Q U I N C E

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Admito que mi idea de pasar unos días en casa de mi tía, fue una decisión apresurada, sin embargo en lugar de tres días, se convirtieron en quince

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Admito que mi idea de pasar unos días en casa de mi tía, fue una decisión apresurada, sin embargo en lugar de tres días, se convirtieron en quince.

Para todos fue una gran sorpresa verme llegar después de tantas semanas sin aparecer, pero siendo astuta, puse de excusa el paro de profesores. Un primo llegó de Venezuela y quedó todo el asunto en segundo plano.

Traté de darle largas a todo el tema de volver, pero no podía seguir perdiendo clase, esa semana habian levantado el paro encima, era mi cumpleaños.

Quince días en casa mi tía, conllevó a acumulación de ropa y regalos, iba con ayuda de mi primo, a la parada de colectivos, cargando tres bolsos, más mi mochila. 

Con la llegada de mi primo, mami aprovechó para mandar regalitos, que se terminó convirtiendo en una gran carga. 

Mi primo me subió los bolsos y me pidió que le avisara al llegar, ¿como mierda cargaría todo hasta la casa? Ni idea. Le avisé a Marie que iba en camino y ella me avisó que iría más tarde con su prima, quien pasaría unos días en casa con nosotras. 

Escuché música para distraerme y cuando vi que estábamos llegando, traté de caminar con todos mis bultos para que me dejaran en mi parada, pero calculé mal el tiempo, y me dejaron dos cuadras más allá, frente al edificio de Andrés.

Cuando logré bajar tiré todos mis bolsos al piso.

Tuve un gran debate interno, ¿reviento mi espalda con todo el peso hasta casa, o dejo mi orgullo y llamó a Andrés?  

A la mierda todo, luego recojo mi dignidad.

Como pude arrastré los bolsos hasta el edificio y lo llamé por el intercom, tardó en responder, y ya estaba por irme, pensando que no estaba. 

—¿Quien? —Preguntó con voz grave.

—Soy yo —dije fuerte para que me escuchara ya que su aparato se escuchaba bajo.

—Voy.

Suspiré y miré mis bolsos con odio, culpandolos de mi desgracia, cuando los llevaba me parecía buena idea cargar con todo, pues no sabía cuando volvería a esa casa, pero viendo donde me encontraba, ya me parecía mala idea.  

Esperé abajo cerca de 10 min, tengamos en cuenta que no nos habíamos vuelto a ver después de aquella despedida, y era mi cumpleaños. 

No habíamos dejado de hablar, pero todo en un ámbito amistoso, nada de tocar temas profundos, ni hablar de terceros.

Yo había planchado mi cabello, arruinando mis característicos rizos solo por ese día y arreglado mis uñas y cejas, me sentía diferente, pero no sabía si él lo notaría. 

Escuché la puerta y por el sonido de las llaves supe que era él, solté el aire retenido y me armé de valor para verlo.

No le había dicho que volveria, -otro importante detalle-.

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