Capítulo 36. "Nuestro lugar especial"

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Los rayos de sol se colaban en las ranuras de las persianas de la habitación de aquel hotel.

Se les había hecho tarde para volver y optaron por quedarse en un hotel cercano. Pasaron un momento vergonzoso cuando el recepcionista del hotel les quiso ofertar una suite matrimonial. A pesar de todo, Marizza no estaba preparada para pasar la noche con Pablo. Recién se había arreglado o al menos esa era su intención mientras el rubio permaneciese en Bariloche. Pablo la conocía lo suficiente y sin alargar esa situación pidió dos habitaciones individuales, ante la cara de asombro del recepcionista.

Charlaron mientras cenaban en el restaurante del hotel y decidieron tomarse una copa en la sala de fiestas del mismo. Después de unos bailes, decidieron ir cada uno a sus respectivas habitaciones. Se despidieron con un tímido, pero tierno besos en los labios y entraron en sus habitaciones.

Marizza sonreía, aun en la cama, al recordarlo. Se sentía llena. Inmensamente feliz. No lo podía ni lo iba a negar. Pablo era el amor de su vida y nada ni nadie le iba a decir lo contrario. Sin embargo, las palabras de aquel tipo desconocido que la llamó y aquellas cartas de amenazas le impedían seguir avanzando con él y, lo que es peor, no le encontraba solución alguna. Por mucho que pensaba, el miedo a que le pasase algo a Pablo o a su familia le impedía pensar con claridad. Habría querido contarle a alguien, pero ¿a quién? Sabía que Luján no se quedaría de brazos cruzados, ni Manuel tampoco. Que tarde o temprano le contarían a Sonia y a Franco. Y su viejo... por mucho que la apoyara en todo lo que se proponía, en este caso se trataba de amenazas a su hija y no se iba a quedar parado. Marizza revolvió su pelo con la intención de que se disipara esos pensamientos. Se levantó de la cama y se dirigió a darse una ducha con la intención de no volver a pensar sobre ese tema en lo que quedaba del día.

Pablo salió de la ducha y se ató la toalla en su cintura. Se miró en el espejo y sonrió. No podía creer lo que estaba pasando. Estaban juntos. Se habían besado y habían pasado un maravilloso día. La amaba y no podía dejar de sonreír ante ello. Sus ojos comenzaban a brillar de nuevo y el azul era más intenso. Estaba pletórico. Si por él fuera se quedaría por siempre en ese lugar junto a ella viviendo su historia de amor. Le hubiera gustado compartir la noche junto a ella, pero la conocía y no quería fastidiar todo lo que habían avanzado. Sonrió de nuevo ante su propio reflejo en el espejo y se dirigió a vestirse.

- Che, ¿por qué has tardado tanto? – preguntó Marizza al ver llegar al restaurante a Pablo.

- Me tenía que poner lindo para vos. – sonrió travieso dándole un pequeño beso en los labios. – Estás preciosa. – le piropeó

- Pablo es la misma ropa que la de ayer. – rió Marizza ante el piropo.

-Y... la que es linda es linda siempre. – le abrazó.

- Estás mejorando Pablito – le acarició la cara. – Has avanzado de nivel después de lo del hongo en el estómago... - le recordó la chica aquel día cuando Pablo salió de la prisión.

- Admite que es lo más bonito y único que te han dicho. Me juego lo que sea que nadie te ha dicho nada parecido como eso. – rió Pablo.

- Bue... Pensándolo así... Si. Es cierto. – admitió Marizza. Se puso de puntillas para darle un tierno beso en los labios. - ¿Desayunamos?

- Dale.

Tras el desayuno, la pareja decidió parar en una estación de esquí que se situaba cerca del hotel y pasar todo el domingo antes de volver a casa de Martin.

Una vez que alquilaron el equipo de esquí, se adentraron en las pistas y disfrutaron de un buen día. Pablo, que había pasado muchas vacaciones con su padre en la nieve, enseñó a Marizza las técnicas básicas para poder esquiar. Tenia experiencia y Marizza se dejaba enseñar a la vez que disfrutaba.Entre risas, caídas, complicidad y besos pasaron el tiempo en su lugar especial con la promesa de volver en un futuro. Se habían convertido en el lugar especial de ambos.

- Chicos ¿Qué tal? – le preguntó Martín cuando ambos llegaron a la casa.

Martín observó a la pareja que entrelazaban sus manos y les miraba tímidamente.

- Grande Pablito – gritó de alegría acercándose a su yerno.

- Pa ... - reclamó Marizza la atención de su padre.

- Mi niña – fue hacia ella y le besuqueó la cara. – Estoy feliz. Estoy inmensamente feliz. – sonrió ampliamente. - ¿Qué tal lo habéis pasado?

- Re bien. – contestó Pablo. – Me llevó a un montón de lugares. Prometo volver.

- Y más vale... Y ahora con más motivo. Que bien se os ve juntos – aplaudió contento. - ¿Y qué habéis comido? ¿Cuánto has gastado mi niña? Tu viejo lo paga que para eso trabajo... Oye, ahora voy al bar que hoy tengo show. Venid. – les invitó.

- No papá, estamos re cansados. -negó Marizza.

- ¿Vas a negar la invitación de tu padre? – preguntó Pablo a la vez que la intentaba animar.

- Esta bien. Cuando se juntan son lo peor. Dadme unos minutos que me cambie de ropa. – Pidió.

Marizza se perdió en unas de las habitaciones quedándose solos Martin y Pablo. Este último sin dejar de sonreir.

- Ey.. Tortolito. – llamó la atención Martin a Pablo. - ¿Te ha contado algo?

- No. – negó desapareciendo su sonrisa. – Lo tengo complicado Martin, me hizo prometerle que no hablaríamos del tema en el tiempo que estuviera acá.

- Bueno... No te vas a quedar acá siempre. Cuando regresen a Buenos Aires tienes que hacer que te lo cuente.

- Martin va a ser difícil...

- Pablo – le dijo con tono serio Martín. – A mi hija le pasó algo groso y si la queres, tenes que hacer lo que sea necesario para que te lo cuente. No me decepciones chaval. 





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Otro capítulo igual de amoroso que el anterior. 

Espero que os haya gustado. 

Millones de gracias por vuestros comentarios. Me animan un montón. 

Mañana otro capitulo más. Comentad todas vuestras opiniones que me encanta leeros. 

Besotes enormes. 

Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora