él y yo. Queriéndonos y amándonos. Solos en el mundo. 

Un carraspeo paró nuestro encuentro y escuché a Pablo maldecir a aquel que se había atrevido a irrumpir. Mi corazón palpitaba a una velocidad increíble y aún podía notar el residuo del tacto de sus labios en mi boca. Miré a Pablo. No quería voltearme. Quería quedarme con la imagen de su rostro. El brillo en sus ojos y su boca enrojecida e inflamada eran el rastro de aquel beso. Le sonreí al ver como sus mejillas se sonrojaban.

- Perdón, creo que les interrumpí ¿no? – se disculpó Mía

- ¿Cómo no? – dije cuando volteé y vi a la tarada de Mía en el umbral de la puerta. – Tenías que ser vos, no había otra. – alcé los brazos desesperada.

- No pasa nada Mía – intentó Pablo ayudar y aplacar mis nervios sujetando mis brazos y pegándome junto a él. Me gustaba sentirlo tan cerca y tan cómplice.

- Eh... La comida la acaban de servir – informó ella. – Pero tomaros vuestro tiempo, solo que no sabíamos si esperaros o no. Pero no se preocupen... - dijo la rubia atropelladamente.

- Vamos ¿no? – me preguntó Pablo. Yo asentí con la cabeza. – Voy en busca de Lorenzo por si necesita ayuda. – me avisó y antes de irme me dio un beso rápido en los labios.

Sonreí mientras lo veía marchar y suspiré de emoción. Me sentía tan bien.

- Al final no fue tan mala idea venir con tu medio hermana – me recordó Mía cruzada de brazos.

- Mia, ¿Qué te dije de decirme medio hermana? – la regañé y ella borró la sonrisa de su rostro. Me maldije por ser tan brusca. Al fin y al cabo, Mía siempre me había ayudado " a su manera" y yo, por mi orgullo, nunca se lo agradecía. – Olvidalo – le dije y provoqué en ella un halo de extrañeza. -Sos un incordio como medio hermana y un poco tarada, pero sos la mejor – le sonreí.

Ella me miró asombrada, pero feliz. Me acerqué a ella y la abracé. Al fin y al cabo, Mía era buena tipa.

- Gracias por todo lo que me ayudaste en este tiempo. Nunca supe valorarlo y ya va siendo hora que deje atrás mi orgullo y admita lo buena hermana que sos. – me sinceré.

- Gra... Gracias – titubeó sorprendida al haberla nombrado por primera vez como hermana– Vos también sos una buena hermana, la mejor  - me dijo y yo rodé los ojos avergonzada. No estaba acostumbrada a estos cruces directos de sinceridad. - A pesar que tengas un gusto pésimo para la ropa... - puntualizó la rubia para no perder su esencia de mononeurona. 

Ella me devolvió el abrazo. Sonreí correspondiendole ese abrazo. Si Franco y Sonia estuvieran presentes, Sonia hubiera estallado en llantos y Franco... Franco ya tenía suficiente con aguantarnos, así que disfrutaría del momento.

Apareció Manuel y, al ver nuestra imagen abrazadas, comenzó a aplaudir. Yo lo miré de mala gana y Mía se separó de mí al estar de espaldas y no saber quién era el que aplaudía.

- No no ¡NO SE SEPAREN! – exclamó Manuel. – Necesitaba tener esta imagen en mi retina por unos minutos más – dijo divertido.

- No seas tarado Manuel – le resté importancia pasando por su lado para salir de allá. – Y que quede una cosa bien clara... - me paré para mirar a ambos. – Ni se os ocurra decir nada de lo que ha pasado acá. Tengo que mantener mi reputación en el Elite Way. – me burlé.

El día no podía ir a mejor.  





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Espero que os haya gustado. 

Millones de gracias por vuestro apoyo. 

Nos leemos el lunes. Que pasen un buen fin de semana. 

Un besazo y cuidaros

MUACKK

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Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora