Capítulo 43

2.1K 305 87
                                    

Joshua se adentró en el casino justo como la primera vez, como si fuera un cliente más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Joshua se adentró en el casino justo como la primera vez, como si fuera un cliente más. Ordenó un trago y comenzó a beberlo junto a una de las mesas de juego, mientras analizaba la escena detenidamente. Había varios guardias, que tendría que despistar o entretener para poder colarse en la habitación donde se había perdido ese bastardo la vez anterior.

Tenía un pequeño plan, pero estaba en extremo nervioso porque muchas cosas podían fallar y resultar fatales. Esperaba que el alcohol lo ayudara con eso, pues no podía detenerse.

Astrid llevaba más de una semana desaparecida. La policía no había encontrado ninguna pista de su paradero y todos los que la amaban estaban cada vez más desesperados. Mantenían la esperanza de que estuviera con vida, pero —incluso en ese caso— no querían ni pensar en qué condiciones se encontraría ella física y mentalmente.

Él tenía que encontrar cualquier tipo de irregularidad en ese lugar que llamara la atención de las autoridades y les permitiera intervenir. Luego de los recientes asesinatos de ciudadanos provenientes de Japón, suponía que todas las familias adineradas de esa misma nacionalidad estuvieran en la mira de los oficiales. Ellos no eran tan ingenuos como para no saber que muchas de esas familias estaban involucradas directa o indirectamente con la mafia.

Palpó su bolsillo derecho comprobando que su pequeña cámara de fotos aún estuviera ahí, y luego colocó el vaso vacío en una de las mesas. El momento había llegado, se jugaría todo por tratar de encontrar a Astrid. Quizás la vida de ella dependiera de lo que él lograra hacer en ese momento.

Joshua se encaminó hasta el baño de hombres, y pretendió que lavaba sus manos hasta que otras dos personas que estaban ahí dentro terminaron y salieron. Miró al techo y sonrió al comprobar que, como había pensado, el Casino Sakura poseía alarmas para detectar incendios al igual que el resto de los lugares importantes de la ciudad. Verificó que estuviera totalmente solo, y entonces decidió poner en marcha su plan, para lo cual sacó un pequeño encendedor que traía consigo. Sin embargo, parecía no funcionar.

—Diablos... —susurró el chico mientras sus manos temblaban y miraba con recelo la entrada del baño.

Trató una y otra vez, pues lo había comprobado en casa antes de salir y no entendía ese fallo en un momento tan crucial. Justo cuando todas sus esperanzas estaban a punto de desaparecer, la pequeña llama se iluminó. Suspiró con alivio y estiró su mano cuanto pudo hasta acercar el fuego al detector de humo, sabía que era cuestión de muy poco tiempo.

La alarma para incendios se activó y un enorme ruido se adueñó del lugar. Fuera de la habitación pudo escuchar el caos extendiéndose por el concurrido local. Esa era su única oportunidad.

Joshua salió con cautela y comenzó a caminar rápidamente entre las personas que se apresuraban para alcanzar la salida y chocaban entre sí. El ruido provocado por la alarma y los gritos desesperados de la gente era ensordecedor, pero él parecía no escuchar nada. Estaba totalmente centrado en la puerta que conducía a esa otra área misteriosa. Finalmente, vio que los guardias que la custodiaban tuvieron que unirse a los otros para controlar el flujo de gente y las disputas causadas por el fervor del momento.

«Bingo», pensó y corrió sin detenerse hasta atravesarla. Dentro estaba todo oscuro, había solo algunas velas que iluminaban ese extraño salón lleno de altas cortinas rojas, pero pudo divisar otra puerta que lo conducía incluso más lejos. No obstante, cuando iba a alcanzarla sintió unas voces agitadas que se acercaban, por lo que se movió con rapidez y se coló tras una de las cortinas. Estaba sudando mucho más de lo habitual, y contuvo la respiración hasta que sintió los pasos y las voces adentrarse en el bullicio exterior.

Salió de su escondite y retomó su camino, hasta llegar a un pasillo que conducía a otras cinco habitaciones. Respiró profundo y vaciló un instante antes de continuar. Un paso en falso podía costarle la vida. Luego abrió despacio la más cercana y se sintió aliviado al ver que no había nadie allí. Parecía solo una pequeña sala de reuniones, que no tenía nada que aportarle a su objetivo, así que decidió proseguir su camino.

Sin embargo, escuchó a otras personas hablar y un enorme miedo se apoderó de él. No podía permitir que sus nervios lo traicionaran, así que pensó que lo mejor era esconderse ahí dentro hasta que se marcharan, y eso fue exactamente lo que hizo.

Una vez que logró salir, notó que la última puerta del pasillo estaba entreabierta. Al parecer, los hombres habían salido de ahí, y quizás ese fuera exactamente el lugar que estaba buscando. Corrió hasta allí y permaneció inmóvil un instante, comprobando que no hubiera ruidos dentro. Luego entró a la habitación y cerró la puerta tras de sí. No tenía mucho tiempo, así que tanteó con su mano en la pared hasta encontrar el interruptor y lograr iluminar el cuarto.

Joshua palideció ante lo que vieron sus ojos: era una habitación pequeña y hermética, cuyas paredes estaban totalmente salpicadas de sangre seca. ¿Qué diablos hacía esa gente en ese lugar?

Sin embargo, eso no era todo, había una manta oscura cubriendo algo que ocupaba gran parte de la habitación. Se quitó los lentes y restregó sus ojos un instante. Tenía bastante que procesar, pero sabía que no podía detenerse, así que volvió a colocárselos y, sin pensarlo, haló uno de los extremos de la manta tirándola al suelo. Debajo había varias cajas, repletas de balas, tantas que podían abastecer todo un ejército.

Una alegría efímera lo invadió, pues eso era justo lo que necesitaba para probar que esa gente estaba involucrada en negocios ilícitos. ¿Qué hacían con esa enorme cantidad de balas? Solo había una opción: venderlas en el mercado negro. Si había balas debía haber armas, pero eso ya sería trabajo de la policía.

Joshua sacó la cámara de su bolsillo y comenzó a fotografiar todo lo más rápido que pudo, las cajas y también las manchas de las paredes. Solo le quedaba algo por hacer, quizás lo más difícil. Debía lograr escaparse de allí...

Abrió con cautela y vio el pasillo vacío, así que corrió hasta el otro extremo tratando de no hacer ningún ruido. Sin embargo, justo cuando iba a atravesar la salida, una de las habitaciones se abrió, y sus ojos se cruzaron con la mirada sorprendida de uno de los japoneses.

«Diablos», se dijo y echó a correr. El tipo gritó algo en su idioma y luego más voces se le unieron. Tenía que ser muy rápido o no lograría salir de allí, pero avanzar en la sala oscura se le dificultaba. Por su cabeza pasaron todo tipo de ideas tenebrosas, estaba aterrado. Tenía que lograr escapar, o sería su final y quizás también el de Astrid. No podía permitirse caer en manos de esos despiadados, ya había visto los crímenes que eran capaces de cometer.

Casi a tientas alcanzó la salida y, por un segundo, pensó que lo lograría. Sin embargo, al abrir la puerta su paso se vio interrumpido por una figura corpulenta, y unos fríos ojos azules lo atravesaron. No podía creerlo, era el bastardo del bar...

—¿A dónde diablos crees que vas, pequeño imbécil? —le preguntó en un tono burlón.

Joshua tragó en seco. Todo se había acabado, ese era su final...

¡Gracias por leer!
No olvides regalarme tu estrellita si te gusta la historia.
Este capítulo estuvo especialmente dedicado a makiyo_T
❤️

El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora