1.DONDE TODO COMENZÓ

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Era un lunes cualquiera, así que me levanté con pocas ganas, pensando en el insufrible día de colegio que me esperaba. En el cielo no había casi ni una nube y el sol de marzo brillaba y calentaba lo que se suponía que debía esa época de el año. La primavera estaba cerca, el paisaje se empezaba a vestir de colores llamativos y hermosos. Me vestí, me lavé la cara y fui hacia la cocina. Mi madre estaba preparando el desayuno tararendo por su alegría primaveral. La verdad es que a mí me era igual si llovía, nevaba o hacía sol como esa mañana, nada podría ponerme de buen humor. Le deseé un buen día a mi madre a desgana y me senté para desayunar.

Ya casi había llegado al instituto cuando los vi. Me quedé asombrada. Sentado en la acera había un chico no mucho más pequeño que yo tocando un instrumento de percusión que tenía en el regazo. No sabría decir el nombre exacto del instrumento, aunque esté interesada en el tema no sé distinguir según qué instrumento. Al lado del chico había una chica, seguro que de mi edad, que cantaba y tocaba una guitarra. Lo más sorprendente, pero, es que ambos se parecían mucho a dos personajes de Lemonade Mouth, mi película favorita. El chico llevaba su pelo negro en media melena, y tenía una cejas bastante pobladas. La nariz y algunos otros rasgos de su cara eran muy similares a los de Charlie, el batería de la banda Lemonade Mouth. Lo mismo ocurría con la chica, era bastante parecida a Mo, la bajista y, en algunas canciones, cantante del grupo. Seguramente les hizo gracia o almenos les llamó la atención la cara que yo puse, porqué me miraron y me saludaron con una amplia sonrisa que a mí me pareció un poco burleta.

Pero será mejor que empieze presentándome. Me llamo Leila y en ese momento tenía ya casi quinze años. Mi pelo era rubio y mis pequeños ojos de color café. No era muy guapa pero tampoco muy fea. Aún así, no es que fuera muy popular en el colegio, por eso no me gustaba ir allí. No es que no me hablara con nadie, sencillamente no tenía amigos de esos de verdad. En el patio me quedaba en un rincón y a veces charlaba un poco con quien pasaba por ahí. El problema es que me llamaban infantil por el simple hecho de que me gustara Lemonade Mouth. ¿Qué digo que me gustaba? ¡Me encantaba! Ahora lo escondía más, aunque me sientía mal por ello, porqué sabía que estaba fingiendo ser algo y de un modo que no era. Antes cantaba a todas horas las canciones de la película y imaginaba que la carpeta era una guitarra, por eso se reían de mí. Y, ¡ay...! ¡Cómo deseaba tener una guitarra! Soñaba en poder tener una en mis manos alguna vez. Pero no es que a mi familia le sobrara dinero, por decirlo de alguna manera. Así que era casi imposible que pudieran comprarme una, y aún más que pudieran pagarme clases para aprender a tocarla. A veces mi madre me decía: "Algún día, algún día...". A mí me recordaba a la canción Somebody, como no, de Lemonade Mouth. Había un trozo del estribillo que decía: "Somebody, somebody... Somehow, someway, someday... somebody". Esa canción hablaba precisamente de eso. De que era posible que los sueños se cumplieran y de que algún día fueras realmente alguien. Sin embargo, yo no tenía muchas esperanzas en eso. Pensaba que siempre sería una don nadie cuya existencia nunca importaría a nadie y aún menos pensaba en que algún día destacaría en algo.

Aún así, pronto aprendería que a veces el destino nos depara cosas que nunca hemos podido ni imaginar.

LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora