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—Hey —salude a Scott, me alce sobre la punta de mis pies intentando darle un beso, él se movió bruscamente hacia atrás, haciendo que yo casi callera—, ¿qué pasa?
—Nada —dijo en un tono frio.
—Estas actuando muy raro —él miro hacia otro lado—. ¿Hice algo que te molestara? Dime y lo puedo arreglar.
—No me pasa nada.
Solté un suspiro frustrado por la situación.
—Mira, suficiente tengo con Derek para que tú me trates así, Scott —le reclamé sumamente molesta.
—Pues si no te gusta vete —abrí la boca indignada. ¿Qué mierda le pasa?
—No puedo creerlo Scott. Estábamos bien —me acerque a él agarrando su mano, la cual el soltó de mi agarre.
—No creo que esto esté funcionando —me empezaron a escocer los ojos—. Creo que los mejor es que terminemos —soltó después de unos segundos en silencio.
Una lagrima cayo de mi ojo derecho.
—¿Crees?
—Estoy seguro de que debemos terminar —afirmo—, ya no es lo mismo de antes.
—Dirás que tú ya no sientes lo mismo de antes —le hablé con furia.
—Lo siento, pero no puedes hacer que sienta algo más por ti —Scott desvió la mirada.
Ni siquiera me puede mirar bien a los ojos.
—Tienes razón, no puedo hacerte sentir como antes —me acerque a él—, pero alguien más si puede. Así que dime, Scott ¿de quién estás enamorado ahora?
—Eso no importa —bajo la cabeza.
—A mí me importa.
Él suspiro y al fin me miro.
—Kira —cerré los ojos escuchando su nombre.
—¿Alguna vez me engañaste con ella o con alguien más? —pregunte temerosa.
—No —negó rápidamente—, no te he engañado.
Mi labio inferior empezaba a temblar, pronto empezaría a sollozar a más no poder.
—Vale —limpie las lágrimas que estaban saliendo, aunque era inútil, pues seguían saliendo.
—Espero que encuentres a alguien que te aprecie mucho —rasco su cabeza.
—Y yo espero que cuides bien a Kira y la aprecies —me di vuelta para salir del estacionamiento del instituto, dirigiéndome a mi auto.
Una vez arriba, solté un sollozo que siguieron en más y más.
Yo de verdad estaba enamorada de él y me había dejado por otra chica.
—Te odio —solloce aún más fuerte—, pero también te amo, maldito idiota.
El tono de llamada de mi celular hizo que parara un poco de sollozar. Mire la pantalla y quise que la tierra me tragara.
Derek
Descolgué la llamada.
—Hey Derek —hice que mi voz sonara lo más tranquila.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no has llegado? —sonaba preocupado.
—Tuve unos inconvenientes, hermano —me aclaré la garganta—. Ya voy para allá.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
Muy bien.
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