42

474 26 4
                                    



Me dejó en la sala por unos minutos, ahora ya más relajada que habían pasado la última contracción, y fue a llenar su jacuzzi. Había averiguado como tenerlo en casa, y decían que el jacuzzi era un lugar muy relajante para dar a luz. Esto era algo improvisado, pero Alfonso era médico, sabría que hacer. Vi que había toallas, un sopletito para cuando naciera la niña y tijeras que anteriormente había esterilizado.

—¿Has hecho esto alguna vez? — Pregunté quitándome la ropa con su ayuda. Mi fuente se había roto hacía segundos, mojándome por completa.

—¿Esto de traer un niño al mundo en una tina? ¿Sin ayuda? No — Contestó nervioso. Me quitó la blusa, el jean que tenía dejándome en ropa interior y me ayudó a meterme en el jacuzzi. Las burbujas relajaron cada contracción que tuve por dos horas enteras. Cuando las contracciones fueron cada dos minutos, cuando fueron más insoportables, me quitó las bragas y se acomodó fuera del jacuzzi.

—Es insoportable — Lloré. Sentí que su mano ingresaba en mi interior y gemí.

—Estás dilatada, es hora Any. Cuando tengas la próxima contracción tomas todo el aire que puedas y pujas — Asentí con nerviosismo. No sé para que sirven las clases de relajación, porque cuando llega el momento es inevitable no ponerte nerviosa. Ambos lo estábamos, pero a la vez sonreíamos y llorábamos. —Debería haberle avisado a alguien. Puede ser complicado — Añadió mirándome.

—Quiero estar relajada contigo — Respiré. —No quiero a nadie aquí.

—Debería avisarle a la comadrona — Insistió.

—No hay tiempo — Dije sintiendo una nueva contracción.

—Puja mi amor — Pujé con todas las fuerzas que saqué de no sé dónde.

—Esto es demasiado — Lloré.

—Tranquila, sin prisa. Respira — Seguí cada consejo suyo relajándome. —Cuando vuelva la contracción haces lo mismo, verás que Agnese estará en minutos aquí — Añadió. Pensé en mi hija, en la emoción y la ansiedad de conocerla y tenerla en mis brazos, y eso me dio más fuerzas. —Eso es — Pujé más relajada sin dejar de hacer fuerzas, así tres veces más. —Dios Any aquí está la cabecita. Fuerzas pequeña, tu puedes — Me animó emocionado. Tomó mi mano e hizo que tocara la cabecita de nuestra hija.

—Tiene cabello — Lloré emocionada... temblando.

—Un poco más y la conoceremos — Pujé desgarrándome de dolor, haciendo toda la fuerza posible para traer a mi hija al mundo. —Esto es maravilloso mi amor — Busqué sus ojos y lo vi llorar. —Un poco más amor — Un solo pujo más y mi hija salió al mundo. —Bienvenida hija — Escuché el llanto ahogado de la bebé y lloramos juntos. Apoyó su frio y mojado cuerpecito sobre mi pecho y la abracé. Era una pequeña niña, con algo de cabello castaño. Alfonso se acercó y con el sopletito de goma quitó el líquido de la boca y nariz de la niña, luego tomó un sombrerito de tela y se lo colocó en la cabeza. Seguidamente cortó el cordón umbilical.

—Es hermosa — Lloré sosteniéndola sobre mi pecho, besando su cabecita. —Gracias mi amor, gracias por este regalo — Pronuncié sin controlar el llanto de felicidad.

—Gracias a ti mi amor. Feliz cumpleaños, y feliz nacimiento mi princesita — Besó su manito morada y arrugada y sonreí. —Te amo Any... las amo — Dijo emocionado.

—Y yo a ti. Te amo, los amo con todas mis fuerzas — Luego de tantos meses sentí sus labios sobre los míos, un beso cargado de amor y emoción.
Sin duda había sido el mejor cumpleaños de toda mi vida, el mejor regalo, y Dios quisiera que la mejor reconciliación.

A regañadientes Alfonso nos dejó para llamar a Maite y a la comadrona con su equipo que estuvieron de volada en casa de Alfonso.
Hicieron todo lo que tenían que hacer conmigo y con la niña, que gracias al pediatra que la revisó nos sacamos un peso de encima al saber que por más que se había adelantado no necesitaría estar en una incubadora.
Cada uno hizo su trabajo antes de avisarles a todos que había nacido Agnese.

—Te felicito Alfonso — Dijo la comadrona —Has hecho un buen trabajo — Él sonrió orgulloso y me miró. Estaba recostada en la cama con un camisón seco –conservaba mi ropa y los regalos de Agnese que yo había olvidado allí el día que me fui- mientras nuestra hija se alimentaba por primera vez de mí. —Y usted también señora. Ha traído al mundo a una perfecta niña.

—Lo vuelvo a repetir, es el mejor cumpleaños de toda mi vida — Hablé emocionada.

—Es el mejor día de nuestras vidas — Añadió sonriendo. Se acercó más a mí y me acarició el rostro. —¿Qué pasará ahora Any?

—Shhh — Puse un dedo sobre sus labios —Te amo y es lo único que importa.

—Y yo a ti. Te extrañé tanto.

—Yo también mi amor. También te extrañé.

—No quiero que se vuelvan a separar de mí, por favor — Pidió, o casi suplicó.

—Jamás nos volveremos a alejar de ti. Lo prometo. Te amo — Se acercó a mí y yo lo besé, con ternura, apenas un roce de labios pero recargado de muchos sentimientos profundos.

—Es tan perfecta — Dijo mirándola. —Tiene tu nariz — Sonrió. Reí como no lo hacía en mucho tiempo y miré a Agnese.

—Es nuestra — Expresé sin poder creerlo.


***

—¡¿Cómo es eso de que nació nuestra sobrina?! — Preguntaron exasperadas dos locas, ingresando a la habitación. Hice una señal de silencio y rieron embobadas, mirándonos a Agnese y a mí. Poncho ingresó detrás.

—¿Mi amor necesitas algo? — Preguntó Poncho ignorando al par de locas.

—Estoy bien, no te preocupes — Respondí estirando mi mano para que volviera hacia mí. Hanna y Samantha nos miraron sorprendidas, abriendo sus bocas sorprendidas, ambas a la vez... si hasta parecían gemelas, cada gesto lo repetían ambas.

—¿Mi amor? — Preguntaron al unísono.

—¿Wey de tanto nos perdimos en apenas unas horas? — Habló Sami. —Mira esa belleza.

—Que preciosura tan chiquita — Añadió Hanna.

—Felicitaciones — Expresó Sami.

—¡Y feliz cumpleaños! — Volvieron a repetir ambas. Me abrazaron con total cuidado y luego besaron a la niña. —Y feliz nacimiento Agnese.

—Gracias chicas. Se nota que pasan mucho tiempo juntas eh, si hasta hablan al unísono — Reí. —Les presento a su sobrina — Hice un movimiento para que pudieran verla bien, dando a que antes estaba recostada sobre mi pecho. Agnese vestía un conjuntito color pastel con su sombrerito en combinación. Nos reímos cuando la bebé se quejó por el movimiento. —Ya mi amor, conoce a tus tías — Noté en cada una las lágrimas, y las entendía, era algo maravilloso.

—Es una mini Any — Habló Hanna. —Aunque esté toda hinchadita aún, se nota que es parecida a ti — Se emocionó. —Es el mejor regalo que puedes tener en tu cumpleaños. Any... hermana — Vi sus ojos aguados hasta que una lágrima cayó por su mejilla —Esto es realmente maravilloso.

—Somos tías — Pronunció Samantha acariciando la pequeña manita de Agnese. —Y somos de las primeras en conocer a la hija de Anahí Puente, una de las cantantes más talentosas e influyentes de México... — Relató perdida en la niña, mirándola con fijeza. —Y además es mi sobrinita — Se emocionó. Miré a Poncho que nos miraba embobados y sonreí. No me cabía la felicidad en el cuerpo, estaba colmada de placidez.

—Si somos las primeras... ¿Aún nadie sabe? —Preguntó mi amiga.

—No hubo tiempo — Expliqué. —Mi madre y mi hermana me matarán — Reí meciendo a mi niña.

No podía atrasarlo más, tenía que avisarles o no me perdonarían haberse perdido las primeras horas de vida de mi primera hija.

Mientras esperábamos a que mi familia llegara, Hanna y Sami fueron a la sala con Maite y la comadrona.
Poncho sostenía a Agnese en sus brazos, frente a mí, mirándola con devoción.

—No tengo palabras para describir lo que siento en este momento — Comenzó a decir mirando aún a nuestra hija. —Tengo aquí conmigo a dos de las mujeres más importante en mi vida. No pensé que podría vivir esto de esta manera, pensé que me perdería el nacimiento de mi hija... pensé que me perdería ser su padre.

—Poncho... No quise alejarte a propósito. Hubo un motivo.

—¿Me dirás cual es? — Preguntó. Y yo asentí. Me acomodé en la cama, sentándome, y apoyé mi mano en su pierna.

—Manuel amenazó con arruinar tu carrera y tu imagen. Amenazó con hacer lo posible para quitarte la clínica y dejarte en la nada si yo seguía contigo. Fue ese mismo día que tuve el sangrado... y por eso me fui al otro día sin decirte nada y desaparecí de tu vida. No iba a permitir que perdieras todo lo tuyo — Confesé.

—Él no podía hacer eso ¿Por qué le creíste?

—Quizás porque soy una idio.ta... porque siempre me dejo manipular y manejar al antojo de otro. Manuel me lavó la cabeza estos meses, me hizo creer que podía hacerte daño... y yo le creí. Tenía miedo Poncho — Declaré. —No iba a arruinar tu vida.

—Any... no debiste creerle. Me lo tenías que haber contado, y yo hubiese sabido que hacer sin meterte a ti y sin meter a nuestro bebé.

—Pues ahora me arrepiento, porque me di cuenta que me dejé manipular muy fácilmente sin ver el daño que nos estaba haciendo, no solo a ti y a mí, sino también a nuestro bebé. Viví un embarazo complicado, porque estar alejada de ti y estar contigo en esos términos me hizo mal — Añadí llorando. —No entiendo cómo fue que me cegué o me dejé manejar por Manuel por tanto tiempo... y a la vez los medios que metían presión. Yo no sabía que hacer. Pero me arrepiento Poncho. Me arrepiento de lo estú.pida que fui.

—No digas eso. Ese tipo es un manipulador, y no me extraña siendo él político. Pero debiste advertírmelo mi amor.

—Ya lo sé. Bueno... ahora me doy cuenta. Estuve muchas veces a punto de venir y contártelo, pero él se daba cuenta y amenazaba con hacerlo, y con dejarme muy mal ante todos. Pero la gota que derramó el vaso fue cuando amenazó con quitarme a la niña.

—¿Qué hizo que? — Preguntó poniéndose furioso. Me entregó a la niña y se incorporó con furia.

—Todos piensan que es su hija, Poncho. Yo nunca lo dije, ni lo negué... pero piensan eso y amenazó con hacer lo posible para quitármela. Eso me superó, no iba a permitirlo. Entonces sin que se diera cuenta me fui de su casa, hace unas horas justamente. Y pues hoy estoy aquí — Finalicé. Vi como él se tranquilizó un poco, aunque su mirada estaba furiosa.

—Any... ¿vamos a hacer lo que teníamos que haber hecho hace tiempo? ¿Vamos a aclarar todo esto? Quiero que sepan que eres mi mujer, que Agnese es mi hija y que nos amamos... Quiero que de una vez por todas te divorcies, quiero que te cases conmigo... quiero vivir feliz contigo.

—Lo haremos. Esta vez nada me frenará. Nada ni nadie.

—En cuanto al mal nacido de Velasco...

—No mi amor, no hablemos de él. No quiero que hagas nada tampoco por favor ¿si? — Pedí.

—Any...

—Por favor. Dejémoslo... pagará todo cuando todos sepan la verdad. Ahí pagará todo el mal... no tienes que hacer nada. Hazlo por mí y por nuestra hija — Supliqué. No respondió y volví a insistir.

—Por el momento. Pero cuando me lo cruce me va a escuchar. Tengo que arreglar muchas cosas con él... y no hablando.

—Poncho por favor — Imploré. —No quiero violencia. Hazlo por nosotras — Pedí. Él miró hacia la ventana y no respondió. —Poncho...

—Necesito aclarar las cosas con él — Dijo luego de un largo silencio. —No podemos pasar la página si no cerramos ese ciclo — Asentí entendiendo.

—Bien. Pero yo iré contigo — Decidí.

—No, tú te quedas, esto lo arreglaré yo.

—Te acompaño, también tengo que cerrar ese capítulo. Por favor — Volvió a quedarse en silencio. —Poncho no dejaré que lo hagas solo, ambos tenemos que hacerlo, dar la cara juntos ¿no crees?

—Tienes razón — Decidió volviendo a la cama. Miró a nuestra hija en mis brazos y esbocé una sonrisa.

—Es perfecta ¿verdad?

—Demasiado... y tuvo a quien salir. Perfecta como su madre — Añadió estirando sus brazos. Volvió a tomarla y la niña se movió en sus brazos, bostezando.

—No soy perfecta — Negué con media sonrisa. —Tú más que nadie lo sabes.

—Eres perfecta, a tu manera lo eres. Any, para mí tu eres perfecta a pesar de los errores que cometiste. Eres mi mujer perfecta, y ahora Agnese es mi niña perfecta — Sonrió. —Es bellísima como tú.

—Es pronto para saberlo, puede tener más cosas tuyas que mías — Dije acomodando las sábanas en mis piernas.

—De todas formas no habrá niña más hermosa y perfecta que la nuestra. ¿Sabes? Muero de ganas por que todos conozcan a mi hija, a esta preciosura. Demostrar la belleza que hicimos... y la hermosa mujer que tengo. Quiero que todos sepan que soy feliz con ustedes — Declaró meciendo a Agnese. —Que podemos ser felices a pesar de todo.

—Y yo ya quiero presentarla ante todos como nuestra, quiero que conozcan al hombre que robó mi corazón desde el primer momento... quiero que vean la bella familia que tenemos — Me acerqué lentamente y pasé mi brazo tomándolo del cuello. —Quiero que sepan cuanto te amo y lo feliz que somos con nuestra hija.

—Te amo Anahí. Eres la mujer más importante en mi vida, a la única que quiero en mi vida, con la que quiero compartir mi vida entera — Sonreí y me dejé besar antes de que se incorporara. Con la niña en brazos fue hacia el otro extremo de la habitación, hacia el closet, de donde sacó una caja de madera. Me recordó a aquella caja que una noche había sacado del armario del hotel con juguetes sexuales, pero esto no contenía nada de eso. Porque de allí sacó una cajita de terciopelo, roja... Se acercó a mí con eso en su mano y Agnese en su brazo izquierdo. Se sentó y abrió la pequeña cajita dejando al descubierto el anillo que él me había dado y yo había dejado sobre la mesita de luz ese día que me fui. —¿Lo recuerdas? — Mis ojos se aguaron en cuestión de segundos  ¿Cómo lo iba a olvidar? Me había costado quitármelo y dejarlo allí, junto a aquella carta. —Verlo allí, junto a ese simple papel escrito por ti... me rompió el corazón. Quise aventarlo, quise destruirlo... tirarlo... pero no pude, porque ese anillo pertenecía a ti aunque lo hayas dejado. Entonces lo guardé por más que me dolía. Lo tuve que esconder para que no me doliera aquí al verlo... y ahora estás aquí conmigo, y esto te pertenece — Lo sacó de la cajita y lo tomó con sus dedos. Tomó mi mano izquierda y lo deslizó en mi dedo anular. —Y aunque es tarde y deberíamos descansar, vuelvo a pedírtelo, hoy; el día de tu cumpleaños y el día del nacimiento de nuestra hija... te lo vuelvo a pedir. Anahí, mi amor, ¿Quieres ser mi esposa? — Me tapé la boca con la mano para evitar sollozar, sin embargo las lágrimas cayeron por mis mejillas, emocionada.

—Sí quiero mi amor. ¡Quiero quiero! — Me acerqué con suavidad y lo abracé evitando apretar a Agnese que dormía en sus brazos. —Te amo y prometo, aquí, ante nuestra hija y ante ti que jamás volveré a dejarte dejándome guiar por otra persona. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Alfonso. Eres tú el único hombre al que quiero en mi vida, contigo quiero pasar mi vida entera... felices con nuestra hija. Te amo tanto — Gimoteé.
La vida me estaba volviendo a dar una nueva oportunidad, y esta vez no la volvería a desaprovechar.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora