06

668 33 0
                                    

Lo vi irse y luego me volteé para mirar la cama deshecha, aquella cama donde en tan solo dos noches me había hecho disfrutar como nunca ningún hombre lo había hecho.
Busqué mi bolso... mi bolso... ¡Caray! Lo había olvidado en el auto de Hanna. ¿Cómo me volvía a mi casa? No tenía mi teléfono para llamarla, no tenía ni siquiera dinero encima, ni llaves... nada. La luz se me prendió. Corrí hacia la puerta, salí de la habitación y grité, no tan fuerte, pero si para que me escuchara.

—¡Poncho espera! — Él se volteó. Caminé hasta estar frente a él. —Lo siento es que... Olvidé mi bolso en el auto de mi amiga, no tengo como llamarla. ¿Puedes prestarme tu teléfono? — Me daba pena, no sé porque pero creo que ya saben que es habitual en mí. Llevó una de su mano a mi mejilla, limpiando tal vez algo que tenía allí, y con la otra sacó su móvil del bolsillo.

—Claro preciosa — Lo tomé sin dejar de mirarlo, sus ojos me perdían.

—Gracias — Marqué tal número que me sabía de memoria ante la penetrante e intensa mirada de Poncho. Pero Hanna no atendía. Volví a marcarle y nada. —¡Maldición Hanna! — Alfonso me miró arqueando sus cejas... Había nombrado a Hanna y no su nombre inventado.

—¿Quieres que te lleve a algún lado? — Me preguntó sin dar ni un paso más ni uno menos.

—Da igual, no tengo las llaves de mi casa... y no quiero ir a la casa de mi mamá o mi hermana. No quiero dar explicaciones — Iba a hablar pero volví a marcarle a mi amiga. Le hice una seña a Poncho y suspiré aliviada cuando escuché la voz de Hanna. —¿Dónde estás? — Ni un 'hola', ni un 'como estas'. Tenía que irme de allí lo antes posible. —Olvidé mi bolso en tu auto, necesito mi bolso — Bufé. Mi amiga no estaba cerca del lugar. —Si está aquí — Susurré —¿De dónde crees que te estoy llamando? — Hablé tan bajo que apenas Hanna me podía escuchar. —Claro, tú lo arreglas todo fácil. No me quedará otra — Sonreí, aunque no quería, cuando me dijo 'vamos Any si te mueres por irte con él a donde sea'. Cuando colgué, pues no iba a convencer por nada a mi amiga para que volviera por mí, Poncho me miraba.

—¿Y? — Preguntó cruzándose de brazos. Al parecer el destino conspiraba a nuestro favor, o a su favor... o al mío solamente. No lo sé, lo cierto es que había algo que no nos dejaba alejarnos completamente.

—No sé que hacer — Murmuré echando mi pelo suelto hacia atrás, mi habitual manía.

—Es tarde. Podemos quedarnos aquí o irnos a mi casa — Se acercó lentamente. ¿Irnos a su casa? Eso ya estaba tomando otro rumbo... ¿el anonimato donde quedaba? No sabía que hacer, mi consciencia me decía que nos quedáramos allí y que siguiéramos así, sin saber mucho del otro, pero otra parte de mi me obligaba a conocerlo más y conocer más su entorno.

—¿Vives solo? — Sonrió, tal vez tomando como afirmativa su propuesta. Me tomó de la mano.

—Prácticamente sí — Respondió mientras tiraba de mí por el pasillo.

—¿Cómo que prácticamente si? ¿Vives solo o no? — Sonrió y llegamos a recepción, dejamos la llave y fuimos hacia el estacionamiento. Un precioso auto negro, muy masculino, nos esperaba aparcado.

—Annie... — Me frenó una vez frente a su coche, apoyándome sobre la puerta y acercándose a mí —Tal vez pienses que esto va en contra de las reglas que acordamos, y que no tenías pensado conocer más de mí... pero no quiero dejarte ir sola, no quiero que nada te pase así que prefiero que vayas a mi casa antes de dejarte en otro lado — Asentí perdida en sus ojos —Vivo solo de lunes a viernes, los fines de semana vivo con alguien — No comprendí. ¿Tenía novia? ¿Convivía con ella los fines de semana? ¿Para que me llevaba? No entendí.

—No entiendo, ¿Cómo que vives con alguien los fines de semana? ¿Tienes... tú tienes novia? — Apoyó su frente contra la mía.

—No, no tengo novia — ¿Entonces? Tal vez una niño... ¿Era padre? Me sobresalté.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora