Capítulo 19

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Astrid abrió sus ojos despacio cuando la luz del día comenzó a colarse por las ventanas

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Astrid abrió sus ojos despacio cuando la luz del día comenzó a colarse por las ventanas. Le dolía la cabeza y le parecía que había tenido una pesadilla horrible. Pero, por mucho que lo deseara, no había sido un sueño. Todo había ocurrido realmente y estaba muy lejos de la seguridad de su hogar.

Se incorporó en la cama y comenzó a mirar a su alrededor. Seguía en el cuarto donde ese maldito criminal la había dejado, y en algún momento de la madrugada el sueño la había vencido.

Estaba aturdida, ansiosa, sin tener la más mínima idea de qué iba a ocurrirle. Lo único que quería era volver a llorar.

Sin embargo, optó por levantarse y caminar hasta el pequeño baño para echarse un poco de agua en el rostro. Seguir llorado no iba a devolverla sana y salva con su familia y amigos, ni tampoco iba a cambiar el destino del hombre que ella había ayudado a asesinar.

Al mirarse en el espejo sobre el lavabo casi no se reconocía. Tenía los ojos hinchados y ojerosos, aún con rastros de maquillaje de la noche anterior, y su cabello lucía desastroso.

Los pies le dolían, los tenía lastimados de correr descalza, y se sentía enormemente incómoda en el vestido que llevaba. Era capaz de cualquier cosa por estar en su casa arreglándose para irse a la universidad o desayunando con sus padres. Era una idiota y ahora estaba pagando las consecuencias de sus actos. Si solo hubiera escuchado los consejos de su madre y de Joshua... ¿Qué estarían haciendo ellos en ese momento? Seguro estarían desesperados por saber qué le había ocurrido.

La puerta de la habitación sonó y se sobresaltó. Seguramente ese bastardo había vuelto. No obstante, salió del baño solo para ver que estaba en un error: no era Hiroshi, era una chica.

—Veo que ya despertaste... —dijo la chica y colocó una pequeña pila de ropa sobre la cama. En la otra mano traía un tazón con comida, al parecer. Ella permaneció inmóvil en la puerta del baño, observándola—. Soy Hikari. Te he traído algo de ropa, debes estar ansiando tomar un baño y cambiarte, y también te he traído algo de com—

—¿Qué va a hacer conmigo? —la interrumpió, algo ansiosa, y la chica suspiró profundo. Era delgada y parecía uno o dos años menor que ella. Su cabello era negro y largo. Tenía rasgos asiáticos, a diferencia de Hiroshi, y era ciertamente muy hermosa.

—Honestamente, no lo sé, Astrid, por el momento solo te quedarás aquí. Trataré de hacer todo lo que esté a mi alcance para que te sientas cómoda.

—¿Cómoda? —se mofó Astrid—. Estoy encerrada contra mi voluntad y ese maldito bastardo es un asesino a sangre fría, ¿te parece que pueda sentirme cómoda?

Hikari avanzó velozmente hasta quedar a escasos centímetros de ella y la miró a los ojos de una manera amenazadora.

—Escúchame bien claro, Astrid Greene —escupió con desdén—, ese «maldito bastardo» es mi único hermano y, si estoy aquí, es porque él me lo pidió y porque quiero ayudarte, así que es mejor que cierres la boca y cooperes. Créeme que no quieres tenerme como tu enemiga, ¿entendido?

Astrid asintió con nerviosismo y tragó en seco, las cosas eran incluso peor de lo que pensaba. Estaba atónita al ver el cambio tan radical de alguien que parecía tan inocente e indefensa. Sin embargo, la chica retrocedió y suavizó su expresión, como si nada hubiera ocurrido, y luego colocó el tazón en la mesita de noche.

—¿Quieres ayudarme? —musitó Astrid con algo de amargura en la voz—. ¿Entonces por qué no me dejas ir?

—Sabes perfectamente que no puedo hacerlo... Eso es todo por ahora, toma un baño y come algo, debes tener hambre.

Hikari salió de la habitación, dejándola sola una vez más. Sintió que sus ojos comenzaron a escocer, estaba a punto de llorar nuevamente. Todos eran igual de hostiles en esa casa, tenía que encontrar una maldita forma de escapar. Pero estaba rodeada por todos lados y no tenía la más mínima idea de cómo salir de allí, incluso si lograba salir de ese cuarto.

No tenía demasiadas opciones en ese momento, así que decidió que el primer paso para lograr pensar con claridad e idear un plan de escape era sentirse limpia y más cómoda. Por ese motivo, caminó hasta la cama y cogió uno de los vestidos que Hikari le había dejado. También había una toalla y ropa interior, que esperaba que no le quedara tan ajustada.

Entró al cuarto de baño y abrió la ducha. El agua comenzó a caer, casi invitándola a quitar toda la suciedad y al menos parte del cansancio que tenía, pero estaba aterrada al tener que desvestirse en ese lugar. Estaría a merced de cualquiera que entrara, y esa idea hacía que su estómago se revolviera. Sin embargo, sabía que de cualquier forma estaba en peligro, así que lo haría rápido sin pensarlo mucho más.

No tenía la más mínima idea de qué pasaría con ella. Lo único que quería era cerrar los ojos y luego despertar lo más lejos posible de esa maldita realidad.

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a fabianaaa17_
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora