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     —¡Jeon TaeHyung!

     El grito hizo eco en el vacío pasillo que marcaba la distancia entre el omega aludido y el dueño de aquella voz que conocía a la perfección. Se trataba de JiMin, nada más y nada menos. Había evitado comentar la fecha de su matrimonio incluso a sus amigos, aunque fue difícil mantener el secreto con SeokJin y HoSeok, solo olvidó decírselo a JiMin.

     —Hola, Minnie.  — TaeHyung lo saludó como siempre—. No me llames así, por favor —dijo con calma, como si el remolino que dudas internas pudiera ocultarse con una sonrisa cansada que se esforzaba por parecer genuina.

     —Bueno, así es tu nombre ahora —respondió el menor, sin quitar su expresión medianamente molesta y dolida—. ¿En serio tuve que enterarme por JungKook, HoSeok, SeokJin y NamJoon?

     —¿No son esas fuentes suficientes?

     —¡Pero también tú! —exclamó el pelirrojo—. No puedo creerlo, ni siquiera un mensaje, solo desapareciste y ya —regañó.

     TaeHyung admitía que había sido su error, pero se negaba a decirlo en voz alta.

     JiMin achinó sus ojos hacia el omega, intentando llegar a su conciencia y hacer que se disculpara. No era tan difícil como parecía, su amigo tenía un orgullo de hierro solo para ciertas personas, y él no entraba en esa lista. Finalmente, TaeHyung cedió.

     —Vale, vale. Lo siento.  —El azabache levantó sus manos pidiendo paz, y JiMin se fijó en su dedo anular: estaba vacío.

     El pequeño beta no era adivino, pero sabía que la boda de sus dos amigos no había salido bien. Ellos no se habían topado durante los cinco días posteriores a su viaje y eso no era precisamente casualidad. En primera instancia, JiMin supuso que simplemente se estaban evitando como hacían a veces, eso hasta que se enteró del matrimonio por boca de su novio, luego de SeokJin y HoSeok, y por último de JungKook. Pero hasta ahora recordaba un detalle que había pasado por alto días atrás.

     —Tae... ¿y tu anillo?

     El azabache escondió su mano, apenado. Supuso que esa sería una pregunta frecuente, pero dárselo a JungKook fue una manera de reprimir sus ganas de usarlo. Siempre había reprimido lo que sentía, siempre fue más fácil callar, pero la verdad era que nunca, jamás sacó a ese alfa de su mente.

     —Lo tiene JungKook —respondió en un susurro.

     JiMin lo miró con algo de nostalgia en sus ojos. Tenía que hacer algo y sabía exactamente qué. 

     Arrastrando a TaeHyung consigo, el beta fue en busca de JungKook. Claro que no le dijo al omega a quién buscaban o no habría dado ni dos pasos fuera de la facultad.

     Caminaron algunos minutos, pero no encontraban al castaño por ningún lado. JiMin concluyó que debía estar en la biblioteca, ya que, estando cerca de finalizar su carrera, el trabajo se le acumulaba, aunque también era una buena manera de distraerse y no pensar en TaeHyung. Era la biblioteca o rendirse, porque no se le ocurría ningún otro lugar donde buscar.

     —Vamos. 

     El beta jaló a TaeHyung una vez más para internarlo en la biblioteca, y con mucho cuidado fueron a una mesa ubicada en una de las esquinas del lugar. Bingo. Ahí estaba JungKook, la intuición de JiMin era infalible.

     El azabache, al darse cuenta de las intenciones de su amigo, quiso retroceder, pero el pequeño tenía fuerza en esas manos. TaeHyung sentía el ritmo de su corazón ir más rápido de lo normal. No había querido cruzarse con JungKook desde que llegaron de Daegu después de la desastrosa boda, pero ahí estaba, caminando hacia él, dejándose llevar por el pelirrojo.

Extinción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora