Capítulo 9

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La espalda del hombre golpeó la pared estrepitosamente mientras Hiroshi lo tenía inmovilizado

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La espalda del hombre golpeó la pared estrepitosamente mientras Hiroshi lo tenía inmovilizado. Su brazo izquierdo aprisionaba el cuello del tipo, impidiendo casi por completo que el aire llegara a sus pulmones. El arma en su otra mano le apuntaba directo a sus partes más sensibles.

El hombre temblaba y su mirada reflejaba puro pánico mientras él lo atravesaba con sus ojos azules. Era despiadado, siempre lo había sido, y no tenía ningún freno a la hora de apretar el gatillo. Todos los que hacían negocios con su familia lo sabían y, aun así, algunos de ellos se atrevían a tentar a la suerte.

—Tienes veinticuatro horas, pedazo de mierda... —dijo con la típica insensibilidad que coloreaba su voz—. Veinticuatro jodidas horas para pagar tu deuda... —Apretó más la garganta de su víctima—. O volveré a visitarte, y luego visitaré al resto de tu miserable familia...

Finalmente, lo soltó con rudeza. El tipo cayó al suelo tosiendo y tratando de recuperar el aliento. Le hubiera gustado disparar para asustarlo aún más, hubiera sido incluso más divertido, pero estaba en el sótano de un lugar público. A pesar de la música que sonaba en el piso de arriba, el ruido no pasaría desapercibido.

Se encaminó a la salida de la pequeña y mugrienta habitación sin que el hombre de mediana edad pudiera aún levantarse del suelo. Esa rata cobarde estaba pagando el precio de meterse con la familia Sakura sin antes medir las consecuencias. Al atravesar la puerta, les echó un vistazo a otro hombre y a una mujer rubia que estaban demasiado aterrados como para mirarlo a la cara.

—Gracias por su amable servicio... —les dijo en un tono sarcástico. Ellos solo asintieron nerviosamente y luego se apresuraron a entrar para auxiliar a su compañero.

Al subir las escaleras se encontró con uno de sus hombres, que casi siempre lo acompañaba para cuidarle las espaldas en caso de que la situación se saliera de control. Había recibido un disparo en el hombro durante el trabajo que habían hecho en la tienda, el día en que había visto a Astrid por primera vez. Pero esa era su misión, después de todo: proteger a cualquier precio al nieto favorito del difunto y respetado Orochi Sakura.

Aunque él no necesitaba demasiada protección, siempre había sido letal y certero con cualquier arma que usara. Su progenitor tenía suficientes hombres a quienes mandar a realizar ese tipo de labores, pero confiaba profundamente en su habilidad para aplicar soluciones radicales y discretas, así que prefería su colaboración directa.

Se enorgullecía, sin dudas, de ser el matón sanguinario favorito de su padre, y su carácter dispuesto y la condición de primogénito lo convertían, además, en su mano derecha.

Jamás se había quejado al respecto. Si había algo que le gustaba realmente, eso era hacer los trabajos sucios de su familia e ir por ahí intimidando gente. Hacía crecer su temible reputación tanto entre los enemigos como entre los aliados.

Sin embargo, ya su labor en ese lugar había terminado, así que despidió a su hombre y se dispuso a tomarse un descanso. Un trago no le vendría mal, y estaba justamente en un bar en el que había solo dos tipos de personas: primero, los que no tenían idea de quien era y lo veían como un cliente más; segundo, los que sabían su nombre y le temían demasiado como para respirar el mismo oxígeno que él.

Iba a divertirse un poco más mientras perpetuaba el suplicio de sus enemigos. Luego se iría a su casa.

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a OsitaChickCX
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora