Capítulo 31

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—¿Qué le ocurrió a tu hermano en la mano? —preguntó Astrid mientras Hikari le dejaba los tazones con la cena

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—¿Qué le ocurrió a tu hermano en la mano? —preguntó Astrid mientras Hikari le dejaba los tazones con la cena. La chica suspiró profundo y se sentó a su lado en el suelo. Su rostro estaba totalmente serio.

—Tú —le respondió. Astrid no comprendió.

—¿Qué?

—Sí, Astrid —volvió a hablar Hikari con cierta tristeza—, tú le ocurriste. Mi hermano perdió su dedo por desobedecer a nuestro padre y mantenerte viva.

—Eso es absurdo, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?

—Él tuvo que cortárselo para compensar su ofensa, fue el castigo por su deshonor.

Quedó estupefacta al escucharla. ¿Cómo alguien podía hacer algo así? Eso era una locura.

Hikari pareció notar lo que pasaba por su cabeza y continuó hablándole en un tono que denotaba su irritación:

—Se llama yubitsume, Astrid, y es una tradición muy antigua. Descuida, no espero que un gaijin, un forastero como tú, lo entienda.

Hikari se puso de pie y tomó la bandeja vacía en sus manos, dispuesta a marcharse. No obstante, ella también se levantó del suelo y la encaró.

—Tu hermano es un criminal —le dijo—, eso es lo menos que merece.

—¿Estás hablando en serio? —respondió la chica con una mezcla de incredulidad y enojo—. Hiroshi va a cargar con esa deshonra por el resto de sus días por tu causa. Él ha salvado tu vida en más de una ocasión, ¡deberías estar agradecida!

—¡Hiroshi me disparó y asesinó personas inocentes aquel día!

—¿Inocentes? —replicó Hikari, y luego soltó una risa sarcástica que la desconcertó un poco—. Tú no tienes idea de lo que estás hablando, no la tienes. Ningún Miyasawa es inocente, ¡ellos son los criminales! ¿Quieres saber lo que han hecho esos bastardos a los que llamas inocentes? Ellos han asesinado a miembros de nuestra familia, ellos asesinaron a sangre fría a nuestra madre, Astrid. ¡Ella sí era inocente, esos cabrones deben pagar!

Las palabras de la pelinegra la impactaron. ¿Los de la tienda eran responsables por la muerte de la madre de ella y de Hiroshi? Ella pensaba que eran simplemente personas trabajadoras e inocentes. Joshua había tenido razón aquel día en el hospital: las presuntas víctimas también eran criminales; había mucho más detrás de esa turbia historia.

—Yo...

—No digas nada —la interrumpió Hikari en un tono de voz más calmado—. Siento que hayas estado en el momento y lugar equivocados aquel día, pero ya nadie puede hacer nada al respecto. También entiendo que odies a Hiroshi, que me odies a mí, a todos aquí. Pero quizás debas detenerte a mirar las cosas fuera de tu mundo de fantasía donde todo es perfecto, porque en el mundo real, Astrid, ninguna verdad que creas saber es absoluta. Créeme, la línea entre el bien y el mal se torna borrosa con más frecuencia de lo que imaginas...

Hikari salió de la habitación y ella se sentó en el borde de la cama. ¿Era posible acaso que incluso criminales como ellos tuvieran un motivo real para sus actos? No podía justificarlos ni tampoco podía olvidar todo el daño que le habían causado.

No obstante, seguía viva. Estaba encerrada contra su voluntad, pero ellos no la habían golpeado; no habían abusado de ella; no le habían hecho ninguna de la infinidad de atrocidades que se le ocurrían en ese momento. Ellos, de cierta forma, solo la habían protegido, incluso el desgraciado de Hiroshi —por mucho que le costara reconocerlo—.

Mientras se encontraba en esa encrucijada mental la puerta se abrió. Hiroshi entró en silencio, como si lo hubiera invocado con el pensamiento. Permaneció sentada, sin decir palabra alguna. Él se acercó a la mesita de noche y colocó una caja encima. Era una caja de... ¿pizza? ¿Hiroshi le había llevado pizza?

—Hikari me ha dicho que ya te trajo de cenar —dijo finalmente el chico—. Pero escuché que no te gusta demasiado la comida, así que te he traído algo que quizás te agrade un poco más.

Astrid estaba sorprendida, pero prefirió no responder, solo se limitó a observarlo. Miró su mano izquierda y pensó en las palabras de Hikari. Si realmente cortarse el dedo significaba tanto para ellos, ¿por qué había decidido hacerlo en lugar de asesinarla?

Hiroshi caminó hacia la salida, pero antes de marcharse se giró en su dirección y le sonrió con algo de malicia. Sin embargo, había también un brillo muy particular en sus ojos azules.

—Solo no te acostumbres, Astrid —le dijo—, no suelo ser así de encantador...

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a LiliaGuadalupeCanto2
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora