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Capítulo 19.
La morada del diablo.

— Estás en tu casa, _________.—dijo, abriendo la puerta, y haciéndome pasar.

Era literalmente todo lo contrario a lo que esperaba ver. Por alguna razón tenía más que asumido que iba a tener cadáveres desperdigados por el suelo y un olor a muerto horrible, sin embargo fui sorprendida por un orden medianamente aceptable, con un mobiliario que parecía antiguo. Y por supuesto, el olor a madera vieja que esperaba encontrar. Ese tan famoso que cubría el cuerpo de Alastor.

— Bien, ¿tienes hambre? ¿Te apetece un poco de jambalaya?—dijo, dejando su abrigo de lado para tomarme en brazos y dejarme sobre un viejo sofacito en una pequeña sala de estar.

— Estoy bien.—dije, aferrándome a su cuello a pesar de que ya me había soltado ya.

Sus brazos lentamente recorrieron mi espalda, aunque rápidamente se apartó de mí.

— Iré a prepararte algo. Aunque sea poco.—dijo, escabuyéndose en la cocina.

Me quedé observando la habitación. Era acogedora, cálida, cómoda. Tenía una adorable chimenea, y muchos cuadros distintos de ciervos.
Dirigí mi mirada a un pequeño gramófono, el cual tenía algunas fundas de vinilos a su lado.
Giré de nuevo la cara, mirando a la puerta de la cocina.

La verdad es que yo veía de muy mala educación seguir a la gente por su casa sin permiso alguno, sin embargo, me estaba empezando a aburrir sin poder hacer nada sin él a mi lado.

Y como si fuera un pequeño ángel salvador tras una guerra, vino con un pequeño cuenquito.

— Tómalo, te vendrá bien.—dijo, sentándose a mi lado.

Era arroz con leche. Nunca venía mal un poco. Sencillo, pero nutritivo.
Comencé a comer junto a él una vez trajo su bol y un par de cucharas. Había puesto una radio, y él parecía disfrutar de las noticias mientras comía.
No pude evitar sonreír cuando rio tras escuchar que habían matado a un par de demonios con explosiones. Era raro, pero me parecía en cierto modo adorable.

"________, estás jodidamente enferma" pensé "Si en verdad me está empezando a gustar..." me dije. "¿Me gustas? ¿Me gustas de verdad?"

Aparté la mirada, terminándome lo que quedaba en mi bol, y me limpié los labios con una servilleta que él mismo me proporcionó.
Llevó a la cocina los cubiertos manchados, y le acompañé con su permiso. Le ayudé a limpiarlos —aunque insistió en que no lo hiciera—, y finalmente me acompañó a lo que parecía su habitación.
Era horriblemente fría.

La cama estaba situada a la izquierda, mientras que había un enorme escritorio a la derecha. Pero eso no era todo. Me llamó la atención todas y cada una de las cabezas de ciervo que tenía en su habitación, colgadas como premio.
Tragué saliva. Era realmente siniestro.

Me pidió un momento para ir al baño, y yo me senté en la cama. Esperé unos instantes hasta que volvió, con una camisa entre sus manos, y me la entregó: se había cambiado.

— Póntela.—dijo.

— ¿Y... los pantalones?—cuestioné, mirándole tímidamente.

Él amplió su sonrisa.

— No creo que los necesites.

━━ 𝐃𝐈𝐋𝐎    Alastor .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora