Capítulo 53

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Cuando estaba a punto de dormirse, Astrid sintió su puerta abrirse un instante, y luego el lado libre de su cama se hundió por el peso de otro cuerpo

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Cuando estaba a punto de dormirse, Astrid sintió su puerta abrirse un instante, y luego el lado libre de su cama se hundió por el peso de otro cuerpo. Se volteó despacio y vio que Hiroshi se había acostado dándole la espalda. Ella se le acercó y acarició suavemente su brazo. No sabía qué le había ocurrido durante ese viaje, pero él había regresado definitivamente diferente.

—Mi nombre era Ethan... —susurró el chico rompiendo el silencio de la noche—. Ethan Sigler...

—Era un nombre lindo —respondió ella acercándose más a él y apoyando la cabeza en su hombro.

—Mi padre era abogado.

—¿El que te abandonó?

Hiroshi suspiró profundo al escuchar su pregunta. En lugar de responderle, se giró en la cama, quedando frente a ella. Había solo una muy pequeña distancia entre ambos, y sus respiraciones se daban cruce. Astrid trataba de detallar su rostro, pero la oscuridad solo le permitía ver un pequeño reflejo de sus ojos azules.

—¿Tú me odias, Astrid? —preguntó el chico y ella se quedó algo desconcertada.

—No —dijo con sinceridad luego de un instante, y de una forma casi imperceptible—, ya no...

—¿Por qué? Tienes motivos suficientes para hacerlo.

—No lo sé, simplemente no puedo...

—Tú tenías razón —dijo Hiroshi mientras le acariciaba con delicadeza la mejilla y con un dedo contorneaba sus labios.

—¿Sobre qué?

—Hoy no podía dormir...

Y, luego de decir eso, ambos se quedaron totalmente en silencio. Hiroshi se movió hasta quedar bocarriba y ella apoyó la cabeza en su pecho y lo abrazó, sintiendo los latidos de su corazón y ese calor que, sin pretenderlo, tan esencial se le había vuelto. Sintió que la respiración y los músculos del chico se fueron relajando lentamente, y poco tiempo después también se quedó dormida.

Astrid no tenía la más mínima idea de cuál era la naturaleza de su relación con Hiroshi, solo sabía que cada día que pasaba podía sentirlo mucho más dentro de su ser.

Horas después, cuando finalmente amaneció, abrió los ojos despacio. Comprobó con pesadumbre que sus brazos y su cama estaban vacíos. No obstante, ese vacío no era comparable con el que sentía en ese instante al despertar sin él.

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a fabiola1418
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora