[4] TOCADISCOS ━━ harry potter

kings & queens

i.

A BILLIE JEAN NO LE sorprendió encontrar el apartamento de tía Cher silencioso cuando ella y Thomas volvieron de su clase de karate.

Desde que Billie Jean tenía memoria, había estado viviendo con la tía Cher (que realmente se llamaba Cheryline, pero a ella le gustaba más el apodo). En ámbitos biológicos no eran familia, porque su tutora no compartía lazos sanguíneos con ninguno de los padres de Billie Jean. Según entendió de las vagas explicaciones recibidas a lo largo de los años, tía Cher adquirió el apellido Black para poder quedarse con ella legalmente y que su abuela paterna, Walburga Black, no le quitara la custodia.

Cuando tenía 5 años, la hermana mayor de tía Cher murió por una extraña enfermedad genética y dejó completamente huérfano a su hijo, Thomas, también de cinco años en ese entonces. Tía Cher se quedó con la custodia de Tom y lo llevó a vivir con ellas a su pequeño piso muggle en Londres. Habían estado juntos desde entonces, pegados como siameses, al punto de que eran mellizos sin compartir una madre. O un padre. O el apellido.

—¿Crees que la tía Cher esté ebria de nuevo? —murmuró Tom, dejando sus mochilas para karate encima de los muebles.

Ella se encogió de hombros, sin esperar algo diferente de tía Cher. Ni siquiera le sorprendió oír el suspiro derrotado de Tom al encontrar una botella casi vacía de tequila sobre la mesa ratona de la sala de estar, cerca de un recipiente de cristal lleno de colillas.

Tía Cher era alcohólica, aunque no el tipo de alcohólico habitual en los programas de televisión muggle, esa clase que siempre se veía en la necesidad de beber y no podían parar. Su tutora era algo parecido a una persona normal la mayor parte del año, excepto en tres épocas diferentes: comienzo y finales de julio y finales de octubre. Tía Cher era propensa a intentar a ahogarse en el tequila barato de los muggles cuando el calendario tocaba esos días, Billie Jean y Tom habían dejado de intentar entenderlo desde hacía años. 

—Iré a buscarla.

Tom asintió, recogió la botella y se inclinó para botar el resto del líquido por el lavamanos. Billie Jean atravesó el pasillo vacío hacía la última puerta, la habitación de tía Cher, que estaba entreabierta y dejaba ver un poco de la eterna oscuridad.  

—Si ella está ahí —espetó Tom, subido a una silla para sacar los ingredientes de sándwiches que guardaban en la alacena—. Grítale en un oído de mi parte.