Epílogo

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—Jeon JaeMi, ven aquí.

—¡No quiero usar ese feo abrigo rosado, papi! —refunfuñó una pequeña mientras corría por toda su casa y sobre los muebles.

TaeHyung y JungKook suspiraron con pesadez. ¿A quién había salido tan terca y obstinada? No necesitaban responder a eso, conocían la repuesta a la perfección.

—No es rosado, es... color cerdito. Ahora ven o YeonTan no comerá hoy —amenazó el omega. Era su último recurso.

Jamás podría hacerle eso a su pequeño cachorro, pero funcionó y la niña dejó de correr para acercarse resignada a su padre. JungKook rio a un lado, mientras el azabache le dedicaba una mirada acusatoria por dejarlo como el villano de nuevo.

—Acepto solo por Tannie, aunque sé que no eres capaz de dejarlo sin comida. Ya no soy una pequeña de cinco años, papá.

Su pequeña hija tenía un punto; TaeHyung no podía contradecirla.

—Pero hizo que te pusieras el abrigo. Ahora, mi amor, toma. —El azabache omega le dio su mochila a la niña—. Que les vaya bien en el zoológico.

Con ternura, la frente de JaeMi recibió el cálido beso de TaeHyung y un abrazo de parte de JungKook la acogió. En compañía de sus dos padres, la menor llegó a la puerta de su hogar y se dedicaron a esperar la llegada del bus escolar que no debía tardar. JaeMi se mostraba ansiosa por ser la primera excursión —por así decirlo— de su escuela.

Contrario a lo que esperaban JungKook y TaeHyung, JaeMi, de siete años de edad, era una feliz beta, como todos los niños que nacieron antes y después de ella, exceptuando a esos dos cachorros omegas que ya debían rozar los diez años de edad. La ley que los emparejó se había disuelto no hace mucho al ver los resultados negativos.

Quizá no era del todo malo, pero una parte de la humanidad quedaría en el olvido, extinta, y desechar tantos años de cultura no sería una tarea fácil. La nueva generación presagiaba una sociedad beta en su totalidad, y ningún tipo de cargo o poder podía evitar eso, pese a que intentaran hasta lo impensado como años atrás. Lo único que quedaba por hacer era aceptar el cambio y esperar que el destino hiciera de las suyas.

—Papá, hace rato dijiste "zoológico". No es un zoológico, es un lobozoario.

TaeHyung no supo qué decirle a su hija, mientras que JungKook soltó una carcajada y acarició la cabeza de JaeMi.

—Eso no existe, Jae. Podría decirse que es un lugar donde crían lobos —aclaró el alfa.

—Bueno, eso. Dicen que nos explicarán un poco de cómo funcionaban las cosas en la sociedad según las jerarquías años atrás. Ustedes y los tíos son los únicos alfas y omegas que conozco —comentó la niña.

Ambos padres quedaron en silencio por algunos segundos. Ellos no lo habían notado, pero su propia hija apenas sabía de alfas y omegas por su círculo de amigos y sus padres.

—Yo tampoco llegué a conocer muchos, linda —dijo TaeHyung—. En la Universidad solo conocía a tu padre, a YoonGi y a BoGum. También están los abuelos. Tú sabes que NamJoon y JiMin son betas.

—Sí, al igual que Channie oppa y Baek.

JungKook asintió ante lo dicho por su hija, aunque la niña estaba distraía jugando con los tirantes de su mochila.

BaekHyun era un curioso niño que NamJoon y JiMin habían adoptado hace no más de tres años. Rápidamente, JaeMi y ChanYeol lo incluyeron a su familia como un miembro más, y éste se había adaptado muy bien.

Extinción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora