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     Las vacaciones de visita a sus casas en Daegu fueron muy entretenidas. Si bien sus familias los habían querido ver así desde hace mucho tiempo, juntos y felices, verlos tan melosos y perdidos en su propio mundo convirtió su estancia un poco incómoda.

     La parte difícil fue cuando JungKook le preguntó a TaeHyung si iba a quedarse en Daegu —ya que el omega había culminado con éxito sus estudios y debía buscar un trabajo— o ir de nuevo a Busán junto a JungKook, porque a éste le faltaba el año de prácticas y lo habían asignado en un hospital de allá.

     Dentro de sí, JungKook quería que TaeHyung escogiera irse a vivir juntos como lo habían estado haciendo, pero esa decisión no le correspondía y solo pudo esperar a que su novio le diera alguna respuesta. La espera no fue tranquila, la incertidumbre lo carcomió casi toda su estadía en Daegu.

     —No habrás agujereado mi bata solo por lo que te hice la vez pasada, ¿verdad? Dime que no lo hiciste de nuevo.

     Y como si cumpliera su petición, TaeHyung decidió vivir con él. No sabían a ciencia cierta si regresarían a Daegu, así que dejarían esa decisión al tiempo, lo importante es que estaban juntos en busca de asentar su futuro y eso era más de lo que ambos podrían pedir.

     NamJoon —quien también había terminado sus estudios y tenía como sueño fundar su empresa— no había dudado en mudarse permanentemente a Busán, con JiMin. Ese pequeño pelirrojo realizaba sus prácticas en el mismo hospital al que iría JungKook, así que no perderían contacto. Una cosa más que agradecer.

     —Claro que no, tonto. Yo jamás haría eso —ironizó el azabache—. Pero me voy a vengar, Jeon JungKook, vas a ver. Me quedaron las malditas marcas de tu cinturón en el culo. ¿Sabes lo difícil que fue sentarme con normalidad por una semana? —recriminó el omega, levantando su camisa y dejando a la vista las casi invisibles líneas rojizas en su trasero.

     El castaño rio por la actuación de su novio y se acercó a él. Cuando estaban en casa, TaeHyung tenía por costumbre usar únicamente camisones, libre de la ropa interior, y JungKook no sabía si era una bendición o una prueba. De cualquier modo, tener a TaeHyung así le facilitaba todo.

     —Sigue así y no solo quedarás con las marcas ahí, sino que tampoco podrás caminar en un rato —amenazó JungKook, guiñándole un ojo al menor.

     TaeHyung sonrió ladino, siguiéndole el juego al alfa. Los ojos de JungKook ya destilaban lujuria, y el omega rio por ello. No era precisamente un buen momento.

     —Siete y quince minutos, Jeon. Vas a llegar tarde. ¡Y en tu primer día!

     —Mierda —masculló JungKook—. Tae, antes de que lo olvide, ¿irás con SooBin?

     —Sí. Me dijo que necesitaba un abogado para ver todo el papeleo de su laboratorio, así que saldré. ¿Por qué preguntas?

     —Bien. Eh... sal más o menos arreglado. Iré a verte y vendremos juntos, ¿vale?

     —Vale. Ven aquí. —El alfa se acercó lo suficiente y recibió un beso suave y cariñoso de TaeHyung—. Suerte en tu primer día, amor.

     Por un momento, sus ojos quisieron perderse en la profundidad de los que tenían enfrente, pero no había tiempo para eso y ambos lo lamentaron. 

     —Te amo, cielo. Nos vemos más tarde —dijo JungKook, sonriente, y salió de su departamento con prisa. 

[╰⊰⊹✿ ○ ✿⊹⊱╮]

     El reloj marcaba más de las seis de la tarde y hacía algo de frío en la calle donde estaba TaeHyung. Se suponía que JungKook estaría al llegar y él debía estar dentro de la casa de SooBin, solo que con YeonJun presente era algo extraño. Además, se notaba que querían estar a solas y no era cómodo ver cómo se insinuaban con descaro delante de él. TaeHyung captó rápido y, apenas terminaron, salió de la casa como bala. Eso lo llevaba a su situación actual: de pie en la soledad de la noche, con un mísero pero elegante sweater cubriéndolo.

Extinción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora