CAPÍTULO 24. "Nuestro espacio"

1.9K 81 7
                                    


NARRA MARIZZA

No me lo podía creer.

¡Pero que hacía acá!

¿Estaba loco o qué?

¿No le quedó claro todo lo que le dije antes de fugarme del Elite? Mis ojos no daban crédito. Estaba acá en Bariloche. En la casa de mi viejo. ¿Pero quién se creía que es? Acá con mi papá. Es tarado. Definitivamente es tarado.

Respiré profundamente cerrando los ojos. Más relajada, lo volví a mirar. Y mis pensamientos se esfumaron al verlo.

¿Iba a llorar? ¿Qué me he perdido?

No entendía nada de lo que estaba sucediendo. ¿Estaría soñando? ¿Qué le pasaba a Pablo? Pestañeé varias veces para verificar que lo tenía delante mio. Que era real. Y lo era, ya ves que si lo era. 

Él me abrazó. Me abrazó fuerte. Como si liberara toda la tensión que tenía acumulada. Mostrando su debilidad sin importarle nada. Derribando sus muros. Mis muros. Porque yo también me debilité. Bajé la guardia. Lo abracé como hace un año lo hice. Cuando me enteré la verdad sobre mi padre. Lo abracé de la misma manera que en esa ocasión él me abrazó a mí en aquel pasillo del Elite Way. Apoyándolo. Acompañándolo. Necesitándolo.

Noté unos pasos acercándose a nosotros. Era mi padre. Yo le miré sin soltarme del abrazo de Pablo y él tan solo sonrió y volvió hacia el interior de la casa.

Permanecimos unos diez minutos abrazados. Sin decir ni una sola palabra. No hacía falta contar nada, solo sentir.

Pablo se separó lentamente de mí y se frotó los ojos con sus manos. Se sentó en la escalera de la puerta de casa. En silencio. Con las manos en la cara.

Yo me senté junto a él sin romper ese silencio, ahora incómodo. Miraba a mi alrededor sin tener la valentía de mirarle. No sabía por qué.

- Lo siento – se disculpó rompiendo el silencio entre ambos. Yo, sin embargo, prefería escucharlo. No quería hablar. – Siento estar acá.

Lo miré. Me conocía tan bien que sabía qué palabras utilizar.

- Estaba preocupado. Desesperado. – se justificó, yo seguía sin ser capaz de mirarlo. – Lo siento. Tenía miedo que te pasara algo. – admitió y lo miré con mala cara. – Ya sé que sabés cuidarte sola, pero... no lo pude evitar. Tuve una punzada de qué podrías estar acá y me la jugué.

- ¿Vos viniste por mí? – al fin hablé y el asintió. Desde hace mucho no veía VERDAD en sus ojos y esta vez sí lo vi. - ¿Viniste solo?

- Si – afirmó de nuevo – De hecho, me quedé sin plata por venir acá. – rió y yo, por primera vez en mucho tiempo, le sonrío. - ¿Cómo estas vos? -preguntó con seriedad.

- Bue... No estoy en mi mejor momento. – le admití. – No sabía dónde ir. Me fui sin pensar pero no podía estar allá con los garcas del colegio, con mi mamá al lado mío, con...

- Conmigo – dijo terminando mi frase. Yo agaché la cabeza. – Perdón por todo lo que te hice. Sé que no querés que hablemos del tema, pero dejáme decírtelo. – se adelantó antes de que lo parara. - Lo necesito hacer para sentirme bien conmigo mismo y si vos queres con vos. – continuó. – Lo siento, fui un tarado. Un desagradecido. Cualquier adjetivo se queda pequeño con lo que hice. No quiero justificarme, pero tenía miedo. Miedo a lo que estaba sintiendo. Miedo a avanzar. Miedo a no ser lo suficiente para vos. Miedo a que lo fastidiase todo y te perdiera... Que al final fue lo que pasó. Lo siento. – repitió – Sé que se agotaron todas las oportunidades. Solo quiero disculparme. Quiero que nos llevemos bien... No como amigos. Es imposible que vos y yo seamos amigos. Te amo y no podría verte como una amiga... - se declaró y yo seguía petrificada. Se estaba abriendo por completo.

- Ya ni yo tampoco – le dije sin mirarle. – Acepto tus disculpas, aunque no olvido - le dije y desde el rabillo del ojo pude ver como sonreía y se mordía el labio. Me mataba ese gesto de él. Controlá Marizza. – Creo que estaría bueno para ambos que enterrásemos el hacha de guerra y nos llevásemos bien... - le dije, él quiso abrazarme de nuevo pero esta vez lo paré. – Pero necesito espacio...

De nuevo volvió ese silencio incómodo de hace unos minutos atrás. Nunca había imaginado estar en esta situación con él. Nunca había imaginado un Pablo así. 

- Chicos – nos interrumpió mi viejo apareciendo por el umbral de la puerta - ¿entran?

- Sí – le dije levantándome y me quedé mirando a Pablo que seguía sentado - ¿venís no?

- No – negó levantándose y volteando hacia mi viejo y a mí. – Debo irme. Tengo que salir en una hora hacia Buenos Aires. Al menos pude verlos. – dijo. Esa contestación no me la esperaba. – Marizza, no voy a contar nada. Disfrutá y cuídense. – se despidió

Se acercó a mi papá y le doy un abrazo como despedida. Mi viejo no entendía nada. Pobre. ¿Cómo le contaría todo lo que había pasado?

Pablo me miró, titubeante, supongo que sin saber como actuar. Susurró un leve adiós y se marchó.

Se fue. 




--------------------------------------------------

Hasta aquí el capítulo de hoy.

Reencuentro Pablizza

Reencuentro movidito

Reencuentro cargados de sentimientos

¿Qué os ha parecido? ¿Qué creéis que va a pasar con la pareja? Dejadme comentarios con vuestras apuestas.

Gracias por leerme. Un besazo a todos/as

Elite Way School 5º AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora