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     «—Esas pestes...

     El anciano apagó la televisión y, de muy mal humor, se levantó de su asiento, bajo la atenta mirada de un pequeño niño de seis años. El infante dejó sus juguetes regados en el suelo y caminó campante detrás de su abuelo.

     JungKook olfateó un poco el aire y percibió el aroma de su abuelo. El olor que emanaba no era del todo agradable y era muy sofocante a veces, pero aun así él era muy apegado a su "tata", como solía llamarlo.

     —¿Por qué me sigues, pequeñín? No voy a darte más de esos dulces, la vez pasada se te cayó un diente por eso —comentó el hombre, al parecer de mejor humor que hace unos instantes.

     —No, tata. Mi dientecito se cayó porque me va a salir uno nuevo, así me dijo mamá.

     El anciano asintió y se sirvió un vaso de agua, sintiéndose algo incómodo por la persistente mirada de su nieto.

     —¿Qué pasa, Kookie?

     El niño jugueteó un poco con el borde de su polerón. Con algo de esfuerzo intentó recordar la palabra que había dicho su abuelo para repetirla y conocer su significado.

     —¿Qué es una peste? —preguntó el pequeño cuando pudo vocalizar correctamente.

     —Se le dice así a algo repugnante, como los omegas.

     —¿Qué es un omega?

     —Son las personas que dan a luz a los bebés —explicó el abuelo.

     JungKook no entendía. Dejó pasar el hecho de que tampoco sabía qué era "dar a luz" para darle cabida a su razonamiento en cuanto a la opinión de su mayor. Su mami lo había llevado nueve meses en su barriga y él la quería mucho. No era repugnante —aunque tampoco había comprendido en su totalidad la connotación de esa palabra—, era muy linda y olía delicioso.

     Con su frente fruncida, encaró a su abuelo.

     —Entonces mami es omega, y ella no es "lepugnate".

     El anciano se agachó a la altura de su inocente nieto y lo miró con melancolía mientras acariciaba su entrecejo para disipar las arrugas.

     —No, hijo. Ella está bien. Hablo de los omegas hombres, ellos no deberían existir.

     JungKook ensanchó sus ojos tanto como su boca.

     —¿Omegas hombres? ¿Por qué está mal?

     En la mente del pequeño, el espacio abierto a un nuevo concepto estaba a punto de recibir y asimilar algo que estaba totalmente errado.

     —Escucha, Kook. —El hombre sujetó los delgados y flácidos brazos de su nieto—. Los omegas varones son un error. No tienen lo necesario para formar una familia, son débiles y solo dan problemas. Jamás te fijes en uno de esos.

     —Pero, tata... En mi clase hay un niño —explicó, jugueteando con sus prendas—. No le he hablado todavía, pero es muy lindo y es omega. 

Extinción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora