Cuando uno es adulto las responsabilidades no dejan de estar, es por ello, que a pesar de no haber dormido casi nada y sin poder pasar bocado siquiera, al día siguiente me regresé a la ciudad y fui directo al trabajo.
Llegué despeinada, ojerosa y con los ojos hinchados, mi supervisora había puesto al tanto a mis compañeros sobre mi problema, así que me recibieron con condolencias y fueron amables sobre mi aspecto.
Ese día, Flor, la cajera y encargada, no me dejó estar en el mostrador, me mandó a limpiar y acomodar el depósito, cosa que agradecí, porque no estaba de ánimos para lidiar con la gente.
Ese día y los siguientes, fui como una máquina trabajando en automático, los días pasaban monótonos para mí, salía tarde, tomaba un taxi, iba a casa de mi amiga, me paraba temprano, tomaba un colectivo al centro y caminaba todo el día buscando alquiler.
Luego ponía repetir.
No paré en ningún momento de hacer aquello, manteniéndome ocupada, escapando de mi mente.
Una tarde mientras buscaba alquiler, Mara me llamó para que la encontrara en el que había sido mi departamento, no tenía muchas ganas de verla, por ello le pedí a Andrés que me acompañara.
Él, con cara de muy pocos amigos, se sentó conmigo en la plaza frente al edificio esperando a que ella llegara, cuando vimos el auto estacionar nos levantamos, Andrés se quedó a una distancia prudente y yo me acerque a mi tía para saludarla.
Me miró con seriedad y me pasó un sobre.
—Es todo lo que tengo, no puedo conseguir más plata para pagar esa deuda, no sé cómo hiciste para endeudarte tanto, pero me estoy ganando deudas yo para pagar las tuyas, ve tú a ver de donde sacas el resto, yo no puedo más.
Saludo con la mano a Andrés y se volvió a subir al auto.
No hubo un hola, ni siquiera un ¿cómo estás? Nada, solo un reclamo injustificado, arrancó el auto y yo me quedé viendo el sobre en mi mano, solo habían 1500 pesos. No era ni la mitad de la deuda.
Miré a Andrés que se había detenido a un lado de mi y comencé a llorar.
—Ya, mana —acarició mi espalda tratando de consolarme.
No tenía consuelo, no lo había, mi mundo se estaba cayendo y no tenía idea por donde empezar a armar los escombros que iban quedando, se suponía que Mara pagaría esa deuda en la que me había metido y con suerte con lo que me mandaran mis padres, yo podría alquilar otro sitio.
Yo no podía pedir más dinero y ni pensar en buscar otro trabajo, apenas me quedaba vida con el que tenía.
—No es justo Andrés, esta deuda no es mía, Mica se bebió toda la plata que le di, Marie se fue sin pagar las deudas que tenía y me las dejo a mi sin una pizca de remordimiento, ¿por qué debo pagar algo que no me corresponde sí yo, sí fui responsable de poner el dinero cuando debía? —explote en medio de la plaza, en medio de hipidos que hacían difícil entenderme, Andrés me escuchó y acarició mis brazos hasta que logré calmarme.
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Entrelazados ✔
RomanceCarol, solo iba persiguiendo sus sueños, siendo tan liberal y sin intensiones a ataduras, nada podía anclarla en un lugar, le gustaba volar libre como el viento. Andrés, cansado de la vida, sin animos de continuar por el mismo rumbo, se ve envuelto...