Capitulo 17. Especial Pablo "Culpa"

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NARRA PABLO

A Bariloche. Me dirigía a Bariloche. Más de mil kilómetros. Más de mil kilómetros que iba a recorrer sin la certeza de encontrar a Marizza en ese bus.

Para colmo, mi celular había dejado de funcionar. Batería agotada. ¿Podía ocurrir algo peor? Mora estaría histérica. Creerá que le mentí. Que yo también me escapé. Miraba mi reloj desesperado. Deseaba que el maldito chofer hiciera su parada de descanso reglamentario. Buscaría por todo el autobús a Marizza. Debía estar aquí, por el bien suyo y el mio propio. Y sino, al menos llamar a Mora y decirle que estaba bien.

En ese instante, el chofer anunció la parada de descanso en cinco minutos. Parecía que me había leído el pensamiento. Se desvió de la carretera para parar en una estación de servicio y descanso. El chofer abrió las compuertas del bus y la gente comenzó a salir.

Permanecí en mi asiento, observando cada pasajero que salía del bus para tomar el aire, comprar algo en el bar o ir al baño. Lo examinaba exhaustivamente con la esperanza de que uno de ellos fuera Marizza. Y si no lo era, recorrer el pasillo del bus con la última oportunidad de encontrarla.

La buscaba en cada mujer que salía del bus, desde mi ventanilla. Cuando ya no había más pasajeros bajando del bus, me levanté para buscarla dentro de él. Pasaba y me fijaba fila por fila. Asiento por asiento. No había rastro de ella. Mis esperanzas se agotaban. En las tres ultimas filas, pude divisar a una mujer de cabello castaño y flequillo. Debía ser ella. La encontré. Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente. Ella estaba ahí. ¡Al fin esta pesadilla llegaba a su fin! Sonreí para mí mismo y aceleré el paso dirigiéndome a ella.

- Marizza – dije tocándole el hombro.

Volteó. No era ella. Mis esperanzas se desvanecieron del todo. La mujer me miraba asustada. Tan asustado como yo al pensar que Marizza no estaba allí y pensar que le hubiera pasado algo. Le pedí disculpas y me marché avergonzado.

Salí del bus. Necesitaba tomar el aire. La angustia se apoderaba de mí. Y también la desesperación. Mi alrededor comenzaba a girar. Mi mundo se tambaleaba. No podía perderla. No quería perderla. Era un nabo. Todo era culpa mía. Mis lagrimas comenzaron a brotar en mis ojos y surcar mi cara. ¿Qué me pasaba? ¿Qué le estaría pasando a ella en estos instantes?

Una pareja, que volvía para subir al bus, acudió para ayudarme. Me sentaron en el borde de la carretera. La chica comenzó a darme agua embotellada y un poco de azúcar a la vez que el hombre me daba aire con lo que parecía ser una revista.

Poco a poco me recompuse y ellos suspiraron del alivio. Me dejaron unas monedas para hablar por una cabina telefónica ya que yo me había gastado todo el dinero que tenía en el billete para el viaje a Bariloche.

Me dirigí hacía la cabina, ante la atenta mirada de preocupación de la pareja. Tecleé los botones hasta completar el número de teléfono. Solo se escuchó un solo tono y el interlocutor descolgó. Con voz temblorosa, reaparcía la parte de Pablo más débil. El Pablo lleno de culpa.

- Mamá...



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Otro especial de nuestro rubio. 

Espero que os guste. Gracias

¿Qué pasara? Se admite opiniones y sugerencias. 

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