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Tragué un poco de saliva tras ver aquella serpiente largarse como podía del lugar. Me había quedado claro qué clase de demonio extraño es Alastor tras esta maravillosa introducción a su poder. No, de maravillosa no tenía nada.
— Bueno, ¿a qué esperan? Vayan a dentro, empezaremos a reformar ya el hotel.—animó a los empleados.
Yo acompañé a Charlie, la cual se veía bastante preocupada. ¿Y quién no? En esta situación, creo que estoy peor que ella.
— Char...—intenté decir, pero un cetro se interpuso en mi camino.
— Que yo sepa usted, señorita Lux, acaba de llegar.—alegó el demonio de rojo— No habrá manifestado ningún poder útil, así que sería incluso mejor que se quedara aquí quietecita.
Alastor señaló el escalón de la entrada al hotel. Yo me alejé.
— Que no tenga ningún poder no significa que no sirva de ayuda.—me defendió Charlie.
— ¿Tú crees?—cuestionó él— Es débil, y encima súmale que tiene miedo a todo lo que la rodea, no durará nada aquí, querida. Es inservible.
Me alteré bastante. Tenía bastante razón, y a pesar de que sus palabras eran tan filosas como un cuchillo, me quedé callada, por miedo a cualquier cosa que pudiera hacer él.
— No digas eso. No la conoces de nada.—me volvió a defender Charlie.
— Y usted tampoco, alteza.—respondió él.
Se quedaron mirando unos instantes. Alastor suspiró. Me dedicó un rápido vistazo de arriba a abajo y se acercó a mí. Yo me limité a pedir ayuda con los ojos a Charlie.
— Sería muy estúpido por mi parte dejarla en la calle de primeras, moriría. Acompáñeme, le daré una habitación, podrá reformarla a su gusto. Así todos estaremos contentos: no incordiará con su patética presencia, y estará ayudando a la reforma.—extendió su mano en mi dirección.
Dolía cada vez más que me humillara de esa manera, y más delante de una demonio a la que quería intentar caer bien... Por lo menos conservo mi dignidad a ojos de. Vaggie, supongo. Me negué a tomar su mano. Esto parece que le hizo irritar un poco.
— Bien, acompáñame.
Me tomó del hombro, con fuerza, obligándome a seguirle por todo el edificio, hasta encontrar una triste habitación, pequeña y desmoronada. La observé unos instantes.
