━━ 𝐃𝐈𝐋𝐎 Alastor .

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Capítulo 20.
Algo.

Era viernes. Ahora, los viernes era día de película, y en verdad me da un poco de pena Vox, debido a que él tiene que poner nuestras sugerencias, por muy poco que le guste.
Y hoy le tocaba a Angel...

— ¿No decías que te ibas a dormir?—cuestionó Luther bajando las escaleras.

— No podía, los gritos de Husk me han despertado.—contesté agotada.

— ¿Quieres que le diga que baje la voz?—cuestionó, entrando al minibar, tomando una botella.

— Me harías un favor, la verdad.—reí levemente.

— Bien, pues buenas noches, descansa.—concluyó, con una leve sonrisilla, y subió de nuevo las escaleras.

— Gracias.—dije.

Me senté en el sofá de nuevo. No me gustan los tratos que me está dando Luther. Cada vez es más amable conmigo, pero no llego a entender el por qué. ¿Qué pretende con eso?
Suspiré.

Esperaba que esta noche estuviera libre Alastor, sé que él se hubiera quedado conmigo, aunque fuera un rato.
Relajé el rostro casi instantáneamente.

El simple hecho de comenzar a pensar ya me relajaba. Era maravilloso. Me sentía segura a su lado, a pesar de que él era como era. Sádico, enfermo y con unas horribles ganas de matar.
Pero tiene una parte de él que me gusta y no me asusta.

Esa amabilidad con la que me trata, su cercanía, ese afán por intentar pasar tiempo a mi lado, que me vea bien... Y por no hablar de lo caballero que llega a ser a veces.
No está bien enamorarse de un demonio tan enfermo como él, si fuera Vox lo llegaría a entender, pero Alastor me tiene al completo. No sé si es por su sonrisa, o tal vez por su curiosa voz, pero el mundo me da igual si una de las dos aparece en mis sentidos.

Me tumbé en el sofá, y dejé caer una de mis manos al suelo. Me quité con los pies mis zapatos, dejándolos caer al suelo.
Cerré los ojos, ahora ya cómoda.

Escuché una melodía, en la lejanía. Una que me recordaba mucho a la que más me gustaba. Sin embargo me obligué a ignorarla en cuanto escuché a alguien bajar las escaleras.
Abrí los ojos y levanté levemente la cabeza para encontrarme con el rostro serio de Husk. Aunque parecía más irritado.

— Hey, ¿qué ocurre?—cuestioné, sentándome.

— ¿Te he despertado?—respondió, metiéndose al bar.

Me acerqué y me senté en uno de los taburetes, frente a él. Tomó una botella y bebió directamente de ella.

— No, en absoluto. No creo que me hubieras podido levantar, de todos modos...—comenté, divertida.

Sin embargo no noté haberlo conseguido en él. Bebió de nuevo.

— Oye, Husk... No es bueno que bebas tanto alcohol tan de seguido.—dije, bajando la botella antes de que volviera a beber.

Él me dedicó una mirada. Taponó la botella y la dejó de lado. Se apoyó sobre sus codos en la mesa, ocultando con sus brazos su semblante tan irritado.

— ¿Estás bien?—pregunté, acariciando sus peludas patas.

— He visto demasiada mierda hoy.—dijo.

— Ah, sí, ¿qué tal la sugerencia de Angel?—cuestioné, burlona.

— Sólo diré que en mi puta vida volveré a tener sexo.—gritó, irritado— ¿Tienes puta idea de lo que había ahí arriba? Una guía completa de toda la mierda que dudo que a absolutamente a nadie le interese saber. ¡A nadie, joder!