"La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno". -Walter Scott.
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Una chica inocente se ve envuelta por azar en un sangriento ajuste de cuentas de miembros de la mafia japonesa, conocidos como los "Dragones Rojos". A partir de es...
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—Supongo que tu elección no apestó tanto después de todo... —dijo Rose con una sonrisa de tonta dibujada en el rostro, y luego se llevó un cigarrillo a los labios. Los tres chupitos que se había tomado ya le estaban haciendo efecto. El que Joshua le había llevado no había sido suficiente para calmar sus enormes ansias de celebrar —lo que fuera que estuviera celebrando—, así que había buscado otros dos.
Rose era una chica alta y hermosa, y tenía unos ojos oscuros fascinantes. Ella y Astrid tenían gustos bastante similares, pero Rose era mucho más fiestera y, a pesar de eso, toleraba mucho menos el alcohol. Ellas y Joshua salían a menudo. A veces también se incorporaba Tommy, el singular «príncipe azul» de Rose, u otros chicos o chicas que conocían.
Sin embargo, en esa ocasión Astrid había preferido salir solo con ellos. Seguía un poco insegura y sobresaltada después de lo que había vivido, y prefería retomar su vida social dando pequeños pasos.
—Ya basta, Rose, te estás pasando... —le dijo Joshua tratando de retirar el vaso de su mano. Astrid tenía la impresión de que él estaba algo tenso esa noche, pero quizás eran solo ideas locas suyas, así que prefirió no decirle nada al respecto.
—Déjame, «papá Joshua». —Rose alejó su vaso y le sacó la lengua—. Estás peor que la madre de Astrid...
Astrid sonrió y la empujó por el hombro, sacándole una risa.
—¡Ey! Deja a mi madre en paz, «tolerancia cero».
—Solo aviso. —Joshua sonrió y levantó sus manos en señal de rendición, dándola por incorregible—. No pienso llevarte a cuestas a tu casa y darle una vez más la cara a tus padres.
—Es cierto, si sigues así te dejaremos tirada aquí. No es nuestra culpa que no resistas ni una gota de alcohol.
—Aguafiestas... —balbuceó Rose y los tres rieron.
Astrid observó a Joshua un momento y le alegró verlo reír. Nada le ocurría, eran solo fantasías suyas. ¿Qué de malo podía pasarle? Habían salido a divertirse y la noche había estado mejor de lo que había pensado. El drama de su madre para evitar que saliera había sido un sinsentido total.
Si hubiese sabido que un poco de alcohol y música la harían sentirse tan bien, hubiera ido directo del hospital hacia un bar.
La conversación con sus amigos estaba animada y le estaba cogiendo el gusto al local. El alcohol era tan maravilloso que había logrado que se sintiera como si estuviera en el mejor bar de la ciudad. Sin embargo, estaba un poco mareada por la combinación del alcohol, la música y el humo, así que decidió que un respiro le haría bien.
Se puso de pie y caminó hacia el baño.
Ahí dentro la música no estaba tan ruidosa y se sintió más relajada. Aprovechó para humedecer su rostro con cuidado de no correr el maquillaje de sus ojos, y también para organizar un poco su cabello con las manos, pues había dejado todas sus cosas en el bolso de Rose.
También alisó un poco su vestido negro de lunares blancos. Era ceñido en la parte superior y luego suelto hasta las rodillas. Había escogido ese porque le llegaba hasta el cuello, y de esa forma cubría la horrenda cicatriz del balazo en su pecho. Se estremecía solo de recordarlo.
Luego de un momento decidió volver con sus amigos, pues temía que Rose se tomara hasta su trago. Y siempre les tocaba a ella y a Joshua arreglar el desastre.
Pero algo llamó su atención de inmediato apenas puso un pie fuera del baño: el chico raro que había conocido en la mañana.
Estaba apoyado en la barra con un trago en las manos, a escasos metros de ella. Aunque estaba casi volteado de espalda, ella sabía que se trataba de él, no tenía ninguna duda. Era alto y corpulento, justo como lo recordaba, con el mismo cabello oscuro desordenado y totalmente vestido de negro. Las pocas luces del lugar se reflejaban en su rostro, y sí que era algo digno de ver. No sabía si su arrojo se debía solo al poco alcohol que había consumido, pero estaba decidida a acercársele.
Él había mostrado un interés evidente en ella, y se sentía mucho más confiada en sí misma con el vestuario y el maquillaje que llevaba esa noche. Además, él aún le debía su nombre, y que lo encontrara por segunda vez en el día parecía más una señal del destino que una coincidencia.
Sin pensarlo demasiado dio un paso hacia donde encontraba él. Y fue entonces cuando se volteó ligeramente y ella quedó horrorizada.
El destello de sus paralizantes ojos azules hizo que el alma de Astrid cayera a sus pies...
El recuerdo de la tienda nubló su mente un instante y, como si tuviera alguna especie de epifanía, reconoció claramente las facciones de su rostro, su voz y su mirada fría justo antes de dispararle. Su estómago dio un vuelco y sintió unas ganas urgentes de vomitar.
No tenía duda alguna: él era el asesino de la tienda.
Todo eso tenía que ser una pesadilla, no podía ser precisamente él. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Se le había acercado, pero, ¿para qué? ¿Para ganarse su confianza y luego asesinarla?
Estaba aterrada y comenzó a retroceder sobre sus pasos, no podía verla allí. Tenía que llamar a la policía y decirles que era él. Pero, ¿cómo podía estar segura? ¿Y si estaba cometiendo un error y era solo su imaginación? Solo lo había visto un instante en la tienda, pero esos ojos se habían quedado grabados en su memoria.
Con algo de trabajo llegó nuevamente a la mesa con sus amigos.
—¿Está todo bien? —le preguntó Joshua, algo alarmado, mientras ella se sentaba.
—Eh... sí, claro. —Trató de sonreír y sonar convincente. No podía preocupar a sus amigos por una falsa alarma, aunque algo muy dentro le decía que no lo era.
—¿Qué te pasa, Ast? —dijo Rose con diversión—. No me digas que solo estás decepcionada por no tener forma de localizar al «chico sexy misterioso»...
No le causó mucha gracia el comentario, mucho menos sabiendo que ese chico podía ser un asesino a sangre fría y que estaba en la misma habitación que ella y sus mejores amigos. Pero no podía decirle eso a Rose. Le había contado con emoción sobre el extraño encuentro, que comenzaba a cobrar sentido.
—Eso fue algo peligroso, Rose —la reprendió Joshua—. Astrid no puede confiar en nadie luego de lo que pasó.
—¡Cállate, amargado! —Seguían discutiendo sus amigos mientras su mente no paraba de dar vueltas—. No lo escuches, Astrid, seguro estaba buenísimo y este idiota solo está celoso...
—Ahora regreso —dijo Astrid y se levantó de la silla. Joshua puso una mano sobre la suya en la mesa.
—¿Estás bien de verdad? —Su amigo lucía preocupado, pero ella apretó su mano y le sonrió.
—Lo juro, solo necesito tomar un poco de aire...
Él asintió y a ella le dolió el pecho por mentirle. Jamás le ocultaba nada a Joshua, pero esa vez era lo mejor, no quería ponerlos en peligro.
Se encaminó hasta donde había visto al chico, pero había nuevos clientes. ¿Dónde se había metido? Lo había perdido de vista solo un par de minutos. Quizás si llamaba a la policía lograrían encontrarlo en algún lugar cercano. Si verdaderamente era él, no podía dejarlo escapar.
Miró hacia todos lados, desorientada. ¿Por dónde había salido?
Estaba ansiosa, desesperada, hasta que se volteó rápido y chocó abruptamente contra un pecho duro.
Tragó en seco y alzó ligeramente la vista, aunque no necesitaba mirar para saber de quién se trataba.
¡Gracias por leer! No olvides regalarme tu estrellita si te gusta la historia. Este capítulo estuvo especialmente dedicado a Andg22 ❤️