22. Las personas normales piensan en silencio.

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MARATÓN: 4/5

Ambas bajamos del auto ella me guió a la entrada de su casa, era bastante linda, tenía un jardín bien cuidado, un lugar para un auto y un camino de piedras a un costado.

Hacía un rato me había dicho que vivía sola y yo morí de ganas por preguntarle la razón, pero decidí no hacerlo por el momento.

Llegamos a la puerta, busco las llaves en su bolso y la abrió.

Me tomó de la mano y entramos a la sala principal, se veía amplio y bastante lindo para que María José lo mantuviera así, considerando que prácticamente vivía en el hospital.

Se sentó en uno de los sillones y la seguí, se notaba en serio cansada.

- ¿Quieres algo?- me pregunto cuando me senté.

- A ti- le respondí, bienvenida otra vez, torpe Daniela.

- ¿Enserio?- pregunto divertida con las cejas alzadas.

- ¡No! No, no, no me refiero a... No, lo siento, estoy bien, María José, gracias- sonreí totalmente ruborizada.

- Lo se, estoy bromeando- Me dijo y se recargó en mi hombro- yo si quiero algo- dijo antes de bostezar.

- ¿Que?

- Que me des un beso y vayamos a dormir- me pidió.

Se separó un poco de mí y aproveché para besarla, que esperaba algún día acostumbrarme a todo lo que causaba en mí cuando sus labios tocaban los míos.

Sentí sus labios húmedos en envolver los míos y por primera vez, su lengua comenzó a jugar con la mía, justo cuando creía que tenía la gloria, María José me sorprendía con algo más.

Sentí como María José pasaba su mano por mi cabello mientras me jalaba más hacia ella y su otra mano acariciando mi pierna cruzada y quedaba a su alcance.

Se separó un poco de mí para tomar aire, pasó su lengua sobre sus labio inferior y volvió a mis labios; sentía el sabor a menta de su labial.

Mordió mi labio y me descubrí a mi misma soltando un pequeño jadeo cuando lo libero. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo y sonreí.

¡Dios, María José! ¿¡Que me haces!?

Se separó de mí para poder respirar y junto nuestras frentes.

- Vamos a dormir, Daniela- me dijo bajito y yo asentí.

Se levantó del sofá y tomó mi mano para que la siguiera.

- Puedes dormir conmigo si tú quieres, pero si no, arriba hay otra habitación, o puedes dormir en mi cama y yo voy arriba- dijo confundiéndome un poco y reí.

- Me gusta la idea de dormir contigo- le dije con una sonrisa tímida y le di un beso en la mejilla.

- Vamos.

La seguí hasta su habitación, era espaciosa, como el resto de la casa, era color morado y tenía muy pocos adornos, sólo una de las paredes estaba llena de fotos y era todo, al fondo había un clóset amplio y había algunos muebles con cajones y el centro tenía una cama gigante que me quedé viendo como si fuera una niña pequeña en una dulcería.

- Cuando la mayoría de noches la pasas fuera de casa es genial poder llegar a dormir en esta- me explico.

Me abrazó de lado por la cintura y me dio un beso en la mejilla.

- Lo último que me gustaría ser en ella es dormir en ella- dije sin pensar.

Maldita sea, ¿¡Otra vez, Daniela!?

María José me miró sorprendida con los labios entreabiertos.

- ¿Sabías que la gente normal piensa en silencio?- Me preguntó riendo.

Agaché la cabeza con la cara ardiendo por el rubor.

- Ya, no es tan malo, relájate, bonita- me dio otro beso en la mejilla y se alejó de mí.

- ¿Me... prestas una pijama, por favor?- Pregunté para intentar aligerar el ambiente.

- Claro, ven.

Caminamos a su armario y lo abrió, encontró algo de ropa y me lo pasó para que me lo pusiera.

Camine al baño, me lave la cara con agua fría en un intento de quitar la torpeza en extra que hoy tenía.

Me puse la ropa que María José me prestó y salí a buscarla, ella ya se había cambiado y estaba sentada en la cama esperándome.

- Te ves muy bien, Daniela- me dio un rápido beso en los labios y se alejo para pagar la luz.

Dude un momento y me acerqué a la cama, abrí las cobijas y me metí, vi que María José hizo lo mismo.

Me quedé cerca de la orilla, era un momento bastante incómodo. No sabía qué era lo que debía hacer.

Aún con la oscuridad vi que María José sonrió y se acercó a mí hasta quedar muy cerca.

- ¿Ahora te alejas de mí? ¿En serio?

- No es eso, calla- le dije riendo.

- Me gusta tenerte aquí, ¿sabes? Es divertido.

- No es divertido, sólo digo cosas torpes- dije, pero con vergüenza.

- Y eso es lo que me gusta de tenerte, que no te importa decirlas.

Acercó su cara lo suficiente para besarme y me miró a los ojos.

- Eres muy especial, si no te lo habían dicho antes-me dijo y sonrío.

- Nadie antes me importa, me gusta que lo digas tú.

Sonrió y me abrazó atrayéndome más hacia ella.

-Te quiero, Daniela, con todo lo torpe que seas, que no se te olvide.

Me dio un último beso en la frente y nos quedamos dormidas.

Mi doctora favorita (Calle y Poché)- Pausada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora