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Llevaba apenas ya una semana y algo ya en este hotel. Seguíamos sin huéspedes. Sin embargo, algo cambió en el comportamiento de los demonios. Charlie, Vaggie, Husk, Niffty, e incluso Alastor están distantes conmigos. Ignoran mi presencia, y cuando intento hablarles, del único del que recibo respuesta es de Angel Dust. Si bien es cierto que la mayoría estaban ocupados, Alastor siempre me ignoraba con tal de no tener nada que ver conmigo, siquiera una ayuda. Sin embargo, yo no me quedaba atrás, Angel es el que peor lo pasaba. Había tenido muchos problemas últimamente, sobretodo con un tal “Valentino”. Intenté cuidar de él lo máximo posible, pero se había escapado.
— ¿Dónde está Angel?—pregunté a quien menos ganas tenía de hablar.
Sin embargo, Alastor tomó un libro y me ignoró. Lo abrió, como si mi presencia fuera completamente inexistencia. Fruncí el ceño. Estaba harta.
— Que así sea.—dije.
Nunca antes había hecho esto. Sin embargo, me dirigí a la salida, abrí la puerta principal y estuve dispuesta a salir de este lugar. Tuve miedo en un principio, sin embargo, me dio igual. Estaba claro que los ángeles no vendrían a por mí, y siquiera sé qué pecado cometí, así que tendría que acostumbrarme a la vida del infierno, y vivir como un demonio. Pero lo primero que quería y deseaba era saber si Angel estaba bien, o mínimamente por lo menos.
Iba a cerrar la puerta de un portazo cuando una mano me sujetó. Tiró de mí hacia adentro del hotel, y me tiró al suelo. Cerró la puerta tras de sí.
— No puede salir del hotel sin supervisión.—dijo aquella voz tan peculiar.
— Tu opinión vale lo mismo que una mierda, Alastor.—le dije, intentando levantarme y cruzar la puerta.
— Haga lo que digo y no recibirá ningún daño.—me sujetó de los hombros, llevándome de nuevo a mi habitación.
— ¿Ningún daño? Supuestamente en este hotel se tiene que mantener en supervisión a los pacientes, y a mí me habéis dejado encerrada en una habitación, ignorando mi existencia.—repliqué, harta, tartamudeando— ¿De verdad que no queréis causarlo, o sí que queréis hacerlo en realidad?
Él calló unos instantes. Su sonrisa se había esfumado, había un terrorífico rostro neutro observándome a los ojos. Iba a hablar, pero calló. Me soltó para tomarme en brazos y llevarme a mi habitación.
