𝐏𝐑𝐄𝐅𝐀𝐙𝐈𝐎𝐍𝐄

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Último y primer día.

     Siempre había tratado de cumplir con los estándares de la vida

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     Siempre había tratado de cumplir con los estándares de la vida. Ser una persona con cierto renombre y siempre ser amable con todos, a pesar de estar pasando por un mal momento. Confianza, ayudar a progresar a los demás, contibuir siempre a las cosas que hacían un bien a la sociedad...
     Eso nunca fue suficiente, pues.
     Porque, a pesar de no ser creyente del todo, he llegado al lugar que menos esperaba llegar... El infierno.

     — ¿Y... cómo te llamas?—preguntó la chica de pelo rubio que estaba a mi lado.

     — _______. _______ Lux.—respondí, sin ganas.

     La voz me salía por un hilillo flojo que no se estiraba. Ella anotó algo en una libretilla y se lo entregó a otra chica que estaba a su lado.
     Me pasó el brazo por la espalda.

     — Aquí puedes quedarte, si quieres.—sonrió, nerviosa ante sus propias palabras, probablemente esperando el rechazo.

     — ¿Por qué?—pregunté, asustada, tratando de apartarla.

     — Bueno... Podríamos decir que estoy preparando un programa para que los demonios se puedan redimir, aunque todavía... No he conseguido nada.—dijo ella, difícilmente— Pero, puedo ayudar, ¡de verdad!

     — Pero yo no hice nada malo...—repliqué, echándome hacia atrás.

     — Bueno, si estás aquí es porque algo malo hiciste. Pero con nuestro programa podrás tener la oportunidad de viajar al cielo tras haberte redimido de tus pecados.—su compañera contestó, acariciándome la espalda ligeramente.

     — ¡Exacto! Puede que tal vez no sepas lo que hiciste, pero aquí podremos ayudarte con lo que sea, hasta que seas alguien mejor.—sonrió la rubia de nuevo.

     — Ha pasado todo tan rápido... Fue... Como si cerrase los ojos y despertase en un lugar totalmente distinto.—respondí aturdida.

     — Será mejor que la dejemos descansar, Charlie.—dijo la otra chica.

     Sentí un leve escalofrío.

     — Te dejaremos aquí, saldremos un momento en busca de un compañero, enseguida volvemos.—sonrió de nuevo la chica rubia.

     Se despidió de mí cálidamente.
     La otra chica me dio una mirada cómplice, y ambas salieron por la puerta.
     Me senté en un sofá que estaba a mi lado.
     Poco a poco, el peso iba aumentando en mis hombros. Mis párpados pesaban.
     Parpadeé un momento.
     Todo había cambiado de sitio.
     Estaba tumbada sobre unas piernas con unas medias grises y rosadas, al mismo tiempo de que alguien me estaba acariciando la cabeza.
     Escuchaba una voz lejana.

━━ 𝐃𝐈𝐋𝐎    Alastor .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora