Los sollozos de la chica podían escucharse claramente en el silencio de la noche. Hiroshi se recostó al otro lado de la puerta. Pasó sus manos por su cabello y su rostro mientras evaluaba la situación.
¿Qué diablos estaba haciendo?
Si la hubiera matado cuando debía no habría hecho tantas cosas estúpidas una tras otra. Ya era demasiado tarde: la había metido en su casa, viva y secuestrada. No tenía idea de qué iba a hacer con ella, mantenerla ahí era un peligro para toda su familia. A esa hora la policía ya la estaría buscando.
Sin embargo, esa no era su principal preocupación, sino el hecho de que, si alguien en su propia casa se enteraba de la existencia de Astrid, sería el fin de la chica. Había visto demasiado como para sobrevivir, y su gente nunca daba segundas oportunidades. Sabía eso mejor que nadie.
Astrid estaba muerta por cualquier lado que analizara la situación y, peor aún, sabía que estaba arriesgándose a decepcionar a su padre. Pero una parte dentro de él se negaba rotundamente a dejarla morir, ni siquiera sabía por qué. Ella era solo una chica más, y chicas se sobraban. Jamás tomar una vida lo había hecho dudar, pero esa vez era diferente. No quería matarla ni tampoco quería que nadie más lo hiciera.
«Chica idiota, ¿qué diablos te costaba quedarte alejada de mi?», se preguntaba, enojado. Tenía demasiadas preocupaciones y acababa de agregar otra enorme a su lista. Finalmente, decidió que era hora de enfrentar las consecuencias de sus actos, solo que no podría hacerlo solo.
Caminó por el pasillo hasta estar frente a otra habitación. Tocó suavemente y, luego de un par de minutos, Hikari abrió con el cabello desordenado y usando un camisón.
—¿Qué ocurre? ¿Está todo bien? —preguntó, sobresaltada de verlo a esa hora.
Hiroshi dudó un instante, para luego responderle:
—Necesito tu ayuda con algo, acabo de cometer una estupidez...
Hikari lo miró con algo de miedo reflejado en sus ojos negros.
—Dios, Hiroshi, dime que esa estupidez no tiene algo que ver con Astrid Greene. —Era exactamente eso y, al ver que no lo negó, Hikari suspiró profundo y apoyó su espalda a la pared del pasillo—. ¿De qué se trata?
—Está en el cuarto de huéspedes —respondió, y el rostro de su hermana se contrajo un instante.
—¿Está... muerta?
—No... ese es el problema. Está viva y sabe quién soy.
—¿Qué? Oh, Dios Santo. ¿Y qué piensas hacer, Hiroshi? ¿Por qué diablos la trajiste a casa?
—No lo sé. —También estaba confundido y se estaba haciendo la misma pregunta—. Esto puede parecer una locura, pero esa chica salvó mi vida esta noche... No pude hacerlo...
—¿Salvó tu vida? ¿De qué hablas?
—Son los Miyasawa, uno de ellos me atrapó desprevenido y estuvo a punto de matarme. Ella lo detuvo.
—¿Qué? —preguntó Hikari con incredulidad—. ¿Cómo?
—Hikari, no es momento para eso, necesito tu ayuda para mantenerla en secreto hasta que decida qué hacer con ella.
—Hiroshi, nuestro padre regresa mañana en la noche. Sabes que eso es imposible, tarde o temprano lo sabrá.
—Pues, ayúdame a ocultarlo cuanto sea posible. La situación con los Miyasawa está peor que nunca, yo no puedo quedarme aquí en casa siendo su niñero, será solo hasta que decida qué hacer.
—Tú sabes que no hay mucho que hacer respecto a ella... —dijo su hermana y bajó la mirada. Ese era un hecho, desde que alguien supiera que estaba ahí su destino estaría sellado.
—Por favor... —Se vio a sí mismo casi suplicándole, y realmente estaba tan o más sorprendido que ella.
—Dios... ¡de acuerdo! —respondió Hikari luego de un debatirlo consigo misma un instante. Él sabía la magnitud de lo que le estaba pidiendo—. Lo haré, pero tienes que tomar una decisión rápido. —Lo miró directo a los ojos—. Hiroshi... ellos no serán nada gentiles con ella, quizás le hagas un favor al terminar con todo tú mismo...
Eso era algo que sabía perfectamente, pero seguía pensando que lograría hallar una salida.
—Lo sé, pero trataré de encontrar una solución... —Hikari asintió—. Hay algo más, de ahora en lo adelante no dejarás la casa sin mí o nuestro padre.
—¿Qué? —cuestionó, incrédula—. No puedes prohibirme salir, Hiroshi.
—Hikari, esos desgraciados Miyasawa quieren ver todas nuestras cabezas rodar, y no pienso permitir que te pongas en riesgo.
—¡Yo sé cuidarme sola, maldita sea! ¡Deja de tratarme como si fuera una niña indefensa! —Estaba furiosa.
—Sé que no eres una niña indefensa, pero ellos son muchos y tú sola no podrías defenderte, ¡yo mismo casi muero hoy!
—Guau, ya veo —respondió la chica con algo de sarcasmo en su voz—. ¿Sabes qué? Deberías encerrarme también a mí y llevarte la llave de mi habitación para evitar que escape.
—Pues, si ese es el precio de mantenerte a salvo, no lo dudaré un instante. No tientes a tu suerte, Hikari, no pienso permitir que nada te ocurra —zanjó. Ella lo conocía bien y sabía perfectamente que él era capaz de hacerlo, así que se limitó a asentir con impotencia—. No será algo permanente, descuida. Pienso ocuparme en persona de todos esos malditos bastardos.
Hiroshi sentía un odio profundo hacia ellos, pero en el fondo estaba muy preocupado por la seguridad de su hermana y su padre. Sabía muy bien las consecuencias de ese tipo de guerra entre familias, las había sufrido en carne propia.
—Espera a que regrese nuestro padre, y no hagas nada impulsivo, Hiroshi. Sabes que sacar nuestro apellido de la lista de sospechosos de lo ocurrido en la tienda de los Miyasawa costó una fortuna... —Bajó la mirada una vez más y agregó en un tono de voz muy bajo—: Y... ten cuidado, por favor...
Hiroshi suavizó su expresión al ver el temor de su hermana menor.
—Descuida —le dijo con dulzura—. Voy a estar bien y protegeré a nuestra familia, lo prometo... Eso es todo, vuelve a dormir.
Hikari asintió nuevamente y entró a su habitación, mientras él comenzó a caminar hacia las escaleras.
Les indicó a sus hombres que protegieran a su hermana a cualquier precio durante su ausencia, y luego avanzó hasta su auto. Maldijo un par de veces mientras lo puso en marcha y volvió a la carretera. Realmente quería ver la sangre Miyasawa correr.
Su descanso había terminado, pues sabía que, si esos cabrones habían tratado de asesinarlo, ese sería solo el primero de sus movimientos. Era la cabeza de su familia hasta el regreso de su padre y, por ese motivo, tenía que alertar a todas sus fuerzas y mantener la situación bajo control.
Su próxima parada: el Casino Sakura, donde todos los vicios y los negocios más despreciables encontraban un hogar acogedor, además de ser el negocio más lucrativo de su familia.
Un par de horas antes había pensado que tendría una noche de descanso y diversión. Pero esa misma noche aún no terminaba y ya tenía a un hombre muerto en un callejón mugriento, a una chica secuestrada en su casa y a su padre a punto de regresar en medio de todo ese caos. Sabía que ese era solo el comienzo de varias batallas que tendría que lidiar: contra los Miyasawa para proteger su familia, y contra su familia para proteger a Astrid.
Las horas siguientes prometían estar verdaderamente intensas para él, no le quedaban dudas al respecto.
¡Gracias por leer!
No olvides regalarme tu estrellita si te gusta la historia.
Este capítulo estuvo especialmente dedicado a xTherarex
❤️
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]
Misterio / Suspenso"La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno". -Walter Scott. ** Una chica inocente se ve envuelta por azar en un sangriento ajuste de cuentas de miembros de la mafia japonesa, conocidos como los "Dragones Rojos". A partir de es...