Astrid no había logrado dormir casi nada durante la noche. Se sentía exhausta, prácticamente enferma, y estaba muy decepcionada. Por un momento había pensado que Hiroshi cambiaría, que dejaría de ser un cabrón de mierda. Pero sí que había estado equivocada.
Y lo peor era que cada día su realidad se complicaba mucho más.
Sus ojos escocieron un poco amenazando con derramar algunas lágrimas. Suspiró profundo y volvió a intentar concentrarse en su libro de estudio. Eso era lo único que la distraía por momentos.
La habitación se abrió despacio, pero no levantó la mirada. Sabía que era Hiroshi y no tenía la más mínima intención de lidiar con él.
—Quiero que hablemos —le dijo el chico, pero ella lo ignoró por completo—. Venga, Astrid, lo de ayer fue un malentendido.
—Vete a la mierda, ya me harté de ti —respondió sin inmutarse, y sintió que él suspiró profundamente y caminó hasta llegar a ella, que estaba sentada en el suelo. Pensó que volvería a hablarle pero, en lugar de eso, solo colocó un par de botas negras a su lado—. ¿Para qué es eso?
—Son de Hikari. —Ella finalmente lo miró. Él permanecía serio, sin su expresión de burla habitual—. Necesitarás usar zapatos en el lugar a donde iremos.
—¿Y qué lugar es ese?
—Solo sígueme, ya verás cuando lleguemos.
—Ese es exactamente el problema —dijo la chica con algo de hastío—: ya estoy cansada de seguirte y de escucharte, Hiroshi, ni siquiera quiero verte. Deberías irte...
Astrid devolvió la mirada al libro, pero él movió las botas y se sentó también en el suelo.
—Yo... —comenzó a decir Hiroshi—. Siento la forma en la que te traté, Astrid, la forma en la que te he tratado todo el tiempo...
Ella lo miró, algo incrédula, esperando que rompiera en una carcajada en cualquier momento. Pero no lo hizo.
—¿Te estás disculpando verdaderamente? —preguntó ella—. ¿O es solo para que te permita volver a meterte entre mis bragas? Porque en ese caso estás perdiendo tu tiempo —sentenció, decidida.
—Solo ven conmigo... —La miró a los ojos de una manera suplicante—. Por favor...
Astrid suspiró, agotada, pero colocó el libro sobre la cama y extendió su mano para tomar las botas. Una parte de ella quería que él simplemente saliera de la habitación y nunca más se le acercara. Sin embargo, la otra parte seguía esperando ese milagro que sabía que nunca iba a llegar.
«Eres una imbécil, Astrid...», se reprochó mientras se colocaba las botas. Le quedaban bastante ajustadas. Aun así, no dijo nada, solo se levantó del suelo y se acomodó la ropa. Hiroshi le extendió una mano, pero ella no la aceptó y avanzó sola hasta la salida.
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]
Mystery / Thriller"La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno". -Walter Scott. ** Una chica inocente se ve envuelta por azar en un sangriento ajuste de cuentas de miembros de la mafia japonesa, conocidos como los "Dragones Rojos". A partir de es...