Cabaña (parte II)

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"Estas manzanas que he recogido están bastante dulces, seguro le gustaran a Tomioka-san y a la cazadora que le acompaña".

A paso lento la anciana dueña de aquel lugar se acercó a la puerta de la cabaña y llamó, pero no obtuvo respuesta alguna.

- ¿Señorito Tomioka? -.

"Puede que aún estén dormidos, se las dejaré en la sala de estar para que cuando despierten y vayan a desayunar las encuentren".

La amable anciana ingresó a la cabaña y al caminar unos metros por aquella sala se encontró con un particular panorama.

La amable anciana ingresó a la cabaña y al caminar unos metros por aquella sala se encontró con un particular panorama

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- Entonces no era cualquier compañera Tomioka-san.. Era tu novia -.

Una cálida sonrisa recorrió los labios de la anciana al ver junto a la chimenea el futon que ella había preparado en uno de los dormitorios y en su interior dos jóvenes acurrucados, los cuales aún estando en silencio y durmiendo, se podía ver el amor existente entre ellos.

"Creo que te gané la apuesta viejo Urokodaki negativo.."

Sus recuerdos se remontaban a aquella vez cuando estos aún siendo niños habían venido de paseo acompañados por su maestro hasta la cabaña. Urokodaki y la anciana eran viejos amigos y ella siempre le extendía la cariñosa invitación para que llevase a los chicos hasta aquel lugar a relajarse, a pesar que este insistiera en que el entrenamiento era lo más importante.

Uno de aquellos días, Urokodaki dio a conocer de la nada su preocupación de que Giyuu creciera aislandose cada vez más de todos quienes le rodeaban.

" - A este paso ni siquiera encontrará una mujer que lo ame con el carácter que está formando-.

- Yo no estaría tan segura de eso, la edad te está haciendo cada vez más ciego Urokodaki -.

- ¿Acaso ves algo que yo no? - preguntó extrañado - los otros dos chicos están divirtiéndose dentro de él agua y a pesar de todas las invitaciones que hacen Tomioka no se ha despegado de la sombra de aquel árbol -.

- Mira más de cerca Urokodaki - el rostro de la anciana tenía un aire de sabiduría - sólo así encontrarás la respuesta -.

El hombre se colocó de pie y caminó unos metros para poder divisar mejor la silueta de su joven discípulo. Lo que vio lo dejó sin palabras.

Para su sorpresa, Tomioka quién se encontraba de rodillas sobre muchas pequeñas rocas bajo la sombra de un árbol, acariciaba suavemente el lomo de un pequeño conejo blanco, el cual en su pata derecha tenía una especie de rama envuelta en un género oscuro, como si la tuviera quebrada y se la hubieran entablillado.

Urokodaki regresó donde la mujer y se sentó a su lado sin decir nada.

- ¿Y bien? -.

"La luna está preciosa" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora