CUARENTA Y SEIS

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Andrés: ¿Estás ready?

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Andrés: ¿Estás ready?

Carol: En eso estoy, voy a sacar a Winnie.

Andrés: Recuerda debemos estar en la plaza antes de las 8:30.

Carol: Corro.

Guardé mi teléfono y salí de casa con una Winnie muy entusiasta, ella estaba feliz porque iba a salir y yo estaba ansiosa porque iba tarde.

Le di una vuelta rápida, cuando termino de hacer todo, la dejé en el departamento y salí corriendo hasta la plaza.

Ustedes pensaran, pero Carol ¿por qué tanto apuro? Bueno, los actualizo, Andrés me invitó a pasar el día con su padre y pues debíamos estar muy temprano para no regresarnos tarde.

Así que llegué a la plaza con la lengua afuera, Andrés negó divertido al verme y frenó el colectivo que iba pasando, nos subimos de una vez y nos sentamos cerca de la puerta de salida.

—Hola, señorita impuntual —picó mi nariz.

—No soy impuntual —arrugué la nariz— llegue a tiempo.

—Un poco más y debemos tomar taxi —se burla.

Me encogí de hombros y le avise a mi mamá que estaría incomunicada todo el día y que le avisaría cuando regresara a la ciudad.

Nos bajamos en el terminal y nos pusimos en la fila para tomar el otro colectivo.

—Solo espero que no nos encontremos a Nora —murmuró Andrés mirando para todos lados.

Yo lo miré con los ojos bien abiertos y busqué no sé qué con la mirada.

—¿Estaba en la ciudad? —Pregunté nerviosa.

—No se, pero a veces viene a bailar a la ciudad y se va en el primer colectivo que sale para allá —hizo una seña en alusión al colectivo que nosotros estábamos por tomar.

Resoplé y seguí parada allí esperando que el chófer se apurara, de ser necesario que saliera antes. No me importaba dejarla si pensaba tomar ese, pero no quería ir en el mismo que ella.

Encima que me quería cortar la cabeza por estar de resbalada con su novio, solo faltaba que me pusiera en bandeja de plata.

Moví un pie frenética hasta que vi que el chófer se subía en el colectivo y empezaba a subir la gente.

—Le vas a hacer un hueco al piso —me tomó Andrés por el hombro.

Lo miré por el rabillo del ojo y sonreí irónica.

—Disculpa, es que la idea de quedar sin cabello me emociona.

Él se rió y me empujó con suavidad.

—No está, no te va a pasar nada, tampoco lo permitiría —me guiñó un ojo y rodé los ojos.

Si claro, lo quería ver con ella y conmigo de frente para ver que tan machito se hacía, seguro salía corriendo el muy marica.

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