TREINTA Y DOS

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No sentía que estaba haciendo las cosas bien, en lo absoluto, sabía que mayor parte del problema era yo y mi falta de decisión con respecto a lo que quería

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No sentía que estaba haciendo las cosas bien, en lo absoluto, sabía que mayor parte del problema era yo y mi falta de decisión con respecto a lo que quería.

El día siguiente de que fui a la pileta con Andrés, todo estuvo mal en el trabajo; llegué en la tarde a trabajar, cambiaba mi turno, me encontré a mi supervisor muy serio, hablando con la otra encargada.

Supe de inmediato que algo andaría mal, ya venía teniendo roces con ella, todo lo que hacía le molestaba, por mínimo que fuese, cuando ella llegaba en la mañana, buscaba cualquier cosa sucia o fuera lugar, para tomarle foto y mandarle a mi supervisor, diciéndole que había dejado todo hecho un desastre.

Mi equipo y yo sabíamos que no era cierto, pero ella tenía años en ese trabajo, así que le creerían a ella y yo no quería problemas, así que aguantaba y asentía a cada reclamo que me hacían.

Pero ese día fue la gota que derramó el vaso, me esperaban en el depósito para una reunión extraordinaria, comenzaron a decir lo que ya sabía, había hecho mal el inventario, la encargada de la mañana me había escrito para decirme que todo estaba mal, pero a eso le vinieron reclamos de los que no estaba ni enterada.

No ayudas a tus compañeros, cierras antes de la hora, no limpias la heladería, respondes mal, tienes faltantes de dinero en caja, te la pasas hablando por teléfono, sólo estás encerrada en el depósito, la tienes agarrada con tus compañeros.

Intenté defenderme, pero no me escucharon, mi supervisor seguía hablando encolerizado.

-Varios clientes se quejaron de vos, han hecho comentarios muy feos, me han dicho de todo, que no quieren que los atiendas, que prefieren ir a la otra heladería que está más lejos, porque no se aguantan tu mala cara, es más textual, detesto ver a esa negra de mierda, arrogante que no atiende bien, viene a mi país a tratarme mal, me ha dicho un cliente -siguió hablando, pero ya no lo escuchaba.

Sabía qué cliente había sido y sabía que las cosas no eran como él decía, dicho cliente se molestó porque lo estaba atendiendo una extranjera y me pidió hablar con mi encargada cuando le dije que era yo la encargada del local, se puso rojo del coraje y empezó a tratarme muy mal, fue grosero cuando le ofrecí las promociones y se fue tirando todo porque le dije no tenía cambio, diciendo que no volvería más por ahí hasta que me echaran. Yo solo me callé, respire profundo, me disculpé con los clientes que habían y seguí atendiendo con una sonrisa.

No pude decir nada en mi defensa, porque el cliente siempre tiene la razón.

Mis compañeros no me defendieron, no entendí porqué, se quedaron callados escuchando como me blasfemaban, me molesté con todos.

Mi supervisor salió y remató la otra encargada.

-No sé qué te pasó a vos, eras la mejor vendedora, se te subieron los humos cuando te subieron de puesto, pero no permitiré un ambiente tóxico en mi trabajo -decía molesta, roja de ira.

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