Capítulo 33

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Hiroshi atravesó la sala de las «Geishas» y continuó avanzando hasta llegar a la oficina de su padre, que estaba en el área más apartada del casino

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Hiroshi atravesó la sala de las «Geishas» y continuó avanzando hasta llegar a la oficina de su padre, que estaba en el área más apartada del casino. Su humor no era el mejor, pues había recibido una llamada de uno de sus hombres en casa, avisándole que su progenitor quería verlo. Algo había ocurrido con los jodidos Miyasawa, un nuevo dolor de cabeza para su familia.

—Padre... —lo saludó, inclinándose, y luego permaneció de pie frente al escritorio.

—Toma asiento, hijo —le respondió Akihiro, y luego se dirigió a sus dos hombres que custodiaban la oficina—: Karera wa tekkai suru koto ga dekimasu.*

Los hombres de traje negro obedecieron y se retiraron cerrando la puerta tras de sí. Akihiro se acomodó en su asiento y suspiró profundo. Hiroshi sabía perfectamente que algo grande estaba sucediendo.

—¿Qué ha ocurrido, padre?

—Los Miyasawa sabotearon nuestro último cargamento. Nos hicieron perder mucha mercancía, mucho dinero, además de que nos arriesgaron a tener problemas serios con las autoridades.

—Malditos... —escupió Hiroshi entre dientes, estaba harto de esos cabrones.

—He hablado con tu tío hace alrededor una hora y hemos llegado a un acuerdo.

—¿De qué se trata? —preguntó con impaciencia—. Le daremos su merecido a esos desgraciados de una vez por todas, ¿no es cierto?

—No, hijo —respondió Akihiro sin inmutarse, y él lo miró con incredulidad—. Todo lo contrario, firmaremos un acuerdo de paz.

—¿Qué? —Hiroshi se levantó de su asiento y apoyó ambas manos en el escritorio—. ¿Cómo que firmaremos la paz con esa familia de bastardos? ¡Eso es inaceptable!

—Hiroshi —lo reprendió su padre—, escucha primero...

—Padre —imploró, desesperado—, no acceda a pactar con ellos, ¡son los asesinos de mi madre!

—Hijo —respondió Akihiro elevando el tono de su voz y también se levantó—. Sé perfectamente lo que han hecho, es algo que jamás podría olvidar. ¿Crees acaso que es sencillo para mí firmar la paz con los que me arrebataron a mi querida esposa, a la madre de mis hijos?

—No lo entiendo, padre... —Negó con la cabeza—. No sé por qué ha tomado esa decisión.

—Hay un buen motivo: tu tío me ha dicho que los problemas en Japón se han acrecentado. Hijo, no podemos pelear dos batallas al mismo tiempo y pretender ganar ambas, una cosa a la vez.

Hiroshi bajó la mirada y volvió a sentarse. Estaba destruido al escuchar esa noticia, no podía creer que fuera cierto.

—Créeme, hijo —continuó Akihiro—, no permitiremos que los Miyasawa se salgan con la suya, pero nuestros enemigos en Japón son mucho más poderosos, tenemos más que perder...

—Lo comprendo, padre... —respondió, desalentado, y suspiró profundo—. ¿Cuándo firmaremos la paz?

—El encuentro será en tres días, iremos a una zona neutral. Quiero que estés ahí conmigo, eres mi primogénito y el futuro líder de nuestra familia. Pero solo si estás seguro de que lograrás controlar tus impulsos.

—Lo haré, padre, lo juro.

—Te creo —dijo su padre, finalmente—. Ya puedes retirarte, eso es todo por el momento.

Hiroshi asintió y salió de la habitación. Un odio profundo hacia los Miyasawa lo estaba consumiendo, pero sabía que no podía hacer nada al respecto. ¿Paz con esos malditos? Le parecía un chiste de mal gusto, no la realidad. No obstante, tendría que tragarse su orgullo y acatar la decisión de su padre. Aunque, muy dentro, algo le decía que estaban cometiendo un muy grave error.

*Permítanos hablar a solas.

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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora