Día 12 Parte 1

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Como lo que yo creía una eternidad después desperté con la música de mamá a todo volumen en la cocina, los gritos de Santy en su cuarto y la televisión prendida con el noticiero matutino, me levanté en modo zombi y camino a la ducha me detuve en la habitación de mis padres, papá estaba ahí sentado en la cama atento a la televisión de su habitación, me senté en sus piernas como una niña pequeña mientras el acariciaba mi cabeza y seguía viendo la pantalla. Me preguntaba como estuve y como la pasé casi sin prestar atención a mis respuestas. Estaba a punto de dormirme de nuevo cuando reaccioné para ir a bañarme.

Al volver vi a Santy saltando sobre su cama como siempre, definitivamente extrañaría el silencio de mi soledad, fui a mi habitación y busqué en la ventana por si a Nacho se le ocurría pasar por acá, pero no lo hizo, suspiré un poco desilusionada mientras me alistaba para ir al colegio.

Fui a desayunar con mi familia, papá estaba con el teléfono mientras mi mamá intentaba amarrar a Santy a la silla para que desayune, le inventé una competencia para ver quien terminaba primero y me siguió, lógicamente me dejé ganar y me ofrecí a llevarlo al colegio, solía ir tarde y a Santy eso no le gustaba, siempre quería estar antes para tener tiempo de jugar con sus amiguitos.

Estuve prácticamente en silencio todo el camino mientras él me contaba todo lo que hizo y vio en su viaje, por un momento me dio un poco de envidia haberme perdido toda esa aventura, después pensaba en Nacho y todo lo que vivimos juntos y se me revolvía todo, vi mi teléfono de nuevo, nada, lo más probable es que las sábanas se le hayan pegado y no vaya ni a clases.

Al entrar al colegio no vi a nadie conocido, me quedé dando vueltas un rato mientras veía a Santy reencontrándose con sus compañeros como si se hubieran visto ayer. Realmente el tiempo es relativo, para Santy esta semana no significó nada, para mí esta semana a lado de Nacho fue una vida entera.

Me sentía absurdamente feliz, lo veía y admiraba a ese pequeño como si nunca antes lo hubiera visto jugar. Mi pequeño diablito, tan inocente y tan travieso, tan listo y tan juguetón, no importa lo que haga, yo amaré a este niño toda mi vida.

-¿Acaso te caíste de la cama?-David se paró a mi lado hablando sin mirarme.

-Mi pequeño diablito volvió.

-Lo puedo ver saltando como conejo por ahí-lo apuntó con el dedo.

-Espero que no deje de hacerlo-le dije viéndolo.

-Yo espero verte sonreír así todos los días-me golpeó con el índice la nariz de forma tierna mientras yo la fruncía, lo abracé y luego lo mordí en el brazo.

-Sabía, que estabas demasiado tierna-me dijo riéndose mientras íbamos al lugar de siempre con nuestros compañeros, hablamos de los últimos partidos de futbol que se nos venían encima.

-¿Jugarás no?-preguntó Orlando el capitán del equipo de chicos.

-Tengo el estúpido castigo todas las noches, no creo poder.

-No es justo tenemos que hablar con el director, te necesitamos en cancha.

No era exactamente buena, pero nadie pasaba mi defensa, lo que hacía que Orlando me adore en cancha, pero teníamos muy buenas delanteras que no dejaban pasar una, balón que tocaban, balón que entraba al arco.

-Ya lo veremos, por ahora solo no quiero más problemas.

Tocó la campana y fuimos a la clase, fue muy interesante, hicimos trabajos en grupos sorteados y por desgracia no me tocó con ninguno de mis amigos. Marcela, Daniel y Juan fueron mis compañeros de grupo, no podía quejarme no eran malas personas y tampoco eran flojos. Hicimos el trabajo y lo presentamos antes del recreo. Harold y David no tuvieron la misma suerte con sus grupos y tuvieron que quedarse en el curso a terminarlo, salí sola y caminé por el patio terminando cerca de la oficina del director.

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