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—Está conmigo — Le dijo seriamente Poncho al tipo mientras me rodeaba la cintura con posesión. Éste nos miró y sonrió.

—Y podría estar con los dos — Mi sonrisa se borró y me tensé, Poncho me miró y sólo pude bajar la mirada, entonces lo escuché hablar.

—Por ahora no la comparto — El chico me miró y yo me disculpé con la mirada. Si me daban a elegir, mil veces me quedaba con Poncho. Entonces resignado se fue y Poncho me volteó de la cintura. —Hola preciosa — Me acercó a su cuerpo e instintivamente rodeé su cuello con los brazos.

—Te estaba esperando — Confesé sin poder cerrar mi bocota.

—¿Me esperabas a mi? — Preguntó con su hermosa y perfecta sonrisa. Asentí acercándome a su boca. —Tenía el presentimiento que hoy te encontraría aquí — Sonreí contra sus labios y luego lo atrapé en un loco beso. Esta vez me dejó llevar el control entregándose a mi libidinoso beso. La música y la gente a nuestro alrededor desaparecieron, sólo estábamos él y yo fundidos en un beso estremecedor.

Dejó de besarme y me volteó, pegando mi espalda a su pecho. Me acarició el cuello con su mano izquierda, mientras con la otra me acariciaba los muslos. Cerré los ojos al sentir sus manos en mi, y como de costumbre mis vellos se erizaron. Los pezones se me marcaron en la tela del vestido y ahogué un gemido cuando levantó la ligera tela de mi vestido.

—Tengo ganas de foll.arte aquí mismo. Solo con tocarte ya me pones duro, Annie — Sus calientes palabras me hicieron sentir una punzada en mi bajo vientre. Abrí mis ojos y los demás seguían allí pero en su mundo... Si él deseaba foll.arme ahí mismo, a nadie le iba a interesar pues cada cual se dedicaba a lo suyo. El corazón como siempre me latía a mil por hora, al punto de quererse salir de mi pecho. Los oídos me zumbaban y mi respiración ya era irregular.

—Hazlo — Jadeé. ¿Le había dicho que lo hiciera? ¿Allí mismo? ¿Con todos presentes? Confirmado; la pasión me hacía poner como una perra en celo... y no me importaba. Llevaba una semana con un fuego interior que no pude apagar ni por mí misma, necesitaba de otro cuerpo que me liberara y Poncho era el indicado.
Mordió mi cuello mientras metía su mano en mi tanga. Abrió mis pliegues, y apenas rozó mi botón de nervios tuve ganas de gritar, pero entonces metió un dedo en mi boca y lo chupé ahogando el grito.
Su mano derecha siguió en mi centro más que húmedo, me acariciaba barriendo mi humedad por toda mi vagina haciendo que ésta se lubricara. Me rodeó de la cintura con su brazo al mismo tiempo que me penetraba con dos dedos. ¡Me sentí en la gloria! Siguió sus embestidas y podía sentir su dura excitación sobre mi trasero. Las luces del lugar, las sensaciones del placer y la sangre en mi cabeza hacían que todo me diera vueltas. Las piernas se me aflojaron y los gemidos salían por sí solos de mi garganta. Me sentía a punto de explotar, una presión atormentaba mi vagina y el interior de mi vientre. Poncho tenía unas manos increíbles, iguales de increíbles que su boca que me hacían volver loca.
Cuando estaba a punto de liberarme, quitó su mano de mi interior y me volteó, colocándome frente a él. Entonces me miró con la lujuria sobresaliendo en su mirada, me corrió las bragas hacia un costado y liberó su pene, sacándolo completamente. Gracias a los altos zapatos de tacón que tenía puestos, estaba casi a su misma altura. Para sostenerme tuve que rodear su cuello con los brazos al tiempo que él me tomaba una de mis piernas para rodearla en su cadera. Ahora sí grité cuando me penetró con fuerza, enterrando su pene hasta el tallo en mi interior. En ese momento no pensaba, solo pensaba en el placer de tener a ese hombre llenándome con su extraordinario miembro. No me importaba si alguien nos miraba o si se escuchaban mis gemidos que me arrancaba Poncho con cada embestida. Como dije anteriormente, solo me importaba ese hombre que me hacía gozar como sea, en cualquier posición y en cualquier lugar. Me abracé a él escondiendo mi rostro en su cuello, mientras él seguía foll.ándome en el medio de la pista de baile. Pero yo no era la única, la mayoría estaba en una misma situación o peores que nosotros, así que solo me centré en disfrutar y llegar a ese orgasmo que venía ahogando desde que lo vi.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora