En un mundo caótico lleno de super poderes, se da la tarea de tener todo en orden, y esa sera su misión. Rescatistas que se encargaran de eliminar bestias llamadas "Incineradores" cuyo objetivo es crear incendios para alimentarse de ellos. Una histo...
Kain caminaba por la nieve negra, las cenizas de la torre que expedía las atrocidades de Dogma, el traidor de un pueblo orgulloso creyente de una diosa falsa, pero que daba esperanza al pueblo.
Los soldados comenzaban a dar el informe que se veía de nuevo al rescatista gris que tanta dificultad les había dado. Varios se acercaron con sus espadas, su conocimiento en el arte de la Katana, del combate cuerpo a cuerpo estaba a otro nivel. Todos eran necesarios para derrotar a Terra, eran capaces de luchar contra aquel ejército, pero estaban siendo liderados por un caprichoso.
—¡Detente ahí incinerador!
Todos desenfundaron su espada.
A lo lejos había un francotirador que disparo en el momento en que Kain se detuvo. La bala lo alerto.
—¡Aceleración eléctrica!
El corazón de Kain se había llenado de electricidad y comenzó a bombear sangre de forma desesperada al punto de aumentar su adrenalina y con eso a duras penas esquivo la bala que paso por su cabello, y tras eso el desenfundo su Katana la cual comenzó a brillar en dorado.
—¿La espada brillante? No, es otra arma.
La espada conectaba muy bien con la electricidad que recorría su cuerpo.
Los veía y estaba furioso, pero a la vez quería probar sus nuevos poderes, quería expulsarlo todo, dejar de contenerse.
—¡AHHHH!
Un rugido que asusto a los Animalis ya que nunca lo había escuchado, era el grito atemorizante de Kain. Este lleno todo su cuerpo se electricidad y salió como un rayo hacia todos. Lanzo su espalda y esta destrozo la Katana de un enemigo que estaba enfrente, luego se giro con una patada giratoria que lanzo a tres soldados varios metros por los aires.
Todos intentaron atacarlo, pero la espada de Kain se regreso con un rayo, como si fuera una conexión. Inmediatamente destrozaba sus armas. Varios se acercaron con armas de metal frio pero antes de disparar este enfundo su espada.
—¡Rugido de Satán!
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Un rugido aun más atemorizante que el anterior helo la sangre de todos los que lo intentaron rodear para luego salir disparados por una explosión eléctrica y Kain quien caía después de dar un salto listo para continuar corriendo.
No quería detenerse, era tiempo de no detenerse.
El siempre fue quien protegía, pero era hora de aplicar todo lo aprendido, todos los poderes que se le dieron para que fuera la esperanza de los incineradores, de sus amigos.
Mientras corría, otros soldados del pueblo central, donde se encontraba Dogma ya estaba preparando y apuntando sus armas, veían como algo que corría demasiado rápido se iba acercando, dejando una estela de nieve negra que se levantaba con sus pasos.