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No había pasado más de media hora desde que nos habíamos despertado los tres. Empezando por mí, luego Angel y finalmente Alastor. Nos encontrábamos los tres en el minibar junto a Husk y Vox, tomando algo. Mi cabeza tenía ganas de ser enterrada. No habíamos intercambiado palabra desde que nos habíamos despertado, siquiera nos dimos los buenos días.
— ¿Todo bien? No habéis hablado desde que habéis llegado.—dijo Husk.
— No, la verdad es que tengo muchas preguntas.—dijo Angel dándose la vuelta, con una expresión de confusión.
— Puedes meterte tus dudas por el culo, nadie las va a responder.—contestó Alastor, irritado.
— ¿Habéis tenido sexo mientras yo dormía?—cuestionó Angel.
— ¡No!—grité, con el corazón desbocado.
— No tendría sexo delante de ti y mucho menos con ella.—dijo Alastor.
— Tú te lo pierdes.—susurró Vox, pasándome una taza con café.
La arrogante respuesta de Vox llamó la atención de Alastor, quien le lanzó una mirada fulminante.
— Bien, entonces, ¿puedo preguntar por qué Alastor estaba...?
— Exactamente, yo también quiero saberlo.—me giré mirando a Alastor.
— ¿Cómo que “Alastor estaba”?—cuestionó Vox.
— Me quité la camiseta, nada más. ¿Se puede saber qué diablos tiene eso de malo?—cuestionó.
— Mucho.—respondí— Estuvo bien que tuvieras calor y esas cosas, pero me he despertado entre tus brazos.
— Cosa que cualquier mujer desearía, ajá, continua.—sonrió, arrogante.
— Cualquier mujer desesperada, por supuesto...—volvió a replicar Vox.
— ¿Este drama entonces es porque Alastor se ha quitado la camiseta?—cuestionó Husk.
— Sí, pero no.—dije, nerviosa.
Antes de que pudiera argumentar, llamaron a la puerta del hotel. Echamos una miradita a Alastor, el cual suspiró y caminó hacia la puerta.
