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     El campo era hermoso, tal como un cuento de hadas. Al fondo del verde patio, se alzaba un bello cerezo y en el césped aterrizaban algunos pétalos rosados, dando un aura de ensueño al lugar.

     —Cariño, no puedes estar aquí.

     TaeHyung se giró al escuchar la conocida voz detrás de sí y vio a su madre con una sonrisa.

     —Claro que puedo, es mi casa —respondió de forma juguetona.

     EunHwa rodó los ojos y soltó una carcajada incrédula. Estaba poniendo todo de su parte para no estrechar a su niño en sus brazos y no soltarlo jamás. ¿En qué momento había crecido y madurado tanto?

     —Ya. Pero si JungKook sale, te va a ver, y ya sabes que no es bueno que los novios se vean antes de la ceremonia.

     Fue el turno de TaeHyung para reír. Su madre y sus supersticiones.

     —De hecho, ya somos esposos, pero...

     —No me refutes, Kim TaeHyung.

     —Ese no es mi nombre desde hace tiempo.

     —Mocoso insolente. —EunHwa fingió molestia—. Pasa ya, hace falta arreglar tu cabello.

     EunHwa retiró algunas hojas del saco de su hijo y lo tomó del brazo para adentrarse ambos a la casa.

     Luego de algunos meses después de que JungKook le pidiera a TaeHyung renovar sus votos, decidieron comprar una casa en Busán, ya que se quedarían a vivir ahí por razones de trabajo. No fue una decisión fácil, ya que extrañarían muchísimo a sus padres y demás familiares. Además, la idea de comenzar a formar una familia al omega lo ponía sumamente nervioso, pero feliz a la vez.

     La amplia casa tenía un hermoso patio, el lugar perfecto para organizar una pequeña y linda ceremonia. Les había costado sus ahorros de toda la vida y una que otra deuda que duraría unos años, pero lo valía, y ver el empeño que el castaño había puesto en conseguir una casa así de hermosa, simplemente hacía que TaeHyung se sienta muy orgulloso de quien era ahora su pareja y de su relación. JungKook no dejaba de sorprenderlo.

[╰⊰⊹✿ ○ ✿⊹⊱╮]

     —Ahora, aquí estamos para presenciar la renovación de los votos matrimoniales entre la pareja Jeon.

     Ninguno de los dos estaba prestando la atención necesaria al obispo que parloteaba frente a ellos. No era su culpa, pero se estaba extendiendo más de lo necesario y estar de pie más de una hora era cansado.

     JungKook, contrario a TaeHyung que prefería distraerse viendo el cerezo, optó por contemplar al hermoso azabache que por segunda vez estaba a su lado, haciendo pública su unión. El omega llevaba un hermoso traje negro que hacía juego con la oscuridad de su cabello. JungKook era quien vestía de blanco, y no realmente porque así lo había querido, sino porque tal vez se le olvidó que tenía que comprar un maldito traje y no alcanzó a conseguir uno bonito y negro. Aunque no se quejaba, el que llevaba favorecía su figura, o al menos eso había dicho TaeHyung.

     —Deja de mirarme así —susurró TaeHyung entre dientes, sonriendo ligeramente.

     —No puedo evitarlo —respondió el castaño.

     —¿Decía algo, señor Jeon? —El obispo interrumpió.

     La pareja se sintió como un par de niños atrapados haciendo alguna travesura.

     —Oh, nada. Prosiga —dijo JungKook algo avergonzado y compartiendo risas con su omega.

     —Bien. —El hombre carraspeó para mitigar los murmullos, mayormente de parte de los familiares más jóvenes presentes—. Jeon JungKook, ¿prometes cuidar a este omega con tu vida misma, respetarlo y amarlo por el resto de sus días?

Extinción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora