Capítulo 7

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—Digamos que

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—Digamos que... —comenzó a decir Hiroshi, pero hizo una pausa y suspiró profundo antes de continuar—: A mantener el negocio familiar y su legado.

—Interesante... un chico de familia...

Quedó profundamente asombrado al escucharla. La actitud de esa chica le resultaba extraordinaria: al principio había estado un poco asustada, pero en ese instante estaba actuando con tanta seguridad en sí misma que no paraba de sorprenderlo. Y también lo cautivaba, era inevitable.

Ella se había relajado, así que era evidente que no lo había reconocido. Estaba aliviado por eso, realmente no tenía ningún interés en hacerle daño.

Sin embargo, le había dicho que no era un acosador, lo cual era risible.

«No, Astrid Greene, no soy un acosador —pensó, burlonamente—. Pero de ti solo me falta saber el color de tus bragas. Ah, y también soy un asesino».

No obstante, decidió mantenerse inexpresivo y responderle:

—Pues sí, supongo que soy un chico de familia. Haría cualquier cosa por ellos y, honestamente, mi padre confía mucho en mí.

—También los míos, la verdad es que nunca les he dado muchas preocupaciones. —La chica bajó la mirada un instante y habló un poco más bajo—: Bueno, solo hace un tiempo, pero fue por causas ajenas a mi voluntad...

«Sí, te disparé», pensó él, pero siguió actuando con tanta naturalidad que incluso estaba sorprendido por su propia frialdad y su falta de sensibilidad. Estaba hablando con la chica a la que le había disparado sin pensarlo dos veces y, en lugar de remordimientos, solo sentía ganas de follársela.

Sabía perfectamente que estaban a punto de llegar a su destino, pero tenía que esperar a que ella se lo dijera. Podía ver de lejos a la madre de Astrid, que estaba al parecer encargándose del jardín. Ya la había visto un par de veces los días anteriores, y el parecido era innegable. Era una mujer rubia de cabello corto y parecía bastante joven. Era evidente que la hija había heredado el atractivo físico de ella, pero nunca le habían llamado la atención las mujeres mayores que él.

—Ya estamos aquí —dijo Astrid, deteniéndose frente a una casa blanca con el techo y otros pequeños detalles de color azul, rodeada por un hermoso y bien cuidado jardín—. Gracias por la ayuda...

La chica tomó sus cosas y él le sonrió.

—¿Esa es tu madre, cierto? —preguntó mirando hacia la mujer de mediana edad, que se encontraba a menos de diez metros de ellos. Astrid asintió, sonriendo—. Me gustaría decirle que me encantó conocer a su hija...

La chica se sonrojó ligeramente, mientras él se volteó hacia la mujer y la saludó ondeando su mano. Estuvo a punto de reír al ver a la madre de Astrid devolverle el saludo con entusiasmo.

—Bueno, ya debo entrar —dijo la chica sonriendo y comenzó a caminar hacia su casa. Sin embargo, luego de un instante se volteó y le habló nuevamente—: Por cierto, me llamo Astrid.

«Ya lo sé», se dijo.

—Gusto en conocerte, Astrid.

—¿No me dirás tu nombre? —preguntó ella y levantó una ceja—. Me gustaría saber a quién debo estarle agradecida por escoltarme a casa... Además, estoy segura de que mi madre también quiere saber...

Hiroshi sonrió, verdaderamente divertido. Le encantaba esa chica, no podía negarlo.

Pero no podía dejarse llevar, debía cumplir su verdadera misión ahí.

—Mi nombre solo te traería problemas, Astrid —replicó—. Te lo aseguro... Pero, ¿sabes qué? Si alguna vez volvemos a encontrarnos te lo diré, es una promesa...

Ella asintió reprimiendo una sonrisa y caminó hacia su casa, mientras él se dispuso a volver sobre sus pasos y regresar a su auto sin vacilar. Sí que sería muy tentador volver a verla, pero su trabajo allí había terminado.

Afortunadamente, su padre estaba en Japón por asuntos de negocios y, con la ayuda de su hermana, había mantenido controlada la situación de la tienda. No podía permitirse defraudar a su padre sabiendo toda la confianza que depositaba sobre sus hombros. Pero Astrid no lo había reconocido en lo absoluto, por lo que ya podía descansar en paz y ocuparse de sus otras tareas. Esa misma noche tenía una bastante importante, en el centro de la ciudad.

«Diablos, Astrid Greene, cuánto daría por haberte conocido de otra forma», se dijo y puso en marcha su auto. La idea de encontrar una manera de volver a verla no paraba de dar vueltas en su cabeza. Pero eso era demasiado arriesgado, debía dejar a esa chica en paz.

Aunque no lo descartaba por completo. Después de todo, él era Hiroshi Sakura: alguien que «siempre» lograba de una forma u otra cumplir sus deseos.

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a AlexaHernandez037
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El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora