T R E S

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—¿Estas segura que Andrés dijo que nos veríamos aquí? —Pregunté mirando las calles sin conocer nada

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—¿Estas segura que Andrés dijo que nos veríamos aquí? —Pregunté mirando las calles sin conocer nada.

—Claro que si, mira —Me mostró el teléfono y vi de nuevo la dirección, parecíamos estar en la correcta, pero él no se veía.

Estábamos por ir a ver el dichoso departamento, seguía con mis dudas, la mujer no me daba tan buena espina a pesar de ser amiga de mi tía.

Vimos a un chico caminar hacia nosotras y Marie fue la primera en reconocerlo, yo por la distancia solo veía una silueta acercarse.

—Estas cieguita, chama —Se burló él imitando mi gesto una vez estuvo cerca.

Estaba con los ojos entrecerrados y la nariz arrugada para ver si alcanzaba a ver mejor.

Rodé los ojos divertida y lo saludé mientras comenzábamos a caminar. Marie y él comenzaron a hablar enseguida mientras yo observaba todo alrededor, a pesar de que había caminado infinidades de veces todo San Miguel con Marie buscando departamento, era la primera vez que pasaba por allí.

Cuando llegamos al lugar, el edificio se veía moderno, nuevo y lujoso, allí mi inseguridad volvió, me imagine pagando millonada por vivir ahí.

—Es bonito el edificio —murmuró Andrés mirando todo a su paso.

Marie y yo asentimos de acuerdo y llamamos por el intercom para anunciar que habíamos llegado. Se suponía que la chica nos iba a esperar para mostrarnos el lugar.

Los tres esperamos abajo en silencio, frente al edificio había una plaza y al lado un hospital, así que se veía mucho movimiento de gente.

Una chica de nuestra edad, salió y nos saludó amable mientras nos guiaba dentro del edificio, subimos en el ascensor y nos comenzó a detallar cosas del edificio.

Cuando entramos en el departamento, Marie quedó maravillada. Era de una sola habitación pero lo suficientemente grande para que entraran las tres camas, un baño, cocina, comedor, sin balcón, me parecía muy bien a diferencia de los que habíamos visto antes, nos explicó que teníamos piscina arriba y portero las 24h, pero que el tema de pago lo tratáramos con su madre.

Nos despedimos de ella y salimos en silencio, fuimos hasta la plaza y nos sentamos en un banco, cada uno en sus pensamientos.

—¿Quieren achilata? —preguntó Andrés yendo hasta el hombre con una hielera.

Sin esperar respuesta, nos compró una a cada una.

Siendo un poco recelosa por el sabor, la probé desconfiada, al sentir el sabor dulzón la comí con confianza, caminamos hasta un árbol y nos sentamos en un gran tronco caído a comer.

Entrelazados ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora