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Suspiré. Llevaba un buen rato sentada en el mismo sitio sin hacer nada. Dirigí una mirada a Vaggie y Charlie, las cuales bailaban tranquilamente, sonriendo y hablando entre ellas. Me permití una sonrisa dedicada a ellas. Giré un poco más la mirada, Alastor estaba con una demonio bailando, a lo suyo, y un poco más al fondo, Angel hablando con un par de personas. Niffty no se había presentado porque se ofreció a cuidar del hotel, y Husk aún estaba por llegar. El rey, además, ya había tomado de mi presencia, casi en vano, debido a que tan sólo quería conocerme un poco antes de volver a hablar en serio conmigo.
Había venido a este lugar para estar de florero. Y aquí estaba, esperando a que alguno de ellos terminara para volver al hotel y poder descansar. Volví a suspirar. De haberlo sabido nunca hubiera aceptado venir aquí. Ahora mismo podría estar descansando para vete tú a saber el qué.
— ¿No bailas?—preguntó una voz a mi lado.
Me giré. El rey de Roma había llegado finalmente.
— Por fin, pensé que jamás llegarías...—sonreí.
— ¿Tanto de menos me habías echado?—cuestionó, burlesco.
Tomé su simple presencia como un regalo caído del cielo. Nos movimos del sitio para buscar un par de asientos libres, apartados del escandaloso ruido de los demonios y la música.
— Bien, es hora de que el buen tío Husk te de una buena charla sobre baile.—comentó.
— ¿Tú has bailado alguna vez, Husk?—le pregunté, expectante de su respuesta.
— Por supuesto. Ha bailado un poco de todo lo que se bailaba en mi época. Hasta impartí clases.
— ¿De verdad?—me sorprendí.
— En realidad no. Te tomaba el pelo. Pero sí es verdad que me gustaba bailar.
Me contó una pequeña historia sobre su anterior vida. Paró de inmediato en cuanto se nos acercó un tercero.
— ¿Puedo interrumpir vuestra agradable conversación?—dijo él, acercándose.
— No eres bienvenido aquí, Vox.—dijo Husk, comenzando a defenderse.
