Día 7

100 22 0
                                    


Desperté cansada, no sabía por qué si había dormido lo necesario, después recordé la discusión con Nacho, no sabía que pensar ni que hacer.

¿Lo busco yo?

¿Acaso no querrá verme?

¿Estará pensando en mí?

Como solucionar algo que ni siquiera sé en que momento se rompió, necesito hablar con él, sentirlo cerca, abrazarlo y que me diga que me ama tanto como yo lo amo a él.

No entiendo por qué nos es tan difícil simplemente decirlo y gritarlo al mundo, si tan solo ahora no lo demostráramos sería distinto. Pero no está, él no está aquí.

Me levanté sin fuerzas, en el modo zombi más deplorable, me alisté sin realmente pensar en lo que hacía y fui al colegio con la misma poca intensión de existir. Pasaron las horas y sentía que podía ver como mi vida pasaba desde afuera, como si fuera un perchero en la esquina de la habitación viendo a toda velocidad pasar lo que solo me parecían sombras. Llegó la hora del recreo, quise salir sin hacer ningún tipo de movimiento en falso, pero no pude siquiera llegar a puerta sin que una de esas sombras de colores que se movían cerca se abalanzara a mí.

No pude responder, pero cuando abrí los ojos me di cuenta que ahí estaba, David, abrazándome como solo él podía hacerlo, y me quebré.

Caí en un llanto incontrolable en los brazos de mi mejor amigo, nunca me había sentido tan sola, Nacho formaba el 90% de mi corazón, yo sé que está mal, pero me apoyé en él, y ahora me habían quitado mi apoyo más importante. Aunque no sé si realmente me lo quitaron, me lo quité sola, o solo estoy asustada e intento pensar que realmente me dañaron para tener una excusa para disculparme a mí misma de mi confusión.

Durante el recreo le conté todo lo que pasó, Harold fue por comida y nos la trajo al curso.

-Por lo que me contaste no es tan grave...-me dijo David tranquilo, abrí los ojos como dos platos.

-Se tomó la opción de terminar, ¿Eso no te parece grave? –le dije un poco exaltada.

-Lo único que tengo claro es que lo que hay entre ustedes es amor de verdad, siempre fue así, desde el primer momento, y seguirá siendo así hasta dentro de muchos siglos.

-Pero ¿Qué pasó ayer? ¿Por qué nos tratamos así? - le dije ya a punto de volver a quebrar.

-Tienen miedo, ambos, mira definitivamente este chico...-lo miré asombrada- te está provocando algo, y ninguno de los dos quiere verlo, tu no quieres creer que puedas sentir-buscó la palabra en su mente-algo por alguien más, y él tiene miedo a que eso pasé, y perderte.

- ¿Entonces? -le dije intentando evitar tener que responder sobre los sentimientos.

-Deben solucionarlo-tomó un mechón de mi cabello que estaba en mi cara y lo puso tras mi oreja-juntos.

Me abrazó de nuevo y terminó el recreo, entré más tranquila a mi siguiente clase y llegó la hora de la salida. Nacho no estaba por ningún lado, fui a casa caminando, llegué y cociné algo, llamé a mis padres para saber cómo la pasaban en su viaje de ensueños, después fui a dormir, mis ojos se habían agotado por tanto llorar y ya no podía mantenerlos abiertos. Al despertar vi mi teléfono y nada, Nacho no dio ninguna señal de vida.

Me alisté para salir al trabajo, pero no dejaba de pensar en Nacho. ¿Dónde estaba? ¿Con quiénes? Y sobre todo ¿Cómo? Fui al parque a encontrarme con los muchachos y ahí estaban. Salva, Nando, y un muchacho que nunca había visto. Me miró de pies a cabeza y me guiñó el ojo, lo miré de reojo y me dio un poco de asco, pero Nando rompió el hielo.

-Hola niña, ¿Cómo estás hoy?

-Muy bien gracias-intenté fingir.

-Ahora díselo a tu cara-me guiñó un ojo y pasó su brazo por encima de mis hombros y me acercó al grupo-él es el nuevo, también conocido como calamina.

- ¿Puedo preguntar por qué? - le dije casi como un susurro.

-No...-me dijo entre tranquilo e incómodo.

-Un gusto, extendí la mano ni bien sentí que estábamos lo suficientemente cerca.

- ¿Nos vamos? - Escuché la voz de Oliver detrás mío, por alguna razón eso me animó un poco, por suerte su atención se centró en calamina y pude fingir que nada pasaba. Subí al bus y como siempre saludé al chofer, se llamaba Alex un señor muy alto, de esos que parecen un chicle estirado de lo delgados que son, nunca lo vi sonreír y con suerte respondía el saludo.

Miraba por la ventana con los audífonos colgados en los oídos, ni siquiera escuchaba música, pero eso quería que crean para que nadie interrumpa mi único pensamiento, Nacho. Me sentía en una de esas películas dramáticas en las que miras por la ventana esperando que todo cambie y de repente lo empiezas a ver, recuerdas su rostro sonriendo, su rostro dormido, su rostro manejando su motocicleta a toda velocidad sin casco a lado tuyo... Espera ¿qué? Entonces lo vi no era un sueño, él estaba aquí.

-Paren por favor-dije de golpe mientras me levantaba del asiento con el corazón acelerado.

-No puedo, hay un estúpido en su motocicleta a lado mío-dijo Alex mientras yo sin verlo me acercaba a la puerta del bus en movimiento.

En eso Nacho se acercó a la puerta en su moto mientras me miraba fijamente, sin importarme nada tomé la palanca para abrirla.

- ¡Lo siento! -grité por la velocidad del auto.

-Yo lo siento, Dan eres todo para mí-gritó también Nacho desde la moto mientras alternaba la vista conmigo y su camino.

-Tu eres todo para mí-le dije ya quebrada por la emoción.

-Te esperaré, necesito tenerte cerca mío-Decía Nacho gritando en su moto.

-Y yo a ti, te...

-Te esperaré-Nacho me interrumpió y desaceleró quedándose atrás.

Giré y me topé con los rostros de todos los chicos sorprendidos, me sequé las lágrimas y me fui a mi asiento, al pasar junto a Oliver lo vi de reojo mientras el agachaba la mirada, muy dentro mío quería darle una explicación, pero no le encontraba sentido.

-Con que ahí la dejaste-Nando se sentó a mi lado y sonrió.

- ¿De qué hablas? -le dije con una sonrisa nerviosa.

-Tu felicidad, la habías dejado en esa moto-me pellizcó la mejilla, después me rodeó con el brazo y m apoyé en su pecho, lo quería muchísimo, en el poco tiempo que nos conocimos había sido realmente un gran amigo.

Durante la noche no se habló del tema, todos queríamos saber el motivo del apodo de calamina.

Al volver solo esperaba una cosa, ver a Nacho, moría de ganas de enredarme entre sus brazos, oler su delicioso aroma mientras me apoyo en su pecho y el me besa la frente.

Salí del bus y lo vi ahí tan perfecto como siempre, apoyado en su motocicleta, con su teléfono en las manos, levantó la vista y me encontró, guardó su teléfono y vino en mi encuentro, me quebré de nuevo en el camino, y no me refiero a que me puse a llorar, me refiero a la caída que tuve por lo que Nacho aceleró el paso y me levantó del piso para saber que tenía, se sentó en una de las banquetas que estaban cerca y me puso en su regazo, yo empecé a reír por el momento incomodo que vivía, los chicos se acercaron a ver si me encontraba bien, todos menos Oliver.

Nos fuimos a casa en su moto, durante el camino no dejaba de besar su espalda, sentía sus nervios tensarse y destensarse cuando me acercaba, cuando llegamos a casa me tomó de la cintura y me levantó hasta él, me enredé con las piernas en su cintura y él me presionó a él, seguimos besándonos hasta llegar a la cama, caímos y empezamos a reír.

-Nunca te había extrañado tanto-me dijo Nacho acostado a mi lado.

-Yo nunca tuve tanto miedo de perderte-acaricié su rostro, tenía los ojos hinchados.

- No tienes tanta suerte-me guiñó el ojo y seguimos riendo, hasta que se quedó dormido, me puse pijama y nos tapé, dormir a su lado siempre me trae paz y más ahora, ahora que sé perfectamente lo que siento, esto no es más que amor.

Si Te Elijo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora