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     —¡JungKookie!

     El aludido se puso alerta ante el llamado de su omega y dejó lo que estaba haciendo para llegar al sofá de tres que se había vuelto el lugar favorito de un TaeHyung encinta.

     —¿Qué pasa, amor? —peguntó con calma al verlo regado perezosamente en el mueble.

     —No te vayas —pidió TaeHyung con un puchero.

     El alfa sonrió y besó a su omega, mientras acariciaba la pequeña barriga de cuatro meses que sobresalía entre ellos dos.

     —Si no trabajo, moriremos de hambre. ¿Tengo que explicarlo con manzanas?

     —Podrías, sí. Es una buena idea.

     JungKook rodó los ojos y le dio un suave golpe en la frente.

     —No, tonto. Se me hará tarde.

     TaeHyung sabía que su marido tenía que trabajar, pero una gran parte de él solo quería estar pegada a JungKook todo el día, aunque su razón le decía que era una tontería producto del embarazo. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Terminaría hecho un ovillo en el centro de un nido que haría con prendas de su alfa? Los omegas ya no hacían eso; es más, sonaba a leyenda urbana. Quiso reírse de sí mismo.

     —Ya, ya —dijo rendido el azabache.

     Con una sonrisa, el mayor le revolvió los cabellos negros dulcemente, pero sus mimos se vieron interrumpidos por una llamada telefónica. JungKook tomó su celular y contestó.

     —¿Diga?

     TaeHyung miraba a su esposo con los ojos curiosos, tratando de descifrar el porqué de la llamada o la persona detrás de la línea.

     —Doctor Jeon. La señora Kang llamó para reprogramar la cita. Ella sabe que hacerlo le tomará un buen rato por tratarse de un hospital público, pero dice que le es imposible llegar hoy.

     —Bueno, JiSoo, entonces está bien. Reprograma la consulta. Te veo en la tarde.

     —Seguro, doctor. Hasta luego.

     —¿Quién era? —preguntó TaeHyung con una mano en su cintura, la cual desaparecía con el paso del tiempo y el crecimiento del bebé.

     —JiSoo. Adivina quién tiene la mañana libre.

     Sin darle tiempo para responder, JungKook lo levantó en brazos y se sentó en el sofá, dejando al omega sobre su regazo.

     Entre mimos y besos, TaeHyung comenzó a ronronear, cerrando sus ojos para relajarse y disfrutar del contacto de su alfa.

     Eso del embarazo no era fácil, y la idea del parto comenzaba a aterrarlo. Muy en contra de su voluntad, JungKook no lo había dejado trabajar a partir del tercer mes, y todo por culpa de los vómitos y la descalcificación. Sí, su esposo tenía razón al no permitirle ir a trabajar, porque, si por TaeHyung fuera, iría incluso arrastrándose hasta la oficina solo porque se sentía un inútil al no poder hacer nada más en casa aparte de echarse todo el día en el sillón y salir a caminar un poco solo para no caer en el absoluto sedentarismo. Por el momento llevaba un embarazo relativamente tranquilo, exceptuando el cansancio, antojos, cambios de humor y, por supuesto, las dichosas náuseas.

     Todos esos pensamientos iban menguando bajo las repetidas caricias de JungKook sobre el pequeño vientre del omega, quien se sentía tan adormecido como para dormir hasta el día siguiente. De hecho, la idea sonaba perfecta, pero los golpes en la puerta lo hicieron brincar de la sorpresa y lo espabilaron.

Extinción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora