V E I N T E

88 8 57
                                    

¿Han sentido alguna vez que nada puede ir peor? 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Han sentido alguna vez que nada puede ir peor? 

Bien, las cosas siempre pueden ir peor y creer que no, es solo desafiar al destino, pero mi abuelo solía decir lo bueno de estar abajo, es que puedes coger mejor el impulso para volver arriba, me gusta creer que tenía razón.

Había reprobado mi último parcial, por lo que estaba metida en apuntes para ir a la recuperación, intenté de verdad poner toda mi atención en ello, pero la búsqueda de trabajo era mucho más importante.

Es por eso que esa mañana cuando me pasaron el número para un trabajo de secretaria, llame sin dudar, confirmando la entrevista que tendría en pocas horas. 

Corrí a bañarme y escoger mi ropa para estar presentable, le quise avisar a Andrés para que supiera donde iba a estar, pero él justo estaba por rendir y no lo quería distraer, por eso ignoré por completo que era una mujer joven y que afuera habían muchos degenerados, aquella mañana salí con todos los ánimos de dar lo mejor de mí y conseguir el trabajo.

—Te prometo que mamá tendrá pronto un trabajo y te comprará muchas croquetas —Le dije a Winnie besando su cabeza y salí corriendo. 

Fui una hora antes, por si me perdía, solucionar para no llegar tarde, así que estuve 15 minutos antes de la hora acordada, un hombre mayor, entrado en años y canoso, me recibió muy alegre.

Todo iba nuy bien, y me sentía muy feliz por pensar que quizá si me darían el trabajo, era sencillo, el hombre era arquitecto y solo quería a alguien que manejara todos los documentos y organizara sus papeles, no manejaba bien la tecnología y necesitaba ayuda en ello.

Cuando creí que todo estaba hablado, dijo algo que me revolvió el estómago.

—Verás Carol, el anuncio es para secretaria personal, más allá de alguien que me ayude con el trabajo, quiero una compañera de vida. —Habló serio con la vista fija sobre mis senos.

Incómoda, me removí en mi asiento y ajusté el saco que tenía encima.

—Creo que no lo estoy entendiendo —Me hice la desentendida.

—¿Estás en pareja, tienes hijos, eres menor de edad? —Preguntó ignorando mi nerviosismo.

Negué con la cabeza a cada pregunta y me arrepentí por ello, los nervios no me dejaban pensar bien.

—Bien —asintió— te propongo esto, te doy un departamento en el centro, el auto que tú quieras, dinero, ropa, viajes —hizo una pausa tentativa— solo a cambio de unas horas a la semana contigo —propuso lamiendo sus labios.

Me quedé lívida al escuchar sus palabras y sus gestos me causaron repulsión, me acomode de nuevo en la silla tratando de pensar en cómo salir de aquella situación, el hombre claramente podría ser mi abuelo y el dinero no parecía faltarle.

Genial, un Sugar Daddy, pensé con ironía.

Quizá otra persona en mi situación hubiese saltado de alegría, pero el solo hecho de pensar que ese hombre me pudiese tocar, me causaba náuseas. 

Entrelazados ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora