"La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno". -Walter Scott.
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Una chica inocente se ve envuelta por azar en un sangriento ajuste de cuentas de miembros de la mafia japonesa, conocidos como los "Dragones Rojos". A partir de es...
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La brisa que entraba por la ventana semiabierta hacía danzar las cortinas. Hiroshi yacía sobre su cama mirando al techo. Estaba desnudo, y las sábanas blancas resaltaban los colores de los tatuajes que cubrían casi por completo su cuerpo.
Había esperado por más de diez minutos: y detestaba esperar. Pero esa no era la única causa de su irritación, sino todo lo que daba vueltas en su cabeza en ese instante. Aunque odiaba pensar tanto, sabía perfectamente que había hecho algo muy estúpido. No le quedaba otra opción que aguardar hasta saber la magnitud de las consecuencias.
Se incorporó, tomó un sorbo del vaso de licor que tenía en la pequeña mesa de noche y soltó un gruñido. Se preguntaba qué demonios había pensado en ese momento.
Finalmente, la puerta de la habitación se abrió despacio y entró Nozomi. Vestía un camisón que mostraba la silueta de su cuerpo desnudo bajo la tela, y llevaba suelta su cabellera negra y lisa. No era una belleza, pero tenía cierto atractivo y siempre le resultaba divertida.
La miró con sus profundos ojos azules de una forma que le indicaba que no estaba en su mejor humor. Ella era buena interpretando su lenguaje corporal, a pesar de que ni siquiera hablaba español, por lo que comprendió el mensaje.
La chica se acercó a la cama y comenzó a acariciar despacio sus piernas largas y musculosas. Luego comenzó a subir de una manera lenta y sensual hacia el punto donde él deseaba que estuvieran sus manos en ese instante. No tenía que decirle una palabra, Nozomi conocía bien lo que le gustaba y lo relajaba, sobre todo en un momento de tanta tensión.
Sus músculos comenzaron a ceder mientras ella utilizaba su boca para darle placer, y en solo pocos minutos ya había olvidado casi por completo sus preocupaciones.
Llevó una de sus manos al pecho de la chica y comenzó a acariciarlo por encima del camisón, mientras la otra se enredaba en su cabellera indicándole la velocidad de sus movimientos. Sexo era todo lo que necesitaba para olvidar.
Sin embargo, la puerta se abrió de un modo violento propinando un estrepitoso portazo en la pared. Nozomi se levantó, sobresaltada, mientras él se cubrió con una sábana y se incorporó en la cama. Era su hermana, Hikari, que entró frenética al cuarto sosteniendo un periódico en sus manos.
La interrupción causó que su rabia aumentara, pero sabía que había un motivo tras el comportamiento de Hikari. Mejor aún, sabía cuál era ese motivo.
—Hanatte oite, Nozomi* —le dijo Hikari a la chica. Ella asintió y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
—¿Acaso no sabes que se toca antes de entrar? —preguntó Hiroshi, molesto, pero su hermana le arrojó el periódico a la cara a modo de respuesta—. ¿Qué mierda es esto?
—¿Qué mierda es eso? Exactamente eso vine a preguntarte, ¿qué diablos estabas pensando? ¡Lee la maldita primera página, Hiroshi!
Tomó el periódico en sus manos y le dio un vistazo. En efecto, la primera página contenía la noticia del asesinato colectivo en la tienda de la familia Miyasawa, y había una sobreviviente. Pero él ya sabía eso, o al menos lo imaginaba.
—No sé de qué hablas —respondió, pretendiendo indiferencia.
—¡Tú dejaste a esa chica viva, Hiroshi! ¡Nos expusiste a todos!
—Fallé el disparo...
Hikari soltó una risa irónica.
—¿Fallaste el disparo? ¿En serio? Tú nunca fallarías un disparo a esa distancia, y le diste coincidentemente en un lugar en el que su vida no se vio comprometida, ¡tú la dejaste vivir!
—¿Y qué hay con eso? —Hiroshi alzó un poco la voz; ese tema ya lo estaba sacando de sus cabales.
—¿Qué hay con eso? —gritó Hikari—. Ella es un cabo suelto. Tú nunca dejas cabos sueltos porque sabes las consecuencias, nuestro padre se pondrá furioso cuando lo sepa. ¡Eres un idiota, Hiroshi! Ella puede traer la policía hasta ti, hasta nosotros. ¡Era un trabajo limpio y lo arruinaste a propósito!
—¿Y qué diablos va a decir esa chica, que tengo los ojos azules? Ella no me vio la cara, nadie vio nada, ¡deja de sobreactuar!
Trataba de calmar a su hermana, pero muy dentro sabía que ella estaba en lo correcto. La chica de la tienda no solo había visto sus ojos: también había escuchado su nombre y su voz. Si lograba recordar alguno de esos detalles y la policía comenzaba a juntar cabos estaba realmente jodido, y había comprometido a toda su familia.
—Oh, Dios, esto es un desastre —exclamó Hikari con desesperación y se restregó la cara con las manos—. Hiroshi, ella puede llevarte a la cárcel. Yo no soportaría que algo así te pasara...
Hiroshi sintió el miedo y el dolor de su hermana en carne propia. Sabía que, si fuera el caso contrario, él estaría mucho peor. Pero también sabía que ella no era una asesina despiadada, que no era como él, así que no tenía necesidad alguna de mentirle.
—Ella debe tener alrededor de tu edad, Hikari... —dijo en un tono de voz bajo—. Es una chica inocente que no tiene nada que ver con nuestros asuntos, solo estaba en el lugar y momento equivocados.
Hikari suspiró profundo y una lágrima rodó por su delicada mejilla. Asintió y se sentó en la cama junto a él.
—Lo sé —susurró—. Sabes que odio todo esto más que nadie. No quiero que las cosas sean así, solo estoy aterrada... No quiero que nada te ocurra...
—Descuida. —Hiroshi le secó suavemente la mejilla y le habló con ternura—: Todo estará bien, lo prometo.
Hikari asintió y salió despacio de la habitación.
Él tomó un trago largo de licor mientras analizaba la situación. Ya ni siquiera le apetecía tener en sexo en ese momento.
Muy dentro sabía que había cometido un grave error. Había mostrado una debilidad que nunca antes había estado ahí, y quizás tendría que hacer algo para enmendar sus actos. Si la chica decidía abrir la boca no le quedaría otro remedio que ir a terminar el trabajo, aunque deseaba con todas sus fuerzas que lo hubiera olvidado todo.
No le quedaba otra opción que encontrarla y vigilarla de cerca hasta que la situación se calmara. Tenía que comprobar si era capaz de reconocerlo antes de que alguien más tomara la iniciativa por él.
«Pues sí, bastardo —se dijo—, tendrás que volver a verla».
*Déjanos solos, Nozomi.
¡Gracias por leer! No olvides regalarme tu estrellita si te gusta la historia. Este capítulo estuvo especialmente dedicado a AngieTatiana3 ❤️